Juan Sheput
¿Por qué sube Castañeda Lossio?
Una mirada crítica a la gestión y el desempeño del alcalde de Lima.
La aprobación a un político ha vuelto a ser un tema protagónico desde que hemos tenido, gracias a las últimas encuestas, la sima y la cima, la cavidad y el pico, de la popularidad de algunos personajes notorios, como es el caso del presidente de la República (10%) y el alcalde de Lima (65%). Mientras uno muestra una caída libre el otro manifiesta una tendencia alcista. Es consecuencia de lo que vienen haciendo, bien o mal, o lo que simplemente no hacen. La medición de la popularidad es un tema complejo y no obedece tan sólo a la actuación de una variable. Desde ese punto de vista se equivocan quienes, haciendo gala de un simplismo poco responsable, atribuyen el alza de la popularidad de Luis Castañeda Lossio a la eficacia de su gestión y al efecto comparativo en relación al lamentable desempeño de Susana Villarán.
En ese sentido no creo que sean los únicos elementos a tomar en cuenta. Hay muchos más.
Castañeda Lossio también sube en las encuestas, sobre todo en los sectores D y E, porque no se mete con nadie. Las reformas, que Castañeda ha abandonado, generan costos que él no desea asumir. En la actual gestión las combis no son perseguidas ni llamadas al orden. Igual sucede con los otros medios de transporte desde mototaxis hasta omnibuses. Ni que decir de los terminales terrestres. Las amenazas de la anterior gestión municipal de sacar a los terminales que están en pleno centro de Lima hoy no existen. Las motocicletas pasan por la vía expresa y los camiones y la maquinaria pesada de construcción por el centro de la ciudad. Hay libertad para “trabajar” y el orden o el caos vehicular es lo de menos. Como es obvio, la tranquilidad ha vuelto a los hogares de los transportistas que hoy hacen lo que quieren en la bien llamada Calcuta de América Latina.
Igual sucede con los ambulantes. Estos han vuelto a invadir todo el sector de La Parada y el centro histórico de Lima. Ya no hay autoridades molestosas que los desalojen o que les exijan medidas sanitarias. El caos es el equivalente a la zona de confort deseada la cual, evidentemente, no quieren cambiar.
Ni que decir de otras enfermedades sociales como la prostitución o la delincuencia. Estas, parte de la inseguridad, se han posicionado como síntoma de nuestra normalidad. Permitir que cada quien haga lo que se le dé la gana granjea simpatías y, cómo no, popularidad.
El factor político también tiene que ver. Ya no hay congresistas preocupados del quehacer municipal y mucho menos regidores. Los fanáticos de la transparencia y de la presencia del alcalde en la presidencia del Concejo Municipal hoy son silentes cómplices de la mediocridad administrada. La tranquilidad reina en este frente.
Me ratifico en que lo peor que le ha podido pasar a Lima es que haya caído en manos de Luis Castañeda Lossio. No esperemos nada más que obras que llenan las billeteras de algunos y también de algunas constructoras, pero que no cambiarán el panorama caótico del transporte en la ciudad como no lo cambiaron las obras inútiles de los ocho años de sus dos anteriores gestiones. Olvidémonos de tener una ciudad como Guayaquil, Santiago o Bogotá, que sufrieron grandes transformaciones en los últimos trece años gracias a alcaldes con sentido de lo ciudadano y notable imperio moral.
Aquí, como en el Callao, la superficialidad, el populismo y que cada quien haga lo que le venga en gana, da popularidad.
Por Juan Sheput
07 – Jul – 2015
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