Eduardo Zapata
¿Tendrá rostro la izquierda el 2016?
Debacle electoral de la izquierda evidencia su desconexión con los sectores populares
Acabo de escuchar decir a Susana Villarán que ellos han entrado a la política “para quedarse”. Anticipando, en orden al 2016, la persistencia en la decencia como línea divisoria entre el quehacer político de la llamada izquierda frente a todos los demás que no adhieran a su postura.
Estaba claro que en los planes de esta autodenominada izquierda no estaba ganarle al señor Castañeda sino quedar segundos con una buena votación. Para constituirse en un capital electoral propio y significativo capaz de ser la expresión simbólica centrípeta que unificase a las diversas manifestaciones locales de la izquierda en las diferentes regiones.
Al parecer no leyeron bien ni su triunfo electoral inicial, ni los resultados de la revocatoria. Habían ganado por default y la alcaldesa no fue revocada fundamentalmente por los votos de los sectores A y B.
Los resultados obtenidos por esta izquierda de los incluidos ponen en evidencia su desconexión con los sectores populares. Y abren la interrogante de si es factible una posible articulación entre esta izquierda limeña de los incluidos y las izquierdas de los excluidos de las provincias.
La izquierda de los incluidos parecía pensar que la chalina verde era una prenda con la cual el pueblo se iba a identificar fácilmente. Cuando no se trata de una prenda común en estos sectores. La fallida habilitación de la Herradura no significaba la recuperación de una playa para el pueblo, sino una nostalgia clasemediera. La realización de pasacalles y conciertos era más importante que la rehabilitación del puente Bella Unión –en la Avenida Universitaria- que permitía a millones de personas de Lima Norte conectarse con sus quehaceres cotidianos.
Simbólicamente, iniciar la reforma del transporte con un corredor apresurado -pero sobre todo ajeno al tránsito regular de las personas de los Conos- terminó de divorciar a esta izquierda de los incluidos de los sectores populares.
Si nos atenemos a los contratos de obras firmados por la Municipalidad de Lima con grandes compañías extranjeras, brota un modo de ser de izquierda. Una izquierda que intenta actualizarse con los tiempos. Si nos atenemos a los leit motivs como la ecología y el medio ambiente, los derechos humanos y la lucha anticorrupción, podríamos estar en la misma lógica de comprensión. Si nos atenemos al uso de la palabra decencia –de claras connotaciones clasistas- ya nos alejamos del pueblo. Y si no entendemos que la ética en la política no es solo discursiva o producto de sermón de púlpito, sino asunto traducido en obras bien hechas y honestamente gestionadas, entenderemos el por qué esta izquierda de los incluidos se ha ido alejando de los sectores populares por los que dice luchar.
No queda claro –en este orden de ideas- cómo esta izquierda de los incluidos podría articularse con las izquierdas de los excluidos en las provincias. Peor aún, cuando no se obtuvo el segundo puesto ni el activo del caudal electoral deseados.
Es claro que el país no requiere (ni avala) una izquierda de meras nomenclaturas o leit motivs y tampoco sermones de decencia desde el púlpito. Requiere de la izquierda un sinceramiento ideológico y una actualización de sus premisas y propuestas. Sin ese esfuerzo de elucidación –hecho con honestidad y autocrítica- mantendremos el divorcio entre la izquierda de los incluidos y las izquierdas de los excluidos y el país se perderá la voz de una izquierda con autoridad.
Eduardo E. Zapata Saldaña
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