Heriberto Bustos
Necesitamos coraje y vergüenza
¿Es la crisis el resultado del enfrentamiento entre derecha e izquierda?
Para explicarse los eventos y situaciones reñidos con la moral, muchos conciudadanos pronuncian la consabida frase: “en este país, cualquier cosa puede suceder”. Esconden tras un intento de explicación la justificación, y con ello la aceptación de lo ocurrido, amparándose en la resignación tras el gemido de un ¡qué podemos hacer! Actitudes que muestran cómo el incremento de la corrupción junto al menoscabo de los valores y el irresponsable manejo administrativo del Estado por un gobierno inepto de por sí, vienen haciendo que perdamos la esperanza de modificar el sombrío curso por el que se desliza el país.
Cuán forzado resulta presentar este panorama como consecuencia de la confrontación entre derecha e izquierda, entre “clases” o grupos sociales, conforme pretenden algunos personajes que vivieron entre sombras de las ventajas del radicalismo formal y ciertamente del usufructo del poder. Enlodando los más válidos fundamentos ideológicos y sin mayores argumentos que el derivado de una formación dogmática, van tras la procesión de forzados intentos de “interpretar” la realidad para justificar las acciones inmorales (sin olvidar el reciente pasado) que ocurren intermitentemente desde la asunción al poder del actual gobierno.
Ocurre que favorecida por la complicidad de pervertidos funcionarios ubicados en responsabilidades de envergadura, la corrupción viene socavando la estabilidad política y social, afectando al mismo tiempo la economía y la seguridad social entre otros; frente a ello, el ejercicio de nuestra responsabilidad ciudadana nos ubica en el plano de la defensa del país a través de la recuperación de los valores y combate a la corrupción; hace buen tiempo el Papa Francisco en uno de sus mensajes anotaba que “Trabajar unidos para defender la esperanza exige estar muy atentos a esa otra forma -muchas veces sutil- de degradación ambiental que contamina progresivamente todo el entramado vital: la corrupción”.
Entendamos que el país no está fuera, está en la familia, está dentro de nosotros, como bien lo menciona Sebastián Salazar Bondy en su poema “Todo esto es mi país”: “… mi país es tuyo/ mi país es mío/ mi país es de todos/ mi país es de nadie/ no nos pertenece/ es nuestro/ nos lo quitan/ tómalo, átalo, estréchalo contra tu pecho/ clávatelo como un puñal, que te devore/ hazlo sufrir/castígalo y bésalo en la frente, como a tu hijo, como a un padre, como a alguien cansado que acaba de nacer/ porque mi país es, simple, pura e infinitamente es”. Se trata de un país que para saberse y sentirse como tal, necesita que sus hijos piensen y actúen en función del beneficio colectivo, asumiendo la defensa del bien común; el mundo decía Albert Einstein y en nuestro caso el país, es un lugar peligroso para vivir; no por las personas que son malvadas, sino por las personas buenas que no hacen nada al respecto.
Mirar de costado nuestra realidad no constituye una actitud ética que deslinde con las atrocidades señaladas, momentos heroicos son demandados. En ese sentido, para tararear la canción que dice “si triunfa el bien sobre el mal y la razón se impone al fin”, resulta necesario para quienes aún dudan de sus responsabilidades históricas, hacer un mea culpa y actuar en consonancia con ello. Solo así se evitará que las futuras generaciones les endilguen la ausencia de coraje y vergüenza en el momento oportuno.
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