¿Cómo se arma un muñeco izquierdista?

Cuando se invierten las cosas para sostener modelo que produce 80% de informalidad

En un artículo en El Comercio, el periodista David Rivera informa que luego de la presentación de un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sobre desarrollo productivo, representantes del sector agrario pidieron la palabra para manifestar sus temores “de que el estado pudiera elegir sectores ganadores de la economía” en función la esotérica propuesta de “la diversificación industrial”.

Rivera se sorprende porque desde fines de los noventa el sector agrario cuenta con régimen especial en lo tributario y lo laboral. En otras palabras, para el periodista de izquierda el sistema tributario y laboral actual del Perú es “la normalidad”, es “el orden de cosas existentes”, y “lo especial” debería ser lo que sucede en el agro. Sin embargo, todo el debate que se ha venido planteando en el Perú es cómo convertir el modelo agrario, sobre todo el laboral, en la base de una reforma que le agregue competitividad al país. O, ¿no? Generalmente así se arman los muñecos ideológicos de la izquierda, invirtiendo el orden de los factores.

¿Cómo pueden ser “normales” un régimen tributario y laboral que producen alrededor de 80% de informalidad en empresas y en el empleo? Según la Cámara de Comercio de Lima (CCL), los sobrecostos laborales en el Perú representan el 60% de todos los gastos que hace el emprendedor para contratar a un trabajador, uno de los los más altos de América Latina y la Alianza del Pacífico. En Colombia es el 54%, en México el 36% y en Chile el 32%.

Muy por el contrario, el Régimen Especial Agrario establece un modelo particular para la contratación laboral que permite que los trabajadores gocen del derecho a las ocho horas diarias, horas extras, y a la seguridad social y a las pensiones. El señalado régimen no reconoce la CTS ni las gratificaciones del régimen común, pero como compensación el trabajador recibe una remuneración diaria incrementada en 17%.

Los resultados del régimen agrario y del común son como comparar el cielo y el infierno. Desde el año 2000, el modelo laboral del campo ha generado 400 mil puestos de trabajos con derechos sociales básicos y, que de una u otra manera, nos permiten hablar de la emergencia de las nuevas clases medias agrarias. En el régimen común el resultado natural es más del 80% de informalidad en el empleo, y los únicos que defienden estos privilegios son la burocracia y aristocracia obrera de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP).

Cuando los sociólogos de izquierda se cargan al modelo señalando que falta estado y que también falta resolver los problemas de institucionalidad, infraestructura, educación, embuten todos estos déficits en el muñeco del “modelo neoliberal” y aplican así su software para armar una piñata fácil de golpear. ¿Todos, desde la izquierda hasta la derecha, no vienen pidiendo que se resuelvan estos problemas? ¿Quién no lo pide?

Hay un gran consenso nacional en el Perú acerca de que el estado ha fracasado y debe ser sentado en el banquillo de los acusados. Pero donde se arman muñecos y triquiñuelas es en negar que lo único que ha funcionado en el Perú, quizá desde la fundación republicana, es la experiencia de mercado de las últimas dos décadas. Si se reconociera este activo todos convergeríamos en la idea de reformar el estado y profundizar las reformas liberales y de mercado.