Semana Santa en el Perú

Variantes locales de los tradicionales rituales cristianos

Como peruanos nos resulta imposible evadirnos de los tradicionales rituales propios de Semana Santa, que desde la más temprana infancia han dejado huellas imborrables en nuestra memoria. Y es que cuando los españoles llegaron a esta parte de América encontraron que su particular catolicismo combinaba bien con ciertos mitos y creencias precolombinas. Es el “sincretismo” cultural del que tanto han escrito los especialistas. Y entre los rituales cristianos que resultaron más potenciados con este fenómeno están todos los relacionados con la Semana Santa. Hoy esos rituales “mestizos” son motivo de asombro para los turistas de todo el mundo, y temas para las más audaces obras literarias y artísticas. Veamos algunos casos.

Desde mediados del siglo XIX destacan nítidamente en nuestro país las celebraciones por la Semana Santa realizadas en la ciudad de Ayacucho, en las que se han mezclado profusamente los ritos católicos con la festividad popular. Se trata de un gran espectáculo masivo y colorido que dura diez días, desde el Viernes de Dolores (el inmediatamente anterior al Viernes Santo) hasta el Domingo de Resurrección. En ese lapso, las calles de la ciudad se llenan de procesiones, desfiles, música, bailes populares y hasta de alfombras de flores, siguiendo un estricto orden programático. Sin duda, una de las más grandes manifestaciones del mestizaje cultural americano, y en la que se observa la compleja dinámica social propia de los Andes peruanos.

En Lima también se modificaron, aunque no tan radicalmente, los rituales relacionados con la Semana Santa. El fervoroso catolicismo de los primeros limeños —entre los que estuvieron los únicos santos nacidos en el Perú: Santa Rosa y San Martín—, llevó esos ritos hasta extremos de dramatismo no vistos en ninguna otra parte. Acaso la mejor expresión de ello sea el famoso “Sermón de las tres horas” o “Sermón de las siete palabras”. Aunque muchos no lo sepan, se trata de una costumbre peruana. Según la investigadora Gabriela Lavarello, quien creó este sermón fue el sacerdote jesuita limeño Francisco de Castillo, el Viernes Santo de 1660. Las palabras del sacerdote —reflexiones en torno a las siete frases que pronunció Cristo durante su crucifixión— conmovieron tanto a la audiencia que tuvo que repetirlo al año siguiente, iniciando una tradición que ya ha trascendido nuestras fronteras. Normalmente este sermón se desarrolla entre el mediodía y las tres de la tarde del Viernes Santo.

Hay diversas ficciones peruanas que tienen como telón de fondo la Semana Santa. Una de las más importantes es la novela Abril rojo (2006) de Santiago Roncagliolo, ganadora del prestigioso Premio Alfaguara de Novela. En este libro se relata una serie de crímenes ocurridos en la ciudad de Ayacucho precisamente durante las celebraciones de Semana Santa del año 2000. Pero más allá de lo “exótico” de la fiesta, descrita ampliamente a lo largo de la novela, Roncagliolo brinda a los lectores un amplio retrato de una sociedad ayacuchana aún dividida, como consecuencia de la violencia terrorista.

También durante la Semana Santa transcurren los sucesos narrados en la película Madeinusa (2005) de Claudia Llosa, ganadora del Festival de Cine de Lima. Llosa nos lleva al imaginario pueblo de Manayaycuna, en el que los rituales de Semana Santa incluyen un ficticio “Tiempo Santo”, entre la muerte y la resurrección de Cristo, en el que se puede pecar libremente, ya que Dios “no puede ver lo que pasa”. No es necesario recalcar que ese Tiempo santo está relacionado con ciertos mitos andinos, y que el tema de fondo de la película es también la violencia política de aquellos años.

Javier Ágreda