Guillermo De Vivanco
Perú Campeón
Sobre la “ley Pulpín” y cierta izquierda generadora de pobreza.
Me parece insólito que los pulpines belicosos no organicen una marcha para que el Perú pueda asistir a un mundial de Fútbol. Cómo es posible que nuestra gloriosa selección de México 70 no tenga estabilidad laboral, que al gran Chumpi lo hayan sacado sin más siendo el capitán de América. El ministerio de Trabajo debería intervenir para mejorar las remuneraciones en el fútbol peruano. La culpa la tiene el gobierno por haber desarmado tan brillante selección, y la derecha por buscar el pelotero barato.
Hace 42 años mi padre me informó de una vacante para trabajar en un banco con un sueldo de $ 500 mensuales, dos gratificaciones y un mes de vacaciones. También me sugirió que podía visitar Gamarra y trabajar con un empresario mayorista en telas, aunque éste solo me pagaría sueldo mínimo, unos $ 200 mensuales. En el primer caso -me advirtió- corres el peligro de satisfacer tus necesidades y conformarte con un sueldo toda tu vida; mientras que en Gamarra podrías aprender el negocio y volverte un comerciante exitoso.
No se me pasó por la mente, a los 21 años, preocuparme por los derechos laborales. Solo me interesaba aprender y luego formar mi propia empresa. Por esta razón no logro entender que un joven defienda a ultranza su primer trabajo, como si quisiera que su destino fuese ser solo asalariado. En lugar de aprender y capacitarse, contando además con una cobertura de salud que no tienen millones de trabajadores informales.
Siempre sagaz, la izquierda planteó la ley confrontándola con la actual y no comparándola con la completa orfandad en que se encuentran los informales.
No hay duda que la ley puede mejorarse para que abarque más población. Pero dos cosas han quedado claras en esta coyuntura: la campaña electoral detonó súbitamente ante la pésima capacidad comunicativa del gobierno, mostrando un decepcionante acomodo de la clase política; y se evadió el verdadero debate de fondo: el altísimo nivel de informalidad en la economía y cómo revertirlo. Ni una palabra planteando alternativas. Sin reflejos, sin ideas. También es decepcionante el nivel intelectual de los jóvenes opositores. Me parecía estar escuchando a los antiguos comunistas de los años 70. Sin argumentos, puro grito, amenazas, sin un líder que convenza.
Pero lo que más me llama la atención son las mayorías silentes, esa inmensa población conformada por millones de peruanos informales que no marchan, no chillan ni tiran piedras. Ellos están muy ocupados trabajando sin ningún derecho laboral, ninguno. Si se enferman no tienen medios para curarse. No pueden perder su día de trabajo. A algunos los encontrarán todas las mañanas en la esquina de Gamarra y San Cristóbal. Y seguramente van a escucharlos decir: no me defiendas compadre.
En Venezuela Maduro alega que la gente ha comprado cuatro veces más de lo normal y por eso es responsable de la escasez. También dice que los empresarios son traidores a la patria porque no quieren producir y vender perdiendo, y tampoco invierten en hacer crecer sus empresas para que luego el régimen estatista se las expropia si tienen éxito.
Indignado afirma que Estados Unidos es el gran Satán porque redujo sus costos de producción petrolera, descubrió fuentes alternativas de energía y duplicó su producción. Según Maduro hay una conspiración mundial para empobrecer a Venezuela. Ha prohibido tomar fotos a las inmensas colas, y amenaza denunciar penalmente a los “actores” que se presten a este “complot”. Sugiere a las personas que no se apresuren en comprar, que compren a distintas horas del día y así tendrá comodidad asegurada. Es exactamente el mismo discurso de Velasco Alvarado hace 45 años. Esta era la realidad de nuestro gobierno revolucionario socialista, estatista, izquierdista, comunista, progresista, militarista, nacionalista. La izquierda trajo la pobreza, al Perú y al mundo.
Un estado que castiga el éxito, que desalienta la inversión, que se impone sobre los individuos en aras del “bien común”; conculca libertades, secuestra la justicia, la prensa y la institucionalidad, solo puede producir un país empobrecido, que solo sobrevive mediante el uso de la fuerza bruta o los millones dispensados irresponsablemente; claro, siempre que no se acaben.
Por Guillermo de Vivanco Roca Rey
(22 - Ene - 2015)
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