Javier Agreda

Un extraño en el purgatorio

Reseña de la película “El club”, de Pablo Larraín

Un extraño en el purgatorio
Javier Agreda
08 de septiembre del 2021


El director chileno Pablo Larraín (Santiago, 1976) tiene ya una larga trayectoria cinematográfica, que lo ha llevado a incursionar hasta en el mercado norteamericano, con
Jackie (2016), el biopic de Jacqueline Kennedy. Pero sin lugar a dudas la más reconocida de sus películas es El club (2015), que ha obtenido unos 30 premios internacionales, entre ellos el Globo de Oro a la Mejor Película Extranjera. Recientemente Netflix ha añadido esta película a su catálogo, una excelente oportunidad para acercarnos a la obra de Larraín.

En La Boca, un pequeño pueblo costero al centro de Chile, hay una anodina casa de dos pisos, cuyos ocupantes casi no tienen contacto con el resto de la población. Se trata de una propiedad de la Iglesia Católica, en la que habitan cuatro sacerdotes culpables de diversas faltas a la ética y delitos (pedoficilia, especialmente). Ellos viven ahí cómodamente, sin tener que trabajar (lo que explica el título de la película), cumpliendo con todos los rituales religiosos y hasta con una persona (la "madre" Mónica) que se encarga de todas las tareas domésticas. Pero esa paz se termina cuando llega un nuevo “miembro” a ese club, el padre Lazcano, quien es reconocido por una de sus “víctimas”, un pordiosero demente, que dice llamarse Sandokan y que deambula por las calles de La Boca.

Con este planteamiento austero, casi teatral, la película nos va entregando una serie de situaciones de gran intensidad dramática; desde la primera aparición de Sandokan, quien desde la calle se pone a describir, a gritos, los abusos a los que lo sometió el padre Lezcano, generando el pánico entre los curas. Y también una serie de diálogos reveladores. Especialmente aquellos entre los curas y un funcionario de la Iglesia (que pretende "cerrar" el club), en los que los personajes muestran sus complejas y patológicas elucubraciones en torno al pecado, la culpa, la fe, etc. En suma, un excelente guión, escrito por Guillermo Calderón y Daniel Villalobos; y muy buenas actuaciones de Alfredo Castro (padre Vidal), Roberto Farías (Sandokan) y Antonia Zegers (madre Mónica). 

El club es una fuerte denuncia de los abusos sexuales cometidos por algunos sacerdotes; pero va mucho más allá, y construye un universo propio, con una fuerte carga simbólica. La casa es una especie de purgatorio, una antesala al infierno –destino inevitable para las almas de todos los inquilinos– en la que todo está a media luz (los curas solo pueden salir de las casa al amanecer y al anochecer). Una sensación que es reforzada por la textura de la fotografía. Las terribles consecuencias de los abusos sexuales queda bien graficada en el personaje de Sandokan, en sus manías y obsesiones, y en la muy fuerte escena sexual que protagoniza. Así, todos los elementos (la relación de los personajes con el galgo, por ejemplo) pueden ser interpretados desde esta perspectiva. Y el final, que no revelaremos, es un muy apropiado castigo para los integrantes de este peculiar club.

Javier Agreda
08 de septiembre del 2021

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