Alrededor de 40,000 hectáreas de cultivos del proyecto ...
El Perú, la clase política de derecha e izquierda o el llamado establishment político cultural, parece volver a la misma indiferencia, con el sur, con los Andes y con Puno, del tiempo previo a las olas insurreccionales del verano pasado. Hoy casi nadie habla sobre la importancia de lanzar un plan de emergencia en Puno y en el sur que reencuentre a estas áreas con la peruanidad y el Perú.
Sin embargo, ¿por qué insistir en el tema y convertir a Puno en un área emblemática en el debate sobre lo que se suele llamar cierre de brechas o procesos de inclusión? Porque Bolivia, el eje bolivariano y Evo Morales, al parecer, han convertido a Puno en un escenario de batalla ideológica y cultural. No solo por la estrategia expansionista de La Paz hacia la costa peruana, sino también por el Lago Titicaca, el potencial de producción en oro y las reservas de litio y metales raros del altiplano peruano. En ese camino el eje bolivariano propone la entelequia absurda de “la república aymara”, con objeto de fracturar la unidad territorial del Perú. Y, por ello, Bolivia se encamina a alianzas geopolíticas y militares con China, Rusia e Irán.
Ignorar estos hechos luego de que Puno se convirtiera en el último bastión de violencia, después del fracaso general de las olas insurreccionales del verano pasado sería una negligencia y frivolidad sin precedentes. El progresismo que suele defender los Derechos Humanos solo para cuestionar el uso constitucional y legítimo de la fuerza pública en defensa del Estado de derecho, hoy no dice nada sobre Puno.
Por todas estas consideraciones, creemos que todos los peruanos de buena voluntad y, sobre todo los sectores que detuvieron el proyecto de la asamblea constituyente y el golpe fallido de Pedro Castillo, deben ser capaces de desarrollar una propuesta integral para recuperar Puno a favor de la peruanidad. Al respecto vale recordar que, en la región altiplánica, el 43% de la población está debajo de la línea de la pobreza y el 90% de la economía y la sociedad está en informalidad. Si a estas lamentables y aterradoras cifras le agregamos que más del 50% de las familias no tienen servicios de agua potable, alcantarillado y electricidad, entonces, sin necesidad de desarrollar una encuesta, sabemos que tenemos a una sociedad altiplánica abiertamente enfrentada al Estado, a la costa y al centralismo.
Es en este contexto que se construyen los aterradores relatos y fábulas del eje bolivariano y del Movimiento por la Amnistía de Derechos Fundamentales (Movadef), que señalan que Puno, no obstante representar menos del 2% del PBI nacional, “subsidia a la costa, a Lima y a los capitalistas”. Según estas historias los puneños son pobres y están excluidos porque “los capitalistas se llevan la riqueza”
En medio de la pobreza, la extralegalidad y falta de servicios públicos, en la región altiplánica se desarrolla una informalidad empresarial pujante y vigorosa, sobre todo en minería artesanal y comercio. Una informalidad empresarial que ha convertido a ciudades como Puno y Juliaca en hervideros de mercados populares. Si estas actividades se formalizaran la región altiplánica comenzaría, en poco tiempo, a superar el promedio del desarrollo nacional.
En este contexto, diversos sectores de puneños vienen discutiendo la necesidad de establecer un régimen tributario especial para Puno, exceptuando a la gran minería. En ese régimen se establecería un sistema tributario con pago en renta entre 5% y 10% al lado de tres procedimientos –como máximo– para crear y formalizar las actividades de las personas y las empresas. Tributos promocionales y simplificación de los procedimientos en el Estado para formalizar al 90% de los puneños.
Si el Perú promoviera ese régimen especial para Puno y logrará derrotar la extendida informalidad, de alguna manera, habría encontrado el camino hacia el desarrollo de todo el país. En Puno, pues, también se juega el destino de la peruanidad.
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