Francisco Swett

¿Se desinfla la globalización?

A partir de la guerra comercial EE.UU-China

¿Se desinfla la globalización?
Francisco Swett
02 de septiembre del 2019

 

La guerra comercial entre Estados Unidos y China tendrá efectos duraderos y perniciosos. La globalización, que alguna vez se consideró la “nueva norma” en el convivir de las naciones, quedará relegada a ser una anomalía, y el nacionalismo levantará su cabeza una vez más. 

Las evidencias se presentan a diario. Y el divorcio entre las dos superpotencias será cada vez más contencioso, más aún si Trump es reelecto. China ha dejado de ser el mayor socio comercial de los americanos. Trump ha expresado que puede prohibir en cualquier momento que empresa americana alguna haga negocios con China; ha puesto a Huawei en la lista negra y prohibido la transferencia de tecnología que se considere que pueda afectar la seguridad nacional de los Estados Unidos; se ha referido a Xi JinPing como “enemigo” y mantiene el objetivo de cambiar la naturaleza misma de la economía china, violentando la razón misma de ser del Partido Comunista Chino.

Los orientales, por su parte, han producido su contrarréplica. Han puesto aranceles de 30% contra las importaciones de granos y alimentos desde Estados Unidos (son 3% para el resto de países), tomarán acciones similares contra la importación de vehículos, impondrán más restricciones a las empresas americanas, han reducido sus tenencias de bonos americanos en más de $ 90,000 millones y buscan afanosamente establecer nuevas alianzas comerciales frente a la debacle comercial experimentada. 

Si Trump (quien con característica bravata expresó que “las guerras comerciales son fascinantes y fáciles de ganar”) pensó en algún momento que con la mera amenaza de barreras comerciales iba a poner en vereda a los chinos, en la práctica, y hasta ahora, no ha conseguido los resultados buscados y está arriesgando la posibilidad de que la economía americana entre en ciclo recesivo. El centro gravitacional de la economía mundial se está moviendo hacia Asia. Y este continente, junto con Europa (que también está amenazada por Trump), constituye un bloque económico formidable. Bien puede producirse una solución de “desenganche”; después de todo, el comercio internacional americano representa no más allá del 15% del total. 

La consigna de “América primero”, la misma que usaron los aislacionistas y filonazis cuando se oponían al ingreso de los Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial, se ha traducido en la destrucción concertada del orden económico mundial cuyos arquitectos y directores fueron los mismos americanos. Fueron ellos quienes impulsaron la apertura del comercio, inicialmente a través del GATT y posteriormente con la institucionalización de la Organización Mundial de Comercio (OMC) de la cual Trump ha amenazado retirarse. Se corre el riesgo de “desandar lo andado” y volver a tener que reinventar la institucionalidad que tanto trabajo ha costado construir.

Los europeos calculan que es cuestión de tiempo antes de que las amenazas contra su comercio se cumplan y los automóviles deban pagar aranceles para salvaguardar la “seguridad nacional”, tal como la concibe la Casa Blanca. Los canadienses y mexicanos debieron someterse al desmantelamiento de NAFTA; y los últimos, por su parte, han debido enfrentar la amenaza de aranceles del 25% si no se hacen cargo de controlar a los inmigrantes que escapan de Centroamérica, acosados por la violencia que el narcotráfico, por alimentar a su mayor mercado, ha ocasionado a sus fallidos Estados. 

Y la descomposición se ahonda con las escaramuzas iniciales de la guerra de las divisas. En esta ocasión el Tesoro Americano declara a China como manipulador de la moneda, arrogándose para sí una autoridad que en el orden internacional le corresponde al Fondo Monetario Internacional (FMI). Amenaza también a la Unión Europea de tomar medidas retaliatorias contra el euro, luego de que el Banco Central bajara la tasas de interés a territorios negativos. En casa es la Reserva Federal el pararrayos que debe soportar la tormenta en la misma forma que, a nivel de cada hogar, son las familias más pobres las más afectadas por las restricciones impuestas al comercio. 

Queda así escrita una nueva partitura de las relaciones internacionales. En otro momento analizaremos el impacto que todo esto tendrá sobre las economías emergentes, que sufrirán jaquecas importantes como consecuencia de la bifurcada economía, otrora global, que se perfila en estos tiempos.

 

Francisco Swett
02 de septiembre del 2019

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