Jorge Morelli
Pragmatismo
Sobre la corriente de pensamiento político fundada por William James.
El pragmatismo no es oportunismo o demagogia, como se cree. Es, más bien, lo contrario del oportunismo y la demagogia. Filosóficamente, es una corriente de pensamiento fundada por William James, un método para conocer y actuar eficazmente sobre la realidad.
El pensamiento ideológico, por el contrario, suele operar de manera deductiva. Su método de conocimiento parte de un idea “pura”, platónica, por lo general un principio moral –de preferencia el de moda- para acercarse a la realidad. Al comprobar el contraste chocante que inevitablemente existe entre las pobres copias de la realidad -sombras de la Caverna- y las ideas puras a las cuales la realidad, según él, debería parecerse, el método desemboca en la parálisis.
Por eso es inútil o peligroso pedirle al pensamiento ideológico un curso de acción para la solución de un problema concreto. Cuando su diagnóstico fracasa, declara que la superación de la brecha entre idea y realidad es un problema ético, que involucra un cambio en la naturaleza humana. Desemboca fácilmente en peligrosas recetas para la conducta moral supuestamente correcta.
El pragmatismo, por el contrario, es inductivo. Parte de la observación cuidadosa de la realidad y de la exacta naturaleza del problema y su proceso, antes de precipitarse a procurar una solución a la medida de una ideología o de la conveniencia oportunista en una coyuntura cualquiera. La suya es una dimensión, digamos, humana de la acción.
El pragmatismo no es, pues, una ideología. Es más bien una anti ideología. He allí por qué el pensamiento caviar siente por este una aversión insuperable.
El pragmatismo en política ha sido reivindicado por el fujimorismo en el Perú. Es un rechazo de la ideología que le permite postular al mismo tiempo metas solo en apariencia contradictorias: igualdad de oportunidades, libertad económica, gobernabilidad política.
Uno tras otro, los gobernantes que le sucedieron –Toledo, Alan García, Ollanta Humala- fueron convertidos por el pragmatismo fujimorista hacia la necesidad de avanzar en las metas sociales, preservar los principios de una economía de mercado y enunciar, al menos declarativamente, que la institucionalidad debe ser reconstruida. Lamentablemente, han fracasado en esto último de manera clamorosa. Esa tarea la hará el próximo gobierno.
Lo sorprendente es comprobar hoy, parafraseando a Borges, que la victoria del pragmatismo fujimorista en el Perú es tan vasta y fundamental que no hay quién se declare pragmático porque, en el fondo, no hay quien sea otra cosa.
Por Jorge Morelli (@jorgemorelli1)
15 – Jul – 2015
COMENTARIOS