Alrededor de 40,000 hectáreas de cultivos del proyecto ...
Se abre el debate sobre desaceleración del crecimiento.
El ministro de Economía, Luis Miguel Castilla, desenvainó las armas y respondió a las críticas que venían formulando los ex ministros Luis Carranza y Pedro Pablo Kuczynski por la desaceleración económica del país. Como mejor argumento mencionó las cifras del incremento de la inversión pública, que pasó de 4.8% del PBI en el 2011 a 6.4% en la actualidad. Castilla no se quedó allí. Llamó la atención sobre el “clima de desconfianza” que algunos pretenderían provocar en el país.
En todo caso, gratifica que el ministro Castilla no se resigne a aceptar la desaceleración económica y salga a debatir sobre las causas de la misma. Quizá una señal de que se viene una nueva actitud. Pero ante el tamaño de los hechos, Castilla ha presentado como un éxito contra la desaceleración el incremento de la inversión pública, cuando todos sabemos que por ese lado no viene la cosa. El problema está en el nulo crecimiento de la inversión privada que representa el 80% del total de la inversión en el país. en tanto que la pública solo el 20%. Castilla nos dice que ese 20% va a crecer un poco, pero debería decirle al país, a los empresarios y a los ciudadanos, que las cosas no funcionan como antes, porque la inversión privada se ha congelado.
El acucioso Portal Lampadia ha informado que, entre el 2010 y el 2012, la inversión privada crecía a tasas de 15% anual; el 2013 apenas se incrementó en un 3.9%, mientras que el último trimestre de este año solo en 0.5%. Es decir, nada. Allí está la madre del cordero y ningún incremento de la inversión pública va a modificar esta tendencia.
La desaceleración económica se explica por un rosario de malas señales políticas que el gobierno de Ollanta Humala envió a los mercados: la fallida compra de La Pampilla, la tolerancia con los movimientos antimineros y anti inversión que paralizaron Conga y han bloqueado cerca de 32 proyectos petroleros; la indolencia ante la burocracia que crea trámite más trámite como una manera de contemporizar con la distancia y frialdad de Palacio con respecto a la inversión privada en general. Es evidente que los encomiables esfuerzos del ministro Castilla no son suficientes para cambiar el curso de las cosas, pero es evidente también que si él no estuviera en el despacho de Junín las cosas se habrían desmadrado a niveles inimaginables.
Se sabe que el Gabinete de René Cornejo prepara un paquete a favor de la inversión y es seguro que todos los peruanos de buena voluntad pondrán el hombro para apoyar. Sin embargo el ministro Castilla no debería pretender acallar el debate sobre las causas de la desaceleración. Luis Carranza y PPK están cumpliendo un papel fundamental al criticar, alertar y exigir correcciones para detener esta peligrosa desaceleración que ha llevado al mismo Banco Mundial a reducir las proyecciones de crecimiento a solo el 4%. Una barbaridad en un país que todavía tiene 23% de su población en pobreza y que podría acrecentar uno o dos puntos de PBI si destrabara todas las inversiones que están anudadas por problemas políticos y burocráticos. Los aportes de Carranza y PPK tienen que ver con los asuntos del frenazo económico, pero también con uno de los temas que, inevitablemente, entrará en la agenda electoral del 2016. El nacionalismo y la izquierda tratarán de explicar la desaceleración económica repitiendo el estribillo del modelo primario exportador, vulnerable a los precios internacionales de los metales, pero los defensores de la economía abierta sabemos bien que los mercados son organismos vivos que respiran señales y que este gobierno sembró la desconfianza lanzándole humo tóxico; por eso la inversión privada, motor y combustible del crecimiento que nos ha permitido reducir la pobreza, se contrajo de tal forma que todo se desaceleró.
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