César Félix Sánchez
Un par de consejos a Rafael López-Aliaga
La única figura de la derecha que sobrevive a la reciente hecatombe electoral
Esta será mi última columna política en un par de meses. Las próximas se dedicarán a temas más profundos e importantes como apariciones de figuras divinas, cruces misteriosas, elogios de la filosofía, etc. Pero no quería antes dejar de escribir algunas líneas a la única figura de la derecha sobreviviente de la más reciente hecatombe electoral y que, de no mediar la fatalidad de la división y de las encuestas manipuladas, podría haber disputado la segunda vuelta con éxito ante Castillo.
Recordemos que Rafael López-Aliaga (RLA), contra la imagen atrabiliaria proyectada por los medios, fue uno de los pocos en manifestar una cierta abnegación durante la campaña del 2021. Le propuso a Hernando de Soto que sea su candidato presidencial. Sin embargo, no sabemos si fue la vanidad o el espíritu sectario de mi paisano economista, o quién sabe qué motivo hasta ahora desconocido. lo que lo llevó a decir: «¡Ups! Yo puedo hacer algo mejor…» y a hacer quiosco aparte en el vientre de alquiler Avanza País. De ese ups surgieron todas nuestras desgracias ulteriores.
Este solo hecho muestra que RLA era consciente de sus limitaciones, lo que lo hace socráticamente mucho mejor que muchos otros políticos que, al margen de sus dotes y títulos, siempre procuran parecer mejores de lo que son y se separan y pelean entre ellos por motivos estrictamente vinculados al ego. Además, RLA, por su condición de consagrado y cristiano practicante, conoce a la perfección que su acción política no debe ser un mero ejercicio de ambición barata o vanagloria, ni siquiera un deseo gaseoso de, como tantos ingenuos, «hacer del Perú un lugar mejor» no sabemos cómo, sino una vocación sagrada de la que depende la salvación de su alma. Estos dos elementos hacen que valga la pena ocupar el tiempo en darle un par de consejos políticos en estas horas aciagas para el Perú. Lo hago por este medio, como quien manda una botella al mar, porque hasta ahora no he encontrado forma alguna de hacérselos llegar personalmente. Y tampoco tengo demasiado interés en hacerlo.
En primer lugar, urge que convierta a Renovación Popular en un movimiento con coherencia y fortaleza doctrinal y programática. Tiene que ser el vehículo privilegiado para que cualquier peruano que defienda los valores cristianos, las libertades legítimas y la soberanía nacional pueda encontrar su hogar político. Hay que desterrar la vieja idea de un partido relleno de «campañeros», «hombres-de-confianza», «capituleros» y demás mercenarios que, sin haber internalizado lo que hace diferente a RP de otras alternativas políticas, simplemente «estén ahí» por razones de practicidad ramplona de algún congresista electo o cualesquiera otras figuras. Un movimiento tiene que abrirse, sin complejos ni mezquindades, a todos los peruanos de bien que tengan afinidad doctrinal con él.
Es también muy importante, aunque cierto sector limeño entre en trompo, proseguir con los gestos y actos que RLA ha venido haciendo orientados hacia un deslinde con la corrupción política reciente. La gran piedra de escándalo para la derecha en el interior del Perú es el desprestigio del clan Fujimori y sus asociados. En otra ocasión será preciso evaluar con mesura si este desprestigio está justificado o no y hacer balances históricos; pero ahora no conviene ni moral ni políticamente amarrarse a ningún cadáver. De ahí que convenga institucionalizar este deslinde y poner en alguna declaración de principios del movimiento o algo semejante, que no se consideran bienvenidos en él a cualesquiera individuos que hayan pisado la salita del SIN, la casa de Sarratea o la oficina de Barata.
Este gesto le quitará piso al único y eterno «argumento» contra la derecha de los izquierdistas y afines en el Perú: la llamada «corrupción aprofujimontesinista». Y no solo eso, será una forma de crear una nueva alternativa política que promueva una relación fundante entre la recta moral y la política, lejos de la realpolitik barata de tantos charlatanes y del moralismo inmanentista falso de los caviares. Ya esa visión ha sido compartida por RLA en algunas ocasiones, al reivindicar una posición socialcristiana y mencionar en varias ocasiones principios fundamentales del aristotelismo político.
Este par de consejos quizás sirvan de algo para el futuro de RLA o de Renovación Popular. O quizás no. Pero creo que existe un clamor por una alternativa de derecha nacional, defensora del estado de derecho y de la tradición cristiana y nadie está en mejor posición que RLA para encarnarla.
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