Nancy Arellano
Un buffet insípido: a propósito del debate técnico
Ni sal ni picante. Más de lo mismo.
En las recientes columnas he venido tratando el tema de los partidos políticos y la necesidad de su reforma. La presente columna no se distancia de tal aseveración: es urgente que el sistema de partidos se componga, actualice y fortalezca. El reciente debate en Cusco entre “técnicos" estuvo lejos de ser un debate técnico, y también lejos de ser uno político. Otra muestra más de la necesidad, urgente, de reforma a los partidos. Desfilaron técnicos recién incorporados y otros de larga data en el gobierno, quienes no realizaron un esfuerzo serio para hacer uso de la palabra y dibujar el Estado que pretenden reformar una vez —otra vez— en el poder. Fue una exposición muda hecha para sordos. ¿Qué tiene que ver esto con los partidos? Que estos, como plataforma de funcionarios públicos y hacedores de políticas públicas, deben encauzarse en lograr técnicos —entiéndase profesionales— que sepan comunicar y defender planes de gobierno como respuesta coyuntural a una tesis política.
Un debate técnico es la explicación de la receta del plato que desean que el votante deguste, pero primero debe comprarlo con el voto. En este sentido el chef/técnico debe convencernos de las virtudes de su receta, de la calidad de sus ingredientes y de cómo la combinación que ha ideado logrará satisfacer a paladares exigentes. No hace falta ser más que humano para saborear un buen plato. Pero sí hace falta ser más que chef para describir una receta y convencer al comensal de probarla, hay que ser un muy buen chef. Del debate no pudo desprenderse cuál es el mejor platillo o el mejor chef. La ciega degustación logra hablarle solo a sus propios partidarios, que escudriñan sabores para sentirse "orgullosos". Pero esta práctica no atina a convencer de probar a los indecisos, quienes son el objetivo principal estas últimas semanas. Vimos desfilar bocaditos que no seducen ni invitan a saltar sobre la bandeja.
Los principales problemas del Perú, en orden —según las recientes encuestas de IPSOS— son delincuencia 61%, corrupción 47%, desempleo 26%, educación 21%, pobreza y narcotráfico con 19%. ¿Quién ganó el debate? Es difícil definirlo porque ningún técnico logró anotarse la maestría sobre algún tema, en términos de forma y fondo.
En el primer eje, sobre economía, encontramos a un Thorne que aludió a un contraste entre PPK y FP por tamaño de Estado, impuestos, poder adquisitivo y empleo; frente a un Cuba que se enfocó en el apoyo a las mypes, “decisión política con compromiso social”. Ambos se atacaron las propuestas, por un lado Thorne atacó los cambios de opiniones de Cuba sobre la flexibilización laboral, y Cuba intentó hacer lo propio respecto a que Thorne beneficiaba a “las grandes empresas”. Ninguno logra realmente decir cuáles serían los motores del crecimiento económico planteado, cómo lograrían un ciclo económico virtuoso, qué productos se apuntalarían para exportar, cómo evitar caer en un proceso de estancamiento económico, cuáles serían los sectores claves para favorecer el empleo, etc. Ni se reparó en la medida —por ejemplo— de tomar recursos del FEF (Fondo de Estabilización Fiscal) para el “boom de inversiones”, ni qué recortes supondría bajar el IGV un punto en el primer año; por mencionar una medida propuesta por cada bando. Pasaron las bandejas y no provocó tomar bocadito alguno.
El segundo tópico fue desarrollo Social. Vázquez versus Vizcarra. Fue destacable el enfoque de Vizcarra respecto al trabajo como medio para salir de la pobreza, la experiencia de Moquegua en términos de calidad educativa y el enfoque de servicios básicos, además de su manejo de cámara. Por su parte, Vázquez se perdió en cifras y compromisos “de honor” sobre mayor inversión del PBI, así como la promesa de eliminar la pobreza para el 2021. El ataque de Vizcarra sobre SUNEDU fue vagamente respondido por Vázquez, y luego Vizcarra mismo se enredó en su réplica. No sin antes ser blanco de un “acuñazo” por parte de Vázquez, quien preguntó si César Acuña sería el responsable de la política educativa de PPK. A lo que Vizcarra terminó respondiendo con las esterilizaciones forzadas de los noventa. Más bandejas, menos apetito.
Luego tuvimos a Huaroc y Aráoz para hablar de descentralización y reforma del Estado. Básicamente lo mismo, ataques a la gestión del otros, declaración de bonitas intenciones: “Estado aquí y ahora para todos” versus “democracia, transparencia y equilibrio de poderes”. ¿Y la reforma? Nada. ¿Cómo descentralizarán? Huaroc habló de un punto del IGV para FonComún, Araoz de que las regiones tuvieran voz y voto en presidencia. ¿Descentralización fiscal? No. ¿Descentralización administrativa? No. ¿Gobernanza multinivel? Jamás se mencionó. ¿Nuevo esquema de competencias compartidas, exclusivas y coordinadas? Tampoco. No vimos el hueso descarnado del debate, ni técnico ni político.
En seguridad ciudadana, tema que preocupa al 61% de los peruanos, todo quedó también resumido en tópicos al aire. El policía Miyashiro versus el técnico Costa. Calle versus escritorio. Al menos eso dejó entender el suspiro de Miyashiro. Se habló del 24x24. Miyashiro hizo ver que es una medida temporal, Costa acertó al decir que solo el 25% de los barrios tiene seguridad policial ¿Cómo van a ampliar esto si la PNP tendrá doble trabajo? A lo que Miyashiro respondió diciendo que los crímenes de los cambistas no hubiesen ocurrido si hubiésemos tenido el 24x24 porque hubiera habido cinco policías en esa calle. Pero más allá de eso, lo que vimos fueron ataques entre ex jefe y ex subordinado, algunas imprecisiones sobre lucha antidrogas y asomar el caso de Joaquín Ramírez y el lavado de activos. Ante esto, Miyashiro se retiró bandeja en mano y Costa quedó sin tiempo para decir nada más.
Los cierres: ¿nuevo Montesinos?, ¿un traidor en la silla presidencial? Sheput versus Chlimper. No muy provocativa la carta. En términos simples el cierre de Sheput se centró en describir a PPK como el demócrata respetuoso de la Constitución, los DD.HH. y la tolerancia. El ataque que lanzó fue: De Soto como el nuevo Montesinos y la tercerización de la defensa del Plan Perú (Plan de Fuerza Popular), en mano de asesores y no gente del partido. Por su parte Chlimper presenta a Keiko como una persona de claridad de pensamiento, con decisión política y firmeza en la ejecución; frente a PPK como un traidor que entrega a dedo los recursos y favorece a las empresas extranjeras, y cuyo plan es un “mamotreto frío y de escritorio”.
Como digestivo se ha servido el tema de las investigaciones de la DEA sobre el secretario de Fuerza Popular. ¿Qué le apetece finalmente? Yo sigo pensando que se trata de los partidos, del pluralismo político y fortalecimiento institucional como dieta democrática.
Nancy Arellano
@nancyarellano
Analista Político y Consultora en Politing® y Estrategias de Mercados. Magíster en Gobierno y Gestión Pública para América Latina de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (España), especialista en Finanzas Internacionales y Licenciada en Estudios Liberales de la Universidad Metropolitana de Caracas (Venezuela).
COMENTARIOS