Alrededor de 40,000 hectáreas de cultivos del proyecto ...
El accidente en el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, que costó la vida de los bomberos Nicolás Santa Gadea y Ángel Torres, dejó absolutamente claro que el Perú hoy tiene una infraestructura aeroportuaria de un país del tercer mundo. Los más de 400 vuelos suspendidos porque el Jorge Chávez solo tiene una pista y porque no existen aeropuertos alternativos al primer terminal aéreo se convirtieron en las instantáneas de nuestro subdesarrollo en todo el planeta.
Sin embargo, no solo se trata de los aeropuertos. Allí donde se voltea la mirada hay falta de infraestructuras. Por ejemplo, el Perú está entre los diez países con mayores recursos hídricos, pero más de seis millones de peruanos carecen de agua potable y también de desagüe. Estas cifras devastadoras suceden no obstante que, en las últimas tres décadas, el Estado peruano ha manejado enormes recursos aportados por el sector privado. Lo mismo sucede con las carreteras y en los sectores de salud y de educación.
Hasta antes del 2014 el Perú crecía a tasas promedios anuales del 6% y se solía decir que la expansión económica corría por una cuerda separada de la crisis política. Sin embargo, no era verdad. Los enemigos del crecimiento y la reducción de pobreza no solo eran los sectores que lograron paralizar las minas Conga (en Cajamarca) y Tía María (en Arequipa), sino también los gobiernos y políticos que renunciaron o se negaron a desarrollar reformas en educación y salud, a simplificar y desregular los procedimientos del Estado, y a promover las inversiones en infraestructuras.
En el Perú la brecha de infraestructuras está en alrededor de US$ 150,000 millones. Yes evidente que el crecimiento de las últimas tres décadas –que posibilitó triplicar el PBI y reducir la pobreza del 60% de la población a 20%, antes de la pandemia– ha llegado a un momento límite; no solo por la naturaleza anti inversión del Gobierno de Pedro Castillo, sino también por la falta de inversiones en infraestructuras. O la falta de lo que algunos llaman reformas de segunda generación.
El proyecto de la asamblea constituyente en el Perú comienza a dejar en claro la enorme importancia del mercado para la libertad. Cuando una sociedad crece y reduce la pobreza, los discursos y proyectos antisistema tienen poco margen de maniobra. De allí que los gobiernos de izquierda –en Perú, Chile y Colombia– se hayan propuesto lentificar el crecimiento con el objeto de que los avances sociales se detengan, crezca la pobreza y la gente se vuelva en contra del mercado.
Sin embargo, también es evidente que sin reformas de segunda generación y sin la solución de los problemas de infraestructuras, el crecimiento se bloquea y el mediano y largo plazo se convierte en una interrogante. Algo parecido comienza a pasar en el Perú; y también, por supuesto, es una de las explicaciones de la llegada de Castillo al poder. ¿Cómo es posible que, más de seis millones de peruanos no cuenten con agua potable?
Siempre vale recordar que las sociedades que han alcanzado la libertad son aquellas en donde la economía abrumadoramente pertenece al sector privado. Y siempre vale recordar que para que el sector privado prospere se necesita la infraestructura institucional y legal (Estado de derecho) y las infraestructuras físicas: carreteras, aeropuertos, y buena educación y salud de calidad.
En ese sentido, el Perú necesita con urgencia adecuar toda su legislación para promover asociaciones público privadas y convocar el concurso del Gobierno y concesionar las principales obras a grandes compañías de estándares mundiales. Los países desarrollados han solucionado así sus problemas de infraestructuras.
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