Raúl Mendoza Cánepa
Toledo y los privilegios
En el Perú la justicia solo tiene el ojo izquierdo bien abierto
No se trata de si se ensañan o no con Alejandro Toledo, sino de que cumpla con los requerimientos fiscales y procesales que se activan apenas pise territorio peruano. No es él quien establece el tipo de detención, por más que asegure padecer de una enfermedad que pudo alegar en el proceso de extradición; es el Poder Judicial el que determina el tipo de carcelería, y las condiciones ya están predeterminadas. Resulta curioso que cuando se trata de Toledo muchos traten de lograr un trato más amable que el que se tiene con Alberto Fujimori, anciano y condenado a veinticinco años de prisión. Fujimori tiene, además, un cáncer probado.
En 2017 Fujimori recibió el indulto humanitario, pero se le devolvió a prisión. Restituido el indulto años después por el Tribunal Constitucional, la Corte Interamericana de Derechos Humanos fue célere para revertirlo y el Estado se allanó, señalando que le era vinculante. Y todos hicieron mutis. El origen del entuerto es la subjetiva sentencia con la teoría del dominio del hecho, construcción ideológica al fin de Roxin, que quizás lo condene de por vida, mientras muchos senderistas excarcelados caminan por las calles y hasta se organizan para tomar el Estado. El mundo al revés.
Los derechos humanos, que son una conquista liberal, parecen ser bastante útiles e instrumentales para la izquierda de todo matiz. Probablemente a la Corte Interamericana, siempre tan remota de los diagnósticos de los contextos locales, le interese buscar un mejor trato para Toledo y hasta es probable que le devuelvan la fianza y que sus ex socios azorados intenten mover todas sus fichas.
Toledo quizás cuente cosas que él y varios saben y a medias; y bueno fuera que haya preparado su mapa de corroboración, con lo que tal vez logre una prisión domiciliaria sin implicancia inmediata. La lógica de la colaboración eficaz es que sea integral y que, a contrapelo de la mitomanía, sea real y cierta. Justo fuera que el expresidente devuelva al Estado lo que le debe, pero parece más ávido de recibir dinero; la fianza por lo pronto, fiel a su estilo.
Como fuera, en el Perú la justicia es ciega y dicen que es una virtud; pero no lo es y no debe serlo (hay un vitral en una galería de la Corte Suprema con Temis sin los ojos cubiertos), porque taparse los ojos es tratar desigualmente lo que debe ser igual tratado y bien visto. En el Perú necesitamos que la justicia trate a todos por igual y evitemos repetir el aserto acerca de que “para mis amigos todos, para los demás la ley”, tal como decía Óscar R. Benavides.
En el Perú la justicia solo tiene el ojo izquierdo bien abierto, el otro le sirve para hacerla a trazos con su espada.
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