Hugo Neira
Weber, Iberoamérica y el patrimonialismo
Sobre libros de Carlos Malpica y y Francisco Durand
Hace poco he recibido un libro de amigos europeos. Uno sobre Max Weber. Max Weber en Iberoamérica, de Álvaro Morcillo Laiz y Eduardo Weisz, editores (FCE de México, 2016). A Weber lo conocemos desde su estudio de la economía, la política relacionada con las éticas religiosas. Pero esta vez, sus herederos intelectuales se interesan por Iberoamérica. Weber, nacido en Erfurt, Alemania, en 1864, en una familia de industriales protestantes, establece en 1905 el principio de La ética protestante y el espíritu del capitalismo y desde entonces, deja de lado a Hegel y a Marx. A Weber le interesa la dominación de la actividad social y la dominación de las religiones sin por eso dejar del todo de lado a Marx. Es solo que se interesa por la ética y no tanto por los actos racionales, o sea todo aquello que es emocional, acercándose a la psicología, también llamada ‘ciencia de las emociones’. Pero Weber no había llegado a Iberoamérica. De ahí nuevas interpretaciones. Al final de este texto, nos ocuparemos del concepto de weberiano para nuestro continente, una formación especial de repúblicas y el patrimonialismo como forma de gobierno. Abunda en nuestros mundos. Pero, a diferencia de Marx, no hay partidos políticos weberianos.
Entre tanto, un par de temas, unos libros sobre el poder económico.
Primero, el ensayo de Carlos Malpica, Los dueños del Perú (Peisa, 1964). Hombre de izquierda, ingeniero, autor y político nacido en Chota (1929) y fallecido en Lima en 1993, su obra describe una estructura del poder económico que permaneció por decenios. Fue todo un éxito, cuenta 13 ediciones entre 1964 y 1984, 100 mil ejemplares vendidos. Pero después de Velasco, el poder económico pasó a otras capas sociales del Perú, tuvo que actualizar su texto por los cambios consiguientes a las reformas del gobierno militar. Por ejemplo, “las Grandes Empresas Agrarias han desaparecido como grupo de poder”. Y los grupos de poder vinculados a nuevas actividades, entre los cuales los que no son dueños de los medios de producción pero ejercen gran influencia, los directores y tecnócratas de empresas estatales (prólogo a la edición de 1984). Nos dice: “Si el proyecto resulta rentable y beneficioso se atribuyen el éxito; si es un fracaso (como lo son muchos) nadie asume la responsabilidad y el país es el que paga las consecuencias. Por ejemplo, el presupuesto de Petro-Perú llega a más de la mitad del presupuesto nacional, incluidos gastos militares; si a eso se agrega la influencia de sus ejecutivos en el otorgamiento de contratos de exploración y explotación de nuestro petróleo, se comprenderá que constituyen un real grupo de poder con dominio superior al de muchos antiguos ‘Dueños del Perú’ y casi sin ninguna responsabilidad.”
El segundo libro es Francisco Durand, Los doce apóstoles de la economía peruana, una investigación valiosa (Fondo Editorial PUCP, 2017). Tiene un PhD en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Berkeley en California, y es sociólogo por la PUCP, la Universidad Católico del Perú. Asesor y consultor para el Banco Interamericano de Desarrollo, el Centro Interamericano de Administración de Impuestos y la Universidad de Oxford. Hoy es profesor principal de Ciencia Política y Gobierno en la Católica y ha sido profesor de Ciencias de Política en la Universidad de Texas de San Antonio. Es autor de libros en el Perú y el exterior sobre la proyección de los empresarios a la política. Por haber vivido y estudiado en los Estados Unidos, nos atrevemos a decir que tiene esa visión global que tanto los académicos como los políticos locales no tienen, por lo cual entendió que después de 1968, después del periodo oligárquico, el país se había organizado desde sus nuevas fuerzas y emergieron grandes empresas (sobre todo en la sierra). Desde entonces, tanto Durand como la prensa misma les han señalado como los “apóstoles" de la economía del siglo XXI.
Algo muy importante ocurrió y ha cambiado el rostro del Perú. El poder económico no está solo en Lima sino en las alturas de los Andes. Las inversiones no solo son los grupos limeños y de la costa sino grupos de cholos con empresas, como los Añaños de Ayacucho, o los Huancaruna de Cajamarca. Esa emergencia andina reciente me parece un gran cambio. Ya no se puede decir que los dueños del Perú son los grupos limeños. Esos grupos de poder económico (GPE) son a menudo llamados “poderes fácticos”. La revolución que Carlos Malpica esperaba entre 1956-1962 no ocurrió, sin embargo los grupos estudiados siguen pero ya no están solos. Hoy, el capitalismo y el libre mercado es asunto compartido entre capitalinos y provincianos.
“La presencia actual de los grupos provincianos emergentes como parte de la cúpula del poder económico constituye un hecho histórico de la mayor importancia: solo a partir del XXI tantos empresarios de este tipo social llegan tan alto. Esta situación expresa una democratización económica” (p. 210). Pero “como no se sabe de dónde sacaron tanto dinero”, Durand especifica lo siguiente: “el mercado y la política se ha democratizado al punto de que empresarios provenientes de clases sociales medias provincianas o de clase popular, algunos de ellos migrantes, se inician en los negocios, se enriquecen, tienen fama de grandes y poderosos empresarios, pueden formar o apoyar partidos políticos, pero no se integran a los niveles más altos del poder limeño ni a la alta política, a pesar de que tienen grandes fortunas.” (p. 211) Así, en el Perú, tenemos “dos grandes élites económicas poco integradas lo que les resta fuerza en la defensa de sus intereses” (p. 212).
Las nuevas burguesías son un gran paso. Al tener dinero, podrán educar a sus hijos, llevarlos a las mejores universidades. El dinero cambiará la mentalidad de las familias del mundo campesino y obrero. Con él empieza la metamorfosis de la cultura andina. Es lo mejor que ha ocurrido, no se sabe mucho y es bueno repetirlo. De esa burguesía emergente luego saldrán sociólogos, historiadores, científicos, filósofos pues sin dinero no se alcanza a llegar a las cumbres de la vida intelectual. Hay que leer y viajar, es necesario para entender cómo emergen las potencias (India, China, Japón). Entender que necesitamos una ética y una filosofía propia, nuestra, a la vez local y universal.
Volviendo a Weber, se ocupa de la historia antigua y con ella, de la lengua alemana, las ciudades urbanas y rurales. Y de ahí, un acercamiento a la sociedad colonial, por cierto de los rasgos de la dominación española en América, por investigadores latinoamericanos. En la página 432 de Max Weber en Iberoamérica, los autores describen por completo la relación entre el gobierno urbano y la burocracia patrimonial. “Aunque derivado del feudalismo ibérico, el régimen colonial tuvo que acomodarse a las condiciones de las nuevas sociedades de ultramar. Estas se sedimentaron muy pronto en un sistema de castas que difería de la sociedad matriz en aspectos importantes. Españoles y naturales estaban obligados por ley a morar en sus respectivas repúblicas, pero la dependencia de la mano de obra nativa obligó a que las ciudades de españoles se rodeaban de barrios o pueblos de indios. La reducción de los nativos a formas de vida urbana semejantes en apariencia a las castellanas generó procesos sociales con características propias.” El autor se fijó en que “los Cabildos indígenas gozaron de cierta autonomía, pero la oposición entre las instituciones del cacicazgo, el municipio y el corregimiento corría necesariamente en detrimento de los indios del común (…) La estructura de la dos repúblicas institucionalizó en la América colonial formas diferenciadas de subordinación a la Corona, ya que los indígenas, aunque reconocidos como súbditos, estaban afectados por un estatuto de minoridad y sometidos a un régimen tributario específico. De hecho, dado el acelerado proceso de miscegenación y migración interna, la categoría de indio terminó por definir ante todo un estatuto fiscal y personal más que directamente étnico.” (…) “Para el estamento criollo, alimentado por las sucesivas oleadas migratorias, la posesión señorial de la tierra y el tránsito generacional del comercio al latifundio constituían la principal fuente de prestigio y la certificación de su ascenso en la escala social” (Francisco Colom).
Weber nos entregó el concepto de Patrimonialismo. No es americano, viene de las ciencias sociales europeas. “Es una forma de gobernabilidad en la que todo el poder fluye directamente del líder. Estos regímenes son autocráticos u oligárquicos y excluyen del poder a las clases media y alta” (Wikipedia). En la sombra de otras fuerzas, está en Weber, a diferencia de Karl Marx, todo eso que es emociones, sentimientos, algo que en castellano se le llama las ciencias de las emociones, o behaviorism en inglés.
En la palabra patrimonial está siempre el concepto de padre. Una forma de relación como la tuvieron las juventudes alemanas con Hitler. Algo más que el Jefe. El patrimonialismo es un sistema de poder concentrado en una o pocas personas que manejan todos los bienes de la sociedad como si fuesen su propiedad personal. Para el patrimonialismo en el Perú, dejo un ejemplo. Hemos visto el convencimiento, hasta la fe, del líder que cree que los peruanos quieren tener un poder centralizado en manos de unos pocos. Por lo general, no les gustan los gobiernos parlamentarios, pues no entienden la separación de poderes.