Neptalí Carpio
“Pasamayito” y el ausente gobierno metropolitano
Los peligros de que la inversión informal haya tomado la iniciativa
A veces el lado bueno de la informalidad es que interpela con crudeza la ineficiencia del Estado o pone en evidencia la ausencia de este en determinados territorios y mercados. Uno de estos casos, que viene siendo tratado por diversos medios de comunicación, es la construcción de una carretera de tres kilómetros de extensión en un área bastante accidentada que une a los distritos de San Juan de Lurigancho y Comas. Lo que más llama la atención es el silencio de la Municipalidad Metropolitana de Lima frente a este hecho, poniendo en evidencia, con su elocuente silencio, la pérdida de control y dirección territorial de amplios sectores de una mega ciudad que en extensión se acerca ya a los 3,000 km2.
Las autoridades de Lima y del propio Ministerio de Transporte y Comunicaciones (MTC) no saben o se hacen de la vista gorda sobre la existencia de otros “pasamayitos” en diferentes partes de Lima, allí donde quizá nunca llegó un funcionario estatal. En Lima Este, a la altura de Huaycán, existe otra vía informal que une al distrito de Ate con el distrito de Cieneguilla, cruzando otra cadena de cerros. En Lima Sur hay otra vía informal en construcción, que une a los distritos de Pachacamac y Villa María del Triunfo por otra cadena de cerros. En cada uno de estos casos, los pobladores, empresarios emergentes y hasta instituciones educativas privadas, realizan una importante inversión y se dan el lujo, incluso, de poner peajes informales, para financiar en parte la construcción y el mantenimiento de esas vías. Uno de los móviles de esta inversión privada informal son los altos costos que significa trasladarse de un extremo a otro de la ciudad sin cruzar las cadenas de cerros, en viajes de hasta tres horas, con altos gastos en combustible y el estrés de por medio.
Este fenómeno pone en evidencia los ritmos en que avanza la inversión formal y la informal. Mientras que el Proyecto Periférico Vial Norte —que debe unir a once distritos, ubicados en el Callao, Lima Norte, San Juan de Lurigancho y Lima Este, a un monto de US$ 2,000 millones— tiene una antigüedad, como proyecto, de más de 30 años y aún no sé ejecuta, los mentores de “Pasamayito” lo construyeron en menos de tres años, y por esa vía circulan diariamente más de 2,000 vehículos con empresas que se han auto inventado, con sus propios derechos expectaticios y reglas informales. Es como si la inversión formal caminara a una velocidad de 50 km/hora frente a una informalidad que lo hace a 120 km/hora.
Una cosa similar ocurre con los proyectos de teleféricos, que podrían ser muy eficaces para cruzar esas cadenas de cerros de un extremo a otro. Por ejemplo, existe un proyecto de teleférico que uniría en 20 minutos al distrito de Independencia y San Juan de Lurigancho, a un costo de S/ 300 millones; pero nadie sabe por qué la comuna metropolitana no le da luz verde al concesionario para su ejecución. Mientras tanto, otras ciudades —como La Paz, en Bolivia— nos llevan clara ventaja en el uso de esta modalidad rápida y moderna de transporte público.
Se muestra así, con toda crudeza, una realidad que las autoridades y especialistas, atornillados en la burbuja del mundo formal, no reconocen. La Municipalidad Metropolitana de Lima ha perdido el control y dirección territorial de amplios espacios de la capital, como si en realidad no existiera para los pobladores. Un caso similar ocurre con el surgimiento de mercados ilegales donde crece la delincuencia, la intensa actividad del tráfico de terrenos y la existencia de 23 conflictos territoriales. Al respecto, la Municipalidad Provincial de Huarochirí está a punto de arrancar de la PCM una consulta vecinal en los distritos de Lurín, Chosica y San Juan de Lurigancho para legalizar la usurpación de amplias extensiones que en realidad le pertenecen a la jurisdicción de Lima Metropolitana, luego de entregar a diestra y siniestra certificados de posesión para legitimar una grotesca usurpación territorial. Mientras tanto, el alcalde de Lima se hace el desentendido o no tiene las herramientas legales y presupuestales para dirigir y controlar su territorio.
Si en la actualidad, Lima tuviera otra forma de gobernabilidad y mecanismos de inversión descentralizados, el Gobierno Metropolitano o el MTC ya hubieran transferido los recursos necesarios para que las municipalidades de Comas y San Juan de Lurigancho, bajo una modalidad de convenio, ejecuten formalmente y con estudios técnicos adecuados la denominada vía “Pasamayito”. En esta orientación, la propia Municipalidad de Lima podría participar en calidad de supervisor del proyecto. Pero el problema es que las normas legales actuales de inversión y la obsoleta institucionalidad metropolitana lo impiden. En este caso, el Estado es la tortuga y la informalidad es la liebre, con todos los riesgos que esto significa.
A la fecha, ninguno de los candidatos que se presentan a la alcaldía de Lima tiene la audacia e imaginación de proponer fórmulas institucionales para afrontar esta pérdida de dirección y control territorial de la capital; tampoco estrategias que aceleren los proyectos de inversión pública o de aquellos que se pueden obtener con financiamiento del mercado de capitales. Se equivocan quienes creen que este es solo un asunto de liderazgo nuevo y voluntarismo. Lo que no entienden es que el verdadero problema de la capital es un problema institucional, cuya falta de resolución se prolonga ya por varias décadas, con una enorme responsabilidad del Congreso de la República.
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