Martin Santivañez
Toledo y los troyanos
El toledismo, que nació confrontando la corrupción, se hunde hoy en el mismo pantano
La crisis que atraviesa el toledismo es grave y profunda. Grave porque afecta la médula de su existencia: la persona del fundador. Y profunda porque ha logrado la escisión de parte de sus huestes, algunas con peso propio. Es interesante analizar el fenómeno toledista porque rápidamente sobresale su fatum trágico, ese hado terrible que suele caracterizar a la política peruana, pero especialmente trágico cuando hablamos de ellos. Como en el poema de Kavafis, ser toledista en el Perú, es ser una especie de troyano condenado a la desventura: “Son los esfuerzos nuestros / de los desventurados / son los esfuerzos nuestros como los de los troyanos”. Los esfuerzos del toledismo están condenados al fracaso político.
Algo consiguen, se reponen un poco y empiezan, como en los poemas, a tener coraje y buenas esperanzas. Pero entonces, siempre, otro liderazgo surge y los detiene: “Aquiles en el foso enfrente a nosotros / sale y con grandes voces nos espanta”. El toledismo es un movimiento que no atina a reaccionar. Ha perdido la capacidad de iniciativa y piensa que con un poco de voluntad y mediante pactos difíciles de consolidación, es posible durar en política. La audacia que lanzó al toledismo a las calles se ha desvanecido en un remolino de declaraciones inexactas o directamente falsas. El pacto humalo-toledista se ha reducido a una convivencia incapaz de presentar una estrategia coherente o una reforma a mediano plazo. De hecho, el toledismo, que nació a la vida pública encarnando la lucha contra la corrupción, se está hundiendo en los lodos del mismo pantano. Estas paradojas, tan propias de la condición humana, son las que hacen interesante la historia del Perú.
“En torno de los muros corremos / buscando salvarnos con la fuga”. La descomposición de los cuadros toledistas es una sangría de difícil solución. La capacidad de generar nuevos liderazgos en el toledismo se ha estancado por la propia ausencia del fundador, una ausencia que se siente más conforme el desconcierto va creciendo. Este desconcierto toledista ha sido alimentado por el ausentismo ideológico. El toledismo es otro de esos “pragmatismos” a los que hoy también se adscriben sus aliados, los Humala. El problema con los pragmatismos es de naturaleza similar: son ciertos por lo que niegan y falsos por lo que afirman. Estos pragmatismos, hijos del relativismo, se inclinan por “posicionarse” ante los problemas reales. Toman una posición interesada ante la misma realidad. Lo que en el enemigo es corrupción, en la propia piel es venganza política. Lo que en el enemigo es incapacidad, en terreno propio es “dificultades de coyuntura”. Lo que en el enemigo es clientelismo, en el otro lado es “inclusión social”. Estos pragmatismos, por su propio desquiciamiento en los principios, por la ausencia de valores referenciales, terminan por destruir la acción política al caricaturizar todo intento de reforma.
En el fondo, “nuestra caída es cierta / arriba, sobre las murallas / comenzó ya el lamento”. Todo personalismo relativista tiene en el horizonte el mismo triste final.
Por Martín Santiváñez Vivanco
31 - oct - 2014
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