Alejandro Arestegui
Stefanoni: partiendo del desconocimiento
Reseña del libro “¿La rebeldía se volvió de derecha?”
Debido a los últimos acontecimientos que acontecen en nuestro mundo, se puede decir que estamos viviendo en otra época caótica y turbulenta, de esas que son el germen de las ideologías y movimientos más extremos y por lo tanto más perversas para una sociedad libre, en ese sentido la izquierda ve preocupada cómo su monopolio político consolidado de poder y status quo se ve amenazada por el auge de nuevas corrientes, que erróneamente catalogan como de “extrema derecha”. Uno de los autores más prominentes en este sentido es un historiador y periodista argentino llamado Pablo Stefanoni, el cual escribió un libro desde la posición del espectro izquierdista para partir de estos nuevos movimientos que según él pueden dominar o marcar tendencia en el aspecto político en casi todo el mundo, su libro lleva por título ¿La rebeldía se volvió de derecha? Su publicación data de finales del año 2021. Es menester hablar de este tipo de contenidos, ya que lamentablemente estas son las obras que se difunden y son lecturas casi obligatorias en algunas escuelas profesionales de ciencia política y gobierno en las facultades de politología alrededor de Latinoamérica. ¿Cuál sería el problema entonces? La problemática parte que, en este tipo de contenidos y obras, numerosos autores que desconocen de economía básica, derecho y también de ciencia política empiezan a realizar investigaciones mediocres llegando a catalogar a todos estos nuevos movimientos dentro de uno solo, homogeneizándolos en lo que ellos denominan “la nueva y extrema derecha” o peor aún, el “resurgimiento del fascismo”. Debido a que este tema es tan complejo e interesante que valdría la pena incluso realizar un libro al respecto, de momento voy a realizar una pequeña reseña de esta obra indicando cuáles son sus más graves errores y por qué esta lectura carece del rigor académico y de una seriedad suficiente como para poderla tomar en serio y considerarla una base intelectual importante en facultades dónde se forman a los politólogos del mañana.
Siempre que los sectores izquierda desean criticar el modelo actual tachándolo de ultracapitalista y de ir en contra de los intereses de las clase más bajas, aluden a este surgimiento de regímenes autoritarios que ellos denominan “de extrema derecha” y que vienen a destruir el modelo liberal tanto económicamente como al sistema político que fue implantado con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, generalmente se amparan como único referente liberal de esta tesis al filósofo americano de origen japonés Francis Fukuyama, el cual en su libro “El fin de la historia y el último hombre” aludía erradamente que el capitalismo había triunfado y que la democracia liberal se implantaría en todo el mundo una vez que la Unión Soviética cayó por el propio peso de sus fallidas políticas, nada más alejado de la realidad. Tantas han sido las críticas por parte de diversos sectores (incluyendo los liberales), que el mismo Fukuyama años después ha tratado de rectificarse a través de sus libros más recientes entre los cuales podemos destacar “Identidad” de 2019. Su error conceptual es gravísimo y ha servido durante años para que la izquierda pueda vilipendiar y despotricar constantemente en contra de un supuesto modelo “ultracapitalista”, al parecer delirios de pseudointelectuales.
Para empezar, el sistema económico y político implantado al terminar la Segunda Guerra Mundial podemos definirlo mejor como una especie de “socialdemocracia”, pues en el plano económico la escuela que ganó mayores adeptos y que se aplicó en la mayoría de países del mundo fue el keynesianismo (manifestado en cuestiones como el New Deal, el Plan Marshall o los acuerdos de Breton-Woods, donde Keynes participó activamente), mientras en Latinoamérica se aplicó la fallida receta del desarrollismo (llamada también industrialización por sustitución de exportaciones, con una notable influencia de Keynes en sus planteamientos económicos). En Europa y Estados Unidos las ideas keynesianas se implantaron casi a rajatabla, a tal punto que en 1971 el presidente Nixon cometió el grave error de terminar de eliminar el patrón oro, si bien es cierto que Alemania llevó un rumbo distinto al aplicar recetas del llamado Ordoliberalismo, que la beneficiarían y le permitirían lograr un crecimiento económico sin parangón que sería denominado como el “Milagro Alemán”, lamentablemente el modelo fue dejado atrás por culpa de los políticos, una concertación de socialcristianos y socialdemócratas que terminaron convirtiendo al modelo Ordoliberal en un sistema demagógico y populista, que no termina de explotar el potencial económico de un país y que hoy conocemos como “economía social de mercado”. Aquí está el origen de todos los males causantes de la grave crisis económica que azota la mayoría de países desarrollados: El intento desesperado de los políticos por querer establecer a la fuerza un “estado de bienestar”, también conocido como el Estado benefactor y que salvo honrosas excepciones, ha demostrado provocar una desaceleración y una caída grave en el producto bruto interno de los países que intentan aplicarlo, sin ir muy lejos y regresando a Alemania, desde la implantación del modelo de Estado de bienestar y la economía social de mercado, la economía Alemana incluso reunificada ha ido de creciendo y hasta ahora no se ha logrado un crecimiento sostenible y tan alto como lo logró a inicios de los años 50 siguiendo el modelo Ordoliberal, a pesar de serias advertencias de los economistas liberales como Mises, Hayek y Röpke, esta demagogia alimentada por el deseo de los políticos de obtener más votos es el modelo económico que prima de Europa en casi todos los países sin importar qué tan preparada está su economía para la creación de un estado de bienestar, estas políticas nefastas difundidas por toda la Unión Europea han sido causantes de traspiés económicos a comienzos de los 2000 deteriorando seriamente la salud fiscal y endeudando gravemente a países como España, Grecia, Portugal o Croacia. Tampoco es de extrañar que dichas crisis se han llevado a cabo debido a las torpes políticas de partidos y de estadistas de extrema izquierda como es el caso del griego Alexis Tspiras o el español Pablo Iglesias. Mientras tanto la izquierda sigue despotricando contra el modelo, el cual políticamente tampoco puede ser considerado del todo liberal, ya que esta democracia populista camuflada cómo “ democracia participativa”, demuestra en los sondeos y encuestas más recientes que grandes porcentajes de la población no se sienten en ningún momento representados por los políticos que dicen representar a su sector poblacional o área demográfica determinada por la cual son elegidos, ya sea en sectores tan pequeños como provincias o localidades como en sitios mucho más grandes y responsabilidades mayores como puede ser el Europarlamento. Es aquí donde surge este fenómeno que responde evidentemente a la incapacidad de los políticos tradicionales por resolver los problemas que aquejan a un gran sector de la población, es así que en todos los países que han sufrido crisis económicas y sociales graves, sumadas también al terrorismo, la inmigración exacerbada y el estancamiento económico de las clases medias europeas, donde surgen figuras que abiertamente desafían el establishment político y que se han catalogados por extrema izquierda como los más peligrosos que se han visto desde el fascismo. Hablo de ejemplos claros como Marine Le Pen en Francia, Georgia Meloni en Italia, Víctor Orbán en Hungría, Santiago Abascal en España o incluso citando a políticos un poco más antiguos y que llevan bastantes años en el poder como lo son Vladímir Putin en Rusia o Recep Tayyip Erdoğan en Turquía. Tachar a todos estos políticos de “extrema derecha” es desconocer que el espectro político actual va mucho más allá de los simples parámetros tradicionales de “izquierda-centro-derecha”, sino que por el contrario la mayoría de estos políticos emplea profundamente el populismo y el nacionalismo (qué a través de la historia se ha visto ejemplos de qué estas estrategias pueden ser aplicadas por cualquier bando, color o ideología política). Lo que prima en estos políticos al entablar políticas económicas bastante peculiares que no son ni capitalistas ni tampoco socialistas, aplicando fuertes controles a la inmigración o aliándose con otros regímenes autoritarios es lo que se debería de denominar claramente como pragmatismo, esta palabra tampoco empleada por los literatos y académicos izquierda es algo que no les conviene, puesto que ellos quieren aprovechar el desconocimiento de un sector de la población para englobar a todos estos políticos dentro de lo que ellos denominan la “Nueva derecha”. Lo que es peor, realizan una auténtica ensalada de frutas al mezclar todo tipo de conceptos y de definiciones como es el caso del libro “¿La rebeldía se volvió derecha?”
En esta obra del izquierdista argentino Pablo Stefanoni (izquierdista trotskista recalcitrante, autor de la columna periodística responsable de lavar la imagen en Argentina al entonces candidato Pedro Castillo), en el libro realiza una investigación bastante mediocre y una indagación bastante superficial llegando a colocar a políticos pragmatistas y populistas de la talla de Víctor Orbán y Donald Trump cómo movimientos políticos que ideológicamente discrepan bastante pero que sin embargo los tratan de relacionar a la fuerza, como es el caso del movimiento Libertario o la figura de nuevos políticos sudamericanos bastante distintos entre sí como el salvadoreño Nayib Bukele, el brasileño Jair Bolsonaro o el argentino Javier Milei. En un total de cinco capítulos llenos de confusión y de divagaciones, así como un mal empleo de términos, califica el movimiento Libertario de “extrema derecha” (tan pobre es su conocimiento de conceptos libertarios e incluso de la simbología de este movimiento que piensa que los seguidores de Donald Trump son libertarios por el simple hecho de emplear la “bandera de Gadsden”, la cual lejos de ser un símbolo puramente Libertario es un gráfico que fue creado durante la guerra de independencia estadounidense y que no es exclusiva de un movimiento en particular). Al no pertenecer a este movimiento y no leer suficiente resaltan las confusiones de Stefanoni malinterpretando muchas premisas y comentarios de intelectuales libertarios como Murray Rothbard o Lew Rockwell, lo peor de todo recién comienza. En los siguientes capítulos alude a un supuesto “Homonacionalismo”, habla de un renacer ultraconservador y además mezcla esto con conceptos de nuevas tribus urbanas y filosóficas de la llamada “andrósfera” o del “ecofascismo”, sin embargo, estos últimos dos movimientos no son políticos en su esencia el resultado de una reacción a la cultura progresista y woke qué comenzó a implantarse en Estados Unidos y que hoy se expande por todo el mundo. Alude a que todos estos movimientos están reunidos en uno solo y que pertenecen a la “nueva derecha” la cual no solamente es “antiderechos” y “antisistema”, sino que pretende subir al mundo en una “nueva de edad de autoritarismo y tiranía”. Para concluir, Pablo Stefanoni indica que su libro debe servir como una advertencia a las izquierdas del mundo, para no dejarse vencer por estas nuevas corrientes y movimientos, que en palabras suyas nunca han puesto los intereses del pueblo y que en realidad estamos ante un resurgimiento del fascismo (alguien debería de haberle sugerido algunos autores fascistas, además Stefanoni y otros autores izquierda durante años han estado empeñados en ocultar los orígenes marxistas del fascismo).
Puedo concluir esta columna diciendo que el libro de Stefanoni es bastante pueril, mediocre y desinformado. No me queda más que hacerle una recomendación a este periodista argentino que ha tratado de realizar una pobre antítesis, una versión izquierdista del bestseller “El Libro negro de la nueva izquierda” de Agustín Laje. Para realizar una investigación con el menor de los sesgos posibles y que ofrezca un panorama amplio y le permita lector realizar sus propias conclusiones, este libro merece tener una base bibliográfica sólida, asimismo el autor de empaparse en temas muy importantes como historia del pensamiento económico, historia de las ideas políticas, sociología y derecho; entre otras, para poder ofrecer pruebas mucho más contundentes y para relacionar movimientos que sean tan heterogéneos entre sí y catalogarlo como un todo que a él llama “La Nueva Derecha”, evitar mencionar barbarismos bajo apariencia de neologismos y claro está también, hacer una mea culpa de todos los errores graves que está cometiendo a la izquierda a nivel mundial. Reitero que la tesis de Fukuyama estaba equivocada ya que, a diferencia de lo que muchos incrédulos se niegan a aceptar, políticas tan nefastas como el imperialismo chino y el comunismo siguen vivas y el resurgir de izquierdas extremas bajo el grupo de Puebla (ex foro de Sao Paulo) forma parte de la estrategia del nuevo marxismo para controlar los países de Latinoamérica, a diferencia del autor que crea teorías conspiranoicas en base a la “Nueva derecha”, yo me baso en autores marxistas que afirman lo que acabo de escribir sobre la extrema izquierda (si desea saber más pueden leer los últimos trabajos del marxista brasileño Michael Löwy), esto refuta completamente la tesis de Stefanoni, que alude que en Latinoamérica gente como Milei y Laje luchan contra un enemigo inexistente o invisible, sin embargo los aberrantes postulados de la izquierda marxista, sumados ahora con corrientes posmodernas y progresistas que han implantado en el establishment político cuestiones como la corrección política, la revolución sexual, la igualdad de inclusión forzada y “derechos” de tercera y cuarta generación son tan reales que están infectando el mundo entero, a tal punto de tener gobiernos democráticos en el papel pero autoritarios en la realidad como es el caso del gobierno de Canadá, o tener a millonarios financiando proyectos de dudoso cines como es el caso de George Soros o agentes incluso dentro de las religiones para ir generando dicotomías y divisiones internas como es el caso del mismísimo Papa Francisco dentro de la Iglesia Católica. Todo esto es negado por el autor Stefanoni, quien como buen militante izquierdista, lo único que critica la izquierda es no haber hecho lo suficiente para frenar el avance de la “Nueva derecha” sin criticar a la extrema izquierda que ha sido responsable de numerosas políticas fallidas que han causado nefastos resultados económicos en la población más pobre y vulnerable, así como un movimiento cultural destructivo de tradiciones y empeñado por callar a todo aquel que se opone a esto, llegando a censurar incluso a intelectuales de izquierda, pero que son conservadores y muchos aspectos (como es el caso de Zygmunt Bauman). Por otra parte, si queremos analizar de forma correcta el surgimiento de nuevas tendencias y movimientos políticos, tenemos que desgranarlos y separarlos, porque confundir o incluso asociar a Víctor Orbán con Javier Milei no solamente es algo descabellado, sino que es propio de alguien que carece de la suficiente formación como para poder discernir y establecer puntos de partida para realizar una comparación, cosa que, al parecer, el historiador y periodista Pablo Stefanoni carece por completo.
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