Alrededor de 40,000 hectáreas de cultivos del proyecto ...
De cómo la ciencia destruye el mito de Greenpeace
Un grupo de 109 científicos —todos ganadores del Premios Nobel— han hecho pública una carta acusando a la ONG ambientalista Greenpeace de “manipular los riesgos, beneficios e impactos” de los alimentos transgénicos (Organismos Genéticamente Modificados, OGM), entre ellos el denominado “arroz dorado”. La dura carta de los científicos hacia Greenpeace (la misma organización que afectó de forma irremediable e impune las Líneas de Nazca), en la que se califica algunas acciones de Greenpeace como “crímenes contra la humanidad”, pide además a los gobiernos del mundo que rechacen las campañas de dicha organización contra los cultivos mejorados con biotecnología.
El radicalismo ambientalista en el mundo ha convertido la oposición a los alimentos transgénico en una de sus últimas trincheras de combate. No obstante, no existe —como señala el argumento de los premios Nobel— ninguna razón científica que valide la oposición a los alimentos transgénicos, y de manera especial contra el “arroz dorado”. La carta de este sector de la comunidad científica desmiente los mitos creados por el ambientalismo contra la producción y el consumo de este producto. Vale recordar que el arroz dorado fue creado en 1999 por los científicos Ingo Potrykus y Peter Beyer, en la universidad de Zúrich.
El arroz dorado puede producir beta-caroteno, generador y responsable de la vitamina A. A principios del 2000, Greenpeace hizo una campaña de tal dimensión que el arroz dorado fue vetado por los gobiernos de todo el mundo, especialmente en Asia (China, India), África y América Latina, continentes donde aún la pobreza es alta. Según informes especializados, de haberse producido desde el 2000, el arroz dorado habría salvado de la ceguera a más de 35 millones de niños en el planeta. En la actualidad —según la Organización Mundial de la Salud— cada año más de 500,000 niños se quedan ciegos por carencia alrededor de la vitamina A, y más de la mitad de ellos mueren al año de perder la visión.
En aquella ocasión uno de los argumentos desplegados por el radicalismo ambiental de Greenpeace fue que las compañías dueñas de la patente del arroz dorado se llenarían los bolsillos con el hambre de la población en pobreza. La otra explicación para oponerse a la producción masiva de arroz dorado era que los alimentos transgénicos, y en especial esta variedad, suponían un daño irreparable a la salud de las personas. Ambos argumentos han demostrado ser falsas. Hoy por ejemplo, según el Instituto Internacional de la Arroz, la patente desarrollada con fondo del Estado suizo ha sido liberada, y cualquier gobierno puede tomarla.
El radicalismo ambiental no puede explicar con razones objetivas sus argumentos y se opone a que el mundo camine hacia la biotecnología. El ser humano ha manejado el ADN de los organismos vivos desde que pudo elegir qué tipo de semillas sembrar o animales criar. Los alimentos transgénicos son el resultado de utilizar la ciencia al servicio del hombre.
Debemos desnudar las mentiras del radicalismo ambiental que se ha impuesto construyendo mitos y falsas narrativas.
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