Milko Ibañez
Perú, noviembre de 2020
Merino no fue usurpador ni golpista
El Congreso vacó a Vizcarra con 105 votos de 130 (más del 80%, una mayoría contundente bajo cualquier medida). Asumió el cargo legalmente el presidente del Congreso en ejercicio. La gente, azuzada por un sector de la sociedad, gritó “¡golpe!”, algo que nunca hubo. El recién asumido (un señor casi desconocido para la mayoría de la gente y que no debía ni una papeleta de tránsito) renunció.
El Congreso, siguiendo los protocolos parlamentarios, votó en contra de una lista para elegir a las nuevas autoridades, sin necesidad de más presiones callejeras. Algunos en la calle y otros en sus casas, recién se enteraban de que la nueva lista (encabezada por una señora que se ha declarado marxista durante toda su vida), había sido rechazada por el Congreso. Sí, ese mismo parlamento que avalaron con el referéndum convocado por Vizcarra, y que eligieron en enero de este años.
Al día siguiente se votó por otra lista y le dieron el sí: 95 votos la respaldaron. Y aquí estamos, con un presidente de la República que es miembro de un partido que entró al parlamento por la puerta de esas elecciones extraordinarias, elecciones producto del referéndum manipulado y del golpe de Estado –ese sí lo fue– del 2019.
En toda esta sucesión de hechos es claro lo siguiente: en noviembre del 2020 nunca hubo un golpe. Seguir insistiendo en esa mentira es negar la validez de la actual Presidencia y desconocer la Constitución (de hecho casi nadie la lee, ni siquiera los artículos pertinentes al motivo de las protestas). No hubo un usurpador, ni un golpista, ni nada por el estilo.
A esta Presidencia (la que se juró ayer) se llegó tras el proceso de vacancia que el Congreso activó contra Vizcarra. Ese acto, y no otro, es el que empezó esta sucesión de hechos. Lo principal es que no está Vizcarra más en la Presidencia. Yo al menos lo agradezco: un personaje nefasto que, al lado de un sector de la sociedad, manipuló de una manera goebbeliana a la población.
Mucha gente salió a las calles a manifestarse por un golpe que no existió. Hubo marchas principalmente pacíficas, que fueron infiltradas en los puntos más rígidos, (alrededor del Congreso principalmente) por grupos violentos y armados, que tenían como fin generar caos, incendiar el Parlamento y destruirlo. Las fuerzas policiales los repelieron y no lograron su objetivo, pero hubo varios heridos y dos fallecidos. No se tiene aún la certeza de quién o quiénes fueron los autores de estos decesos. Se espera que una investigación seria determine las circunstancias y los autores.
La ley (como siempre en el Perú) se ha incumplido de manera flagrante. El estado de emergencia sanitaria que prohíbe las reuniones masivas se incumplió. Y nadie fue reprimido por reunirse en las diferentes plazas y puntos. Las personas volvieron a sus casas sanas y salvas. Solo cuando se atacó con fuego, armas prohibidas y armas letales a la policía, es que esta hizo uso de los medios para repeler a los violentos.
El derecho a expresarse, a manifestarse y a mostrar descontento está garantizado por la Constitución. Así se señala en el artículo 12. “A reunirse pacíficamente, sin armas. Las reuniones en locales privados o abiertos al público no requieren aviso previo. Las que se convocan en plazas y vías públicas exigen anuncio anticipado a la autoridad, la que puede prohibirlas solamente por motivos probados de seguridad o de Sanidad públicas”.
Como todos han sufrido en esta pandemia, nuestras libertades están restringidas por el estado de emergencia sanitaria. Y en este caso no es ningún invento de algún iluminado, sino casi una práctica global. Y esa restricción también está contemplada en nuestra Constitución, en el art. 137.
Ojalá que el nuevo Presidente, surgido del proceso que se inició con la vacancia de Vizcarra, sea (en estos cinco meses claves, hasta las elecciones) el presidente de todos los peruanos. Y no solo de aquellos que han dependen del Estado de manera directa o indirecta. Lo sabremos pronto. Si en su gabinete se repiten nombres de ministros humalistas, y se sigue con la práctica del Estado como agencia de empleos y cliente estrella de publicidad y consultorías inútiles, haber vacado a Vizcarra no habrá servido de nada y estaremos peor.
Espero que no sea así y que al menos por cinco meses reine la armonía, la paz y el respeto a las instituciones y a la Constitución.
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