Jorge Varela
Perú, Chile y el tobogán constituyente
La deconstrucción totalitaria de nuestra región
Lo que demanda el Estado de derecho, la democracia representativa y la estabilidad institucional de países como Perú y Chile es una Constitución o Carta Fundamental que aliente la libertad, no que los sitúe a perpetuidad en la antesala del autoritarismo. ¿En esta etapa crítica para ambas naciones hermanas, qué responsabilidad tienen las ideologías, los partidos, las instituciones, los gobernantes y sus vías de expresión, en el auge del populismo autocrático que las zarandea?
Vía constitucional a la revolución
Según el académico y estudioso chileno José Rodríguez Elizondo, cuando Hugo Chávez asumió la presidencia de Venezuela (en 1999), lo hizo en su estilo más histriónico. Con una mano sobre el texto, juró el cargo diciendo: “por esta moribunda Constitución”. Chávez “tuvo un gran éxito antidemocrático… las nuevas normas le permitieron acumular todo el poder y lo legitimaron como el más notable de los dictadores elegidos y reelegidos de la región. Incluso pudo designar a dedo a su sucesor. (“Vía constitucional a la revolución, El Líbero, 2 de mayo de 2022)
Este mismo diseño es el que un sector afiebrado y delirante pretende aplicar en Chile: “Una segunda nueva manera de hacer la revolución social, que deja atrás la inédita vía transicional liderada por Salvador Allende, critica duramente lo obrado por los gobiernos centroizquierdistas de la Concertación y soslaya los fracasos socioeconómicos de castristas y bolivarianos”.
La fórmula chavista se introdujo en las izquierdas duras de la región. Evo Morales ha sido quien avanzó más por esta ruta. “Su Constitución de 2009 se llenó de alegorías andinas y derechos sin deberes, muy funcionales para su reelección indefinida”. Con este mar de fondo Rodríguez Elizondo expone que en Perú el presidente Pedro Castillo ha presentado ante el Congreso un proyecto de ley para una reforma constitucional que permita la convocatoria de una Asamblea Constituyente, así como un referéndum para consultar a los ciudadanos si desean una nueva Carta Magna (intención siniestra por ahora en suspenso). “Al margen de la mayor o menor viabilidad del proyecto presidencial y de su inspiración evo-chavista, lo que importa, para este análisis express, es que muestra un momento de coincidencia estratégica entre los viaconstitucionalistas chilenos, bolivianos y peruanos”.
Triunfo temporal de los brujos
La faena estratégica de deconstrucción totalitaria comenzó hace tiempo en nuestra región. El tobogán constituyente que conduce al barranco por el que se deslizan Perú y Chile es similar y sus artífices irresponsables son conocidos.
El descrédito de los viejos partidos tradicionales, reservorios del clientelismo y la corrupción, ha facilitado la creación de nuevas formaciones políticas y de movimientos sociales identitarios. Hoy cuando todos ellos están inmersos en un entramado ideológico y personalista que oscila entre la corrupción, el oportunismo y el buenismo –lejos ya de promover transformaciones que incentiven su disminuida representatividad–, se han propuesto embrujar a los ingenuos con fórmulas de refundación total de la sociedad. Y se han empeñado en establecer extrañas alianzas electorales, en un intento retorcido por controlar hegemónicamente el poder.
Juan Luis Cebrián, destacado periodista español, escribió hace tres años: “El pacto entre socialistas, liberales y democristianos que garantizaba el pluralismo y la alternancia en el poder no funciona ya, debido al distanciamiento de la política profesional respecto a las demandas de las poblaciones” (“El descrédito de la política”, El País, 7 de enero de 2019). “Es un ambiente favorable para la extensión de la demagogia y el triunfo de los brujos. También el de los payasos”.
Agreguemos que Cebrián se quedó corto en este análisis, salvo que también hubiera pensado en los corruptos y perversos (artículo plenamente aplicable a nuestra América Latina)
Agonía de derechas e izquierdas
No obstante, la crisis política es aún más profunda y va más allá: hay muchas otras causas que la explican. Para empezar, habría que preguntarse: ¿el orden político social vigente es inmutable e inalterable como para encasillarlo solo en dos hemisferios rígidos y distantes?
Ello explica el auge creciente del cuestionamiento al enfoque binario tradicional. ¿Subsiste la izquierda y la derecha? ¿Qué significa esta terminología? ¿Son conceptos prevalentes? ¿Hay izquierda y derecha en este momento de cambio, iniciada la tercera década del siglo XXI? (conversatorio en el Interamerican Institute for Democracy de Miami, para debatir sobre “Derecha e izquierda en el siglo XXI”, 26 de abril de 2022)
Una respuesta preliminar expone que: “Estos conceptos han perdido capacidad explicativa, al punto tal de bloquear, en lugar de facilitar, la conversación. Y, peor aún, al precio de contaminar el debate y desorientar, si no hartar, a la sociedad. La consecuencia es anomia y desafección, de ahí la agonía de la política”. (Héctor Schamis, “Izquierdas, derechas y la agonía política”, Portal Infobae, 30 de abril de 2022)
El mundo ha cambiado y mutará más
El mundo ya es otro: en el planeta Tierra están ocurriendo sucesos de tal envergadura y trascendencia que mientras ellos continúen en ebullición, será imposible rehuirlos para avanzar. En Europa oriental, en Ucrania y en otras partes del globo terráqueo, el cielo se ha nublado hasta ponerse a llorar, y la lluvia de fuego está cayendo.
El panorama actual es tan complejo y espeso, que una inminente retro-evolución de la humanidad debería despertarnos y llevarnos en dirección contraria. También en nuestra América tenemos amenazas de lluvia y tormenta.
Cómo no evocar en tiempos duros esos versos de aquella inolvidable canción de Los Iracundos: “Es la lluvia que cae”, la exhortación de hoy es: ¡seamos optimistas! Hay todo un futuro por conquistar, un destino lleno de tareas en el cual los apocalípticos estarán de sobra.
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