Dante Bobadilla

Una era de odio

Una era de odio
Dante Bobadilla
02 de junio del 2016

Marchar en contra de una candidata no es un acto democrático

“¿Ustedes creen que en un eventual gobierno de Keiko Fujimori este tipo de discusiones podrían darse en la TV?”, pregunta Juliana Oxenford revelando el grado de distorsión de la realidad que sufre sobre los noventa, igual que toda una generación de jóvenes adoctrinados por el progresismo. Lo ocurrido en los últimos quince años es digno de muchos estudios, pues es una clara evidencia de cómo la gente construye su realidad solo con lo que le dicen, y que está dispuesta a creer cualquier cosa, incluso los más grandes disparates y cosas contrarias a la lógica.

Toda esa chiquillería histérica que salió a marchar coreando consignas de odio contra Keiko Fujimori no solo ignora la historia, sino que —por su propia condición— carecen de la necesaria perspectiva histórica para juzgar los hechos. Se tragan cuentos enteros de lo más absurdos y ridículos, como el de las 300,000 esterilizaciones forzadas o los 6,000 millones robados; reducen todo a simplificaciones burdas como “nosotros matamos menos”. Es la generación educada a través de memes y alimentada por los trolls. Marchan dando, una vez más, una patética muestra de lo que puede ser la juventud cuando sirve como carne de cañón a manipuladores sin escrúpulos.

La juventud siempre busca la manera de expresar sus frustraciones existenciales, objetivando en algo o alguien su rabia. Por eso resultan presas fáciles de los embaucadores. En el siglo pasado los llevaron hacia las románticas revoluciones armadas y al terrorismo, en la lucha contra el imperialismo, el capitalismo y todos aquellos elementos que servían para simbolizar sus odios. Todas esas ideas delirantes que proclamaban como verdades no eran más que basura digna de psicópatas de manicomio. Por ellas perdieron la vida jóvenes valiosos como Javier Heraud, muerto estúpidamente en Madre de Dios mientras jugaba a la revolución social. Y así murieron miles de jóvenes anónimos durante el terrorismo de los ochenta y noventa. Quizás los últimos fueron los chibolos del MRTA que tomaron la residencia del embajador japonés, siguiendo las ideas de un demente como Cerpa Cartolini. Para eso usan siempre a los jóvenes.

En los últimos quince años los jóvenes recibieron, de los mismos embaucadores de izquierda, otro tipo de adoctrinamiento: el antifujimorismo. Hoy los jóvenes ya no luchan contra el imperialismo ni contra las transnacionales, ahora luchan contra el fujimorismo. Ya no toman las armas, sino que se adueñan de las redes sociales; no disparan, sino que hacen memes; no crean partidos, sino colectivos ciudadanos. Ya ni siquiera luchan por el poder, se conforman con luchar para impedir que el fujimorismo vuelva al poder. En lo único que se parecen a sus congéneres del siglo pasado es en que marchan, aprovechándose de la democracia para burlar la democracia. En su tiniebla mental, alucinan que marchar en contra de una candidata es un acto democrático. Nadie les explica que en democracia se va a votar, no a vetar. En nada se diferencia la marcha anti-Keiko de las marchas que hacían los nazis amenazando a los judíos. Pero el predominio progresista en los medios es tal que nadie será capaz de alzar una voz crítica contra estos neofascistas callejeros. Al contrario, los aplauden y difunden a través de todos sus medios, en vivo y en directo, ese acto degradante de odio masivo.

Una señora llama a la radio y dice que está enferma de ver tanto odio en la TV. “Ya basta” se queja. Pero nadie le hace caso. El 90% de la prensa está dominada por el progresismo y hace causa común contra Keiko Fujimori. Los periodistas se quitan la careta de “objetivos e imparciales” para proclamar abiertamente su antifujimorismo. Es la pose correcta del momento. Ya saldrán con su camiseta o su vincha “Keiko no va”, como todos los que hoy rodean a PPK, rogándole que gane las elecciones; aunque después volverán a decirle que es un gringo norteamericano vendepatria, lobista y traidor a los intereses del Perú.

El Perú necesita recobrar la cordura y encontrarse consigo mismo. Es necesario detener el odio y la insanía mental del antifujimorismo, frenar las patrañas del progresismo y contar la verdad. A tanto ha llegado la mitología del antifujimorismo que ya ni siquiera cuadra con el relato de la CVR. No podemos seguir por el camino de la locura y el odio encubierto, como defensa de la ética. Keiko no es una candidata perfecta. Sus propuestas tienen de inga y de mandinga; pero lo fundamental es que tiene más que su contrincante. En primer lugar tiene vitalidad. Luego, un partido que la respalda y, lo más importante, una mayoría propia en el Congreso, que le facilitará el gobierno del país. El Perú ya necesita este cambio con urgencia.

 

Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
02 de junio del 2016

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