Alrededor de 40,000 hectáreas de cultivos del proyecto ...
Quizá uno de los aspectos más resaltantes del mensaje presidencial de Fiestas Patrias de la presidente Dina Boluarte haya sido la mención explícita sobre la importancia para el país y la región Arequipa del proyecto de cobre Tía María. Desde la segunda década del nuevo milenio, luego de que las movilizaciones radicales bloquearan los proyectos Tía María en Arequipa y Conga en Cajamarca, los jefes de Estado y las autoridades nacionales solían eludir pronunciarse sobre el indicado proyecto en Arequipa, ya sea porque carecían del respaldo político y social para materializar el emprendimiento minero o porque, simplemente, no tenían claros compromisos con la inversión minera.
Luego de cerca de un año y medio del golpe fallido de Pedro Castillo, Boluarte respaldó el proyecto Tía María, no obstante que cuando acompañaba la fórmula electoral de Perú Libre siempre se opuso a la esa inversión minera. La mención presidencial del proyecto minero, pues, es una novedad para el sector y la política nacional. De alguna manera revela que los paradigmas sobre la minería en la sociedad comienzan a cambiar significativamente.
Los proyectos Tía María y Conga se bloquearon a inicios de la segunda década del nuevo milenio porque las narrativas acerca de que la minería moderna amenazaba los recursos hídricos destinados al consumo humano y la agricultura en las áreas rurales se volvieron predominantes en la sociedad. Los relatos y fábulas en este sentido influyeron en los medios, en todo el país e, incluso, en los partidos políticos. Bajo estas narrativas las poblaciones se identificaron con el radicalismo y lograron paralizar la minería y el crecimiento.
Algo más. Bajo estos relatos se sobrerreguló el Estado con decenas de procedimientos y trámites con el objeto de “controlar a los enemigos de los recursos hídricos de la población (de 12 trámites se pasó a más de 265). La minería, pues, fue detenida y también el desarrollo del capitalismo en el Perú.
Las cosas son tan evidentes que algunas proyecciones indican que si el Perú hubiese materializado toda su cartera de inversiones mineras –desde la segunda década del nuevo milenio– hoy el país tendría un ingreso per cápita cercano al de un país desarrollado, se crecería sobre el 5% (al margen de las crisis políticas), la pobreza se habría reducido debajo del 15% de la población (hoy se acerca al 30%) y las clases medias consolidadas sumarían más de la mitad de la sociedad.
Las narrativas antimineras que construyeron el radicalismo antisistema y las oenegés anticapitalistas, pues, han tenido un enorme costo para el Perú. En este contexto, el reinicio de las actividades de Tía María y el respaldo presidencial al proyecto son señales de que los paradigmas, las simbologías con respecto al sector comienzan a cambiar radicalmente. Al respecto, en declaraciones a la radio Red de Comunicación Regional (RCR), Óscar González Rocha, presidente de Southern Perú (la empresa concesionaria) saludó el respaldo del Ejecutivo al proyecto de cobre en la provincia de Islay en Arequipa.
Como todos sabemos, el proyecto de cobre Tía María representa una inversión de US$ 1,400 millones para producir 120,000 toneladas de cobre refinado al año. El proyecto generará 9,000 puestos de trabajo directos e indirectos en la etapa de construcción y alrededor de 4,800 en la etapa de operaciones.
Uno de los hechos alentadores es que el presidente de Southern ha informado que, en la actualidad, el proyecto cuenta con 300 trabajadores en actividad y se espera llegar a 1,000 en los próximos días.
Es evidente entonces que la frágil estabilidad alcanzada luego del golpe fallido de Pedro Castillo comienza a cambiar paradigmas que se habían establecido en nuestra sociedad y, de una u otra manera, empieza a mover la economía para bien.
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