Pedro Corzo
Venezuela rumbo al socialismo real, el de Cuba
Un totalitarismo que extingue cualquier pretensión de justicia o libertad
Durante mis casi doce años de residencia en Venezuela tuve oportunidades que jamás disfruté en mi añorada Cuba. Había problemas, algunos muy serios, pero el marco de derechos y libertades del que disfrutábamos todos generaba espacios para la rectificación. Lo que más gustaba era la libertad de prensa y las discusiones abiertas en un marco de cordialidad y respeto.
Venir del control social absoluto existente en mi país, a un ambiente de tolerancia sin fanatismo, era un cambio invalorable. No había censura y menos autocensura. Cada escribidor decía lo que tenía en mente, incluidos aquellos que advertían un futuro desastroso y que eran calificados como profetas del desastre. Con el curso del tiempo supe lo cortésmente inclusiva que era la sociedad venezolana.
Conocí antiguos guerrilleros, personas que habían estado aliadas con Fidel Castro para destruir la democracia nacional y al percatarse lo que ese sujeto llevaría a su país, rompieron con el tirano. En su mayoría fueron líderes preclaros, como Américo Martin y Teodoro Petkof, entre otros, que no perdieron tiempo en denunciar y oponerse a la propuesta de Hugo Chávez de “castrizar” a Venezuela.
En los medios de información y en no pocas entidades, había simpatizantes y aliados del castrismo; no obstante, mis colaboraciones periodísticas nunca fueron censuradas. Aunque no puedo decir lo mismo de otras instancias como el Ateneo de Caracas, donde a la doctora Silvia Meso le dijeron que allí nunca se proyectaría un documental crítico a Fidel y la Revolución. Además, había periódicos y emisoras de televisión que no gustaban divulgar las noticias que la comunidad cubana exiliada proclamaba y personalidades que canonizaron a Fidel Castro en vida.
Había castristas solapados hasta en las fuerzas armadas, como indicó en el programa “Opiniones” de WLRN, el general en condición de retiro Carlos Peñaloza. Hugo Chávez, dijo el alto oficial, era protegido por otros militares superiores, en consecuencia, había unos cuantos topos. Por desgracia para los venezolanos y el hemisferio, los que alertaron sobre la quinta columna de los enemigos de la democracia no estaban equivocados.
El presente de Venezuela es mucho más caótico que el pronosticado y advierto, que puede ser mucho más grave si el presidente Electo, Edmundo González, refugiado en España, no asume el cargo para el que fue elegido por la mayoría del pueblo. Nicolas Maduro, Diosdado Cabello y el resto de los jenízaros, se verán obligados a cambiar toda la parafernalia gubernamental y del estado, imponiendo el socialismo real a la cubana, el único método que relativamente les garantizara la conservación del poder.
Son pocos los países que han sufrido un régimen totalitario tipo socialismo real, instaurado por los soviéticos a partir de 1917. Y son menos los aplastados por la variante castrista, una de las más crueles que se pueda considerar, similar a Corea del Norte o la Albania, de Enver Hoxha, otro sanguinario tirano que gobernó su país por 41 años, casi tanto como Castro, 49.
El totalitarismo extingue la más elemental noción de justicia y proscribe el disfrute de las libertades, de tal manera, que el más complaciente e ignorante de los sujetos, se percata que todo ha cambiado cuando se instaura. Destaco esto, porque muchos ciudadanos no entienden, hasta que lo pierden, la grandeza invaluable de los insignificantes espacios que disfrutan, las “pequeñas cosas,” diría Joan Manuel Serrat.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, desconocida por las autoridades, determina el fin de la libertad de prensa, información y expresión, concluyendo la censura, porque los medios informativos son sepultados.
El sectarismo y la intolerancia conducirán a la sociedad a un estado de crispación perpetuo. Las organizaciones de la sociedad civil, incluidos sindicatos, colegios profesionales u otras asociaciones, pasan a formar parte de la gigantesca correa de transmisión que moverá el nuevo estado.
La actividad económica está puesta en función de los intereses políticos. Los propietarios se convertirán en proletarios. La represión es parte consustancial del nuevo estado. Es inconcebible el control que ejerce el miedo en una sociedad en la que lo que no está expresamente permitido, es un delito.
Los partidos políticos serán declarados ilegales, no habrá elecciones sino votaciones. La educación se transformará en un arma de intimidación y control desapareciendo las escuelas privadas y religiosas, asumiendo el estado características teocráticas, puesto que sus líderes son los nuevos dioses.
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