Raúl Mendoza Cánepa
Recuperar el Parlamento
No existe crisis de legitimidad, pero sí de representación
El Congreso rara vez ha pasado del 30% de popularidad. Desde el año 2000 fluctúa (momentos críticos) en alrededor del 10% de aprobación. Quien recuerde al Congreso de Alejandro Toledo coincidirá en que la voz unánime era que se vaya y que con él se vaya el presidente. Lo mismo ocurrió luego y más luego y luego también porque si hay una constante en la historia republicana es la crisis parlamentaria y la voz cantante del manido “que se vayan todos”, un salto al vacío tomando en cuenta que el sucesor de la presidenta Dina Boluarte, sin reformas previas, podría ser bastante más peligroso que Pedro Castillo.
Manuel González Prada se despachó muy bien sobre los vicios de la representación. Así que no hay nada nuevo y el máximo error es confundir desaprobación con ilegitimidad. La legitimidad es el título o justificación para lograr obediencia como autoridad; y las leyes tienen el mismo poder y vigencia en razón de que es el Congreso el que las expide y las leyes hay que cumplirlas. Porque las firmen diez “niños” o un cuestionado al cubo no deja de ser ley.
La de los parlamentos es una impopularidad casi conjunta cuya data no representa nada para su autoridad. Según Gallup, el Congreso de los Estados Unidos logró en 2014 (por decir una fecha) apenas el 16% de aprobación, la más baja desde 1974. Es la democracia más sólida del mundo y nadie le dice a un miembro de la cámara de representantes “no me representas” ni se para frente al Capitolio para entonar el estribillo tan argentino, propio de los piquetes y cacerolazos de 2001: “que se vayan todos”. Como se ve, el “que se vayan todos” no soluciona nada si lo que está afuera podría ser peor o la continuación de lo anterior.
El Congreso peruano es, pese a sus defectos (no más groseros que de otros congresos que recuerde), legítimo. Su mandato concluye en 2026, no se puede ir por renuncia, sí por disolución y bajo las prescripciones de la Constitución. Ni la renuncia de Boluarte llama a una elección parlamentaria porque de lo que se trata en el texto es de reemplazar a quien dejó la Presidencia vacante. Así que calmar el bobo, el Congreso es legítimo con buffet o sin buffet, con sensualidad gastronómica o sin ella por la simple razón que así lo manda la Constitución. La cuestión sobre las delicias culinarias del comedor parlamentario es de las más inconvenientes, lo es porque sí y por el momento en que se da: cuando muchos llaman a su cierre mientras se cierne sobre la república el caos.
Más grave que el buffet es que en la composición parlamentaria actual se cuenten congresistas investigados por negociar en la sombra con el presidente Castillo, el Congreso convertido en mercadillo, uno que ya no expresa con pulcritud la representación cabal de los ciudadanos que votaron por él. ¿Cuántos son los niños en realidad? Eso sí importa porque, aunque no exista crisis de legitimidad, sí existe una de representación.
El título de esta columna, “Recuperar el Parlamento”, es una ironía. Pero comencemos por recuperar los partidos políticos, sempiterna utopía alimentada por los expertos.
PS. Para ser congresista hay que conectar con la sensibilidad de la gente. Si no van a tener cuidado de sus palabras, mejor que aprendan a reverenciar el silencio.
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