Alejandro Arestegui

Nueva crisis política en Latinoamérica

Las protestas paralizan a Guatemala. Una creación más de la izquierda

Nueva crisis política en Latinoamérica
Alejandro Arestegui
20 de octubre del 2023


Crisis política. Este término comienza a ser habitual en los análisis que los profesores de politología y geopolítica dan a sus alumnos en las universidades de todo el mundo cuando hablan sobre Latinoamérica y su realidad política reciente. Si bien cada país latinoamericano tiene una realidad distinta y diversos son los factores que provocan sus constantes crisis y problemas dentro de su estructura y modelo gubernamental, en todos podemos ver algunas causas comunes: la detestable casta política dividida entre la inoperancia de los partidos tradicionales y de la ahora denominada “centro-derecha” así como de maquinaciones por parte de la izquierda, utilizando las protestas sociales como herramienta para canalizar el odio y resentimiento. Así la izquierda termina llegando al poder a través de elecciones democráticas, para realizar desastres económicos y plantear políticas antidemocráticas. El caso de Guatemala es, por tanto, muy similar al que hemos visto en países como Chile, Colombia e incluso Perú, con sus particularidades, que trataré de exponer en la presente columna.

El caso guatemalteco difiere de los otros casos de protesta social en Latinoamérica quizás sólo en que esta explotó después de las elecciones y no antes de éstas. A pesar de que los ánimos ya se encontraban caldeados desde inicio de año, el catalizador principal de las protestas y la violencia fueron la negativa a declarar un ganador en la segunda vuelta de los comicios celebrados el 20 de agosto del presente año, en esta elección se enfrentaban dos candidatos izquierdistas, la ex primera dama Sandra Torres del movimiento UNE y el centro izquierdista Bernardo Arévalo del hasta hace poco desconocido “Movimiento Semilla”.

A pesar de que se denunciaron incontables irregularidades ya desde la primera vuelta electoral, no fue sino hasta después del 20 de agosto cuando el Tribunal Supremo Electoral de Guatemala (TSE) comenzó a adoptar controversiales decisiones (más de las que ya había estado cometiendo). A esto se suma extrañas decisiones de inicio de investigación por parte del ministerio público y resoluciones judiciales que a la fecha impiden al señor Arévalo tener asegurada su investidura en enero del próximo año. Las poco fundamentadas decisiones de todos estos organismos gubernamentales, muy cuestionados y acusados de ser politizados a favor de los políticos de diferentes partidos tradicionales actualmente en el gobierno han sido los detonantes de masivas protestas sociales, donde los ciudadanos han salido a manifestarse bajo algunos discursos y logos tales como “golpe de estado técnico”, “golpe contra la democracia guatemalteca”, entre otros.

A pesar de llevar casi dos meses de protesta, la situación todavía no ha menguado del todo, muchas de las protestas se han radicalizado y se han tornado violentas, muchos vándalos y sinvergüenzas aprovechando el pánico y caos han comenzado a realizar actos ilegales que van desde la destrucción de propiedad, bloqueo de carreteras, daño físico contra las fuerzas del orden e incluso atacar instalaciones vitales como son la del servicio de agua potable que abastece a la Ciudad de Guatemala son tan sólo unos cuantos de los actos que han provocado la radicalización de las movilizaciones que buscan principalmente la renuncia de algunos nombres importantes dentro de las autoridades políticas y judiciales, autores de estas controversiales y “antidemocráticas” acciones como la fiscal general María Consuelo Porras, el fiscal Fredy Curruchiche y el juez Rafael Orellana. 

La situación actual es delicada y sigue todavía sin resolverse, pero lo que puedo decir tanto a lectores guatemaltecos como peruanos es lo siguiente: si podemos hacer un paralelismo a la realidad nacional podemos ver que las protestas masivas son un símil de lo que sufrimos en Perú en noviembre de 2020, una seria crisis institucional donde la gente estaba completamente hastiada de la clase política actual y que pedían una renuncia masiva de todos, sin embargo quien canalizó estas protestas fue la izquierda (que buscó para variar incentivos para alentar una asamblea constituyente que elabore una nueva carta magna) y algunos políticos que supuestamente combatirían la corrupción como lo eran el recién vacado presidente Martín “lagarto” Vizcarra.

Posteriormente la radicalización de las protestas en las cuales ya hay muertos y heridos a partir de finales de septiembre en Guatemala nos hace recuerdo a los intentos de la izquierda peruana más radical por querer restituir y victimizar al vacado presidente Pedro Castillo, luego de que éste tratara de realizar un fallido golpe de estado. ¿Por qué acabo de hacer tales alusiones entre Guatemala y Perú? Porque el centro de todos los problemas es el mismo: un problema sistémico, tanto el sistema electoral como la estructura actual del estado, así como los incentivos de los mismos están diseñados para que los más nefastos personajes se conviertan en presidentes, ministros, congresistas y demás personas que detentan el poder; tratándose de instalar el mayor tiempo posible para poder extraer los recursos del erario y a su vez poder instalar a sus amigos y familiares en puestos de confianza y de asesoría.

Esta nefasta clase política que debe favores entre partidos y entre funcionarios es la responsable de que la ira y frustración de los ciudadanos comunes y corrientes sea mal canalizada y sea aprovechada por miserables políticos de izquierda que buscan el poder, no para combatir la corrupción sino para instalarse ellos mismos en el poder, y establecer una nueva clase política, mucho más cerrada e ideologizada pero qué es igual de inmunda y virulenta que la que tenemos actualmente. 

Es por ello que me apena e indigna como decenas de miles de jóvenes guatemaltecos pueden estar apoyando a un candidato tan nefasto, populista y demagogo como Bernardo Arévalo (que a pesar de llamarse outsider de la política guatemalteca y haber creado un partido pequeño como el Movimiento Semilla, este señor es hijo del controversial expresidente izquierdista Juan José Arévalo). Es así que el nefasto virtual presidente de Guatemala, ganador de la segunda vuelta electoral, sigue siendo parte de la detestable casta política, además de recibir el apoyo de la izquierda latinoamericana, ya que sin haberse declarado oficialmente ganador y preparado para su investidura, Arévalo ya fue felicitado por los servicios diplomáticos de países como Argentina, Brasil, Honduras y México (en todos ellos actualmente gobierna la izquierda), además de contar con el apoyo de los sionistas y el partido demócrata estadounidense.

Todo este nefasto cóctel de alianzas y apoyo que ha recibido el virtual nuevo presidente de Guatemala nos hace ver que él no busca llegar al poder para acabar con la corrupción y realizar un verdadero cambio para su país, sino que por el contrario, su intención es implantar a una nueva clase que sea afín a sus ideas y a su proyecto lobbista propio, buscando no solamente cambiar el sistema guatemalteco tal como lo conocemos sino que por sus ideas sociales busca implantar una agenda globalista junto con reformas sociales de carácter progresista con todo su mejunje de ideas (indigenismo, multiculturalismo, diversidad de género), el cual en el fondo busca destruir económicamente a uno de los países con mayor estabilidad macroeconómica en toda la región, así como destruir socialmente a un bastión conservador y católico de los pocos que quedan en la región, para convertirlo en una suerte de país que pierde su identidad, su cultura y su independencia económica, tal como le ha pasado a México con la llegada de Morena y su nefasto líder López Obrador. 

Como conclusión, mi mensaje va tanto a guatemaltecos como peruanos. Y es que si seguimos confiando en nuestro país a la misma clase política podrida y corporativista de siempre nuestros países jamás van a poder alcanzar el potencial económico del cual disponen, la rabia, cólera y frustración es completamente entendible, sin embargo lo que no me es comprensible es que respaldemos a candidatos igual de nefastos y que son otros corruptos en potencia, ya que sus propuestas no pasan por eliminar el aparato coactivo y empobrecedor del estado (o al menos reducirlo para evitar déficits, deuda e inflación), sino que estos supuestos “salvadores democráticos de la izquierda” tienen proyectado para nuestros países planes que involucran mayor atraso económico a través de fallidas fórmulas populistas de planes sociales, mayores impuestos, mayores obras públicas y financiamiento del estado a través del expolio, el robo, el endeudamiento o la emisión descontrolada de dinero.

La gente está siendo manipulada, la violencia y el vandalismo no son la solución, Movimiento Semilla no es el cambio, Arévalo no es Milei, es sólo otro demagogo populista y un corrupto en potencia de llegar al poder en Guatemala.

Alejandro Arestegui
20 de octubre del 2023

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