Frenemos la desinformación y el irrespeto

Dos aspectos en términos comunicativos que se manifiestan de manera constante en nuestro escenario político son la desinformación e irrespeto. Tras haber desterrado la implementación de propuestas constructivas, nos estamos acostumbrando a aceptar como única vía el enfrentamiento, la descalificación y la destrucción; hoy miramos sólo en la dirección de la confrontación. Es una práctica constante que altera la paz que requiere el país y que es asumida de manera irresponsable, utilizando por lo general las denominadas redes sociales, por quienes consideran ser voceros de posiciones ideológicas (enardecidas por el odio, venganza, frustración o incomprensión) que se niegan a aceptar una realidad social que jamás fue estática, que hace mucho tiempo dejó atrás los dualismos ideológicos y que hoy demanda en la búsqueda de su armonía: paz y tranquilidad. 

Nuevos tiempos, nuevos hombres, nuevas ideas laten a la espera de su actuación. Si tan solo nos tomásemos un pequeño tiempo para escuchar las palabras de Albert Einstein, padre de la relatividad: “Saludo al hombre que está pasando por la vida siempre atento, sin saber del miedo, y para quien la agresividad y el resentimiento son ajenos”; tal ves entendiésemos los nuevos roles que en términos de ciudadanía compete a los peruanos comprometidos con su progreso.

Encontrándonos en un momento de riesgo, no solo en términos económicos, sino también sociales y políticos, vamos admitiendo paulatinamente la existencia de una profunda crisis ideológica, que se expresa en la forma de hacer política, donde predominan, por ejemplo, prácticas de manipulación informativa, que se expresa en la desinformación en línea a través del uso del e-mail, Twitter, Facebook, entre otros, en tanto que personajes como los referidos se aíslan en escenarios  informativos en los que sólo acceden a información encerrados en sus propias ideologías o posiciones políticas,  pretendiendo profundizar la polarización. Si a ello sumamos que en la interacción social armoniosa, el respeto constituye el pilar fundamental, juzgaremos que  el irrespeto se orienta a la ruptura de los lazos sociales. Ambas prácticas negativas de por sí, transitan en sentido contrario a la construcción de un futuro donde el progreso nos convoque y comprometa; razón por la que estamos obligados a modificarlos.

Esos mensajes de “que se vayan todos”, “Dina asesina”, “congresistas irresponsables”, “ministros incapaces”, las opiniones de lucha contra la corrupción de quienes por más de dos décadas las avalaron, el triquitraque insensato de sectores de la prensa que ven en cada respiro gubernamental el asalto a las arcas del Estado, que desbordan de manipulación informativa e irrespeto, se degradaron y, por qué no decirlo se viciaron, dejando de impactar o ser aceptados de tanto repetirse sin ton ni son; no obstante continúan siendo perniciosos, invitándonos a estar alertas contra el dogmatismo y la insensatez. El político y académico mexicano Esteban Garaiz, anotaba: “La política, bien entendida, se parece más al comercio que a la guerra. Tiene más de competencia que de confrontación. Necesita la concertación de voluntades. A mediano plazo, el juego limpio resulta más redituable que el golpeteo. La solidaridad vale más que la competitividad”.

En esa dirección, importa hacer de la política una pedagogía (enseñanza-aprendizaje): reafirmando nuestra vocación por aprender a escuchar, siendo conscientes de que se trata de una participación activa, de orientar los sentidos hacia el otro para interesarnos de su opinión, de valorar su posición, considerando que sus puntos de vista nos unen en tanto es útil para crear algo común; evidenciar nuestra inclinación de tolerar y ser asertivos, es decir, respetar tanto a las personas como  a sus  ideas, aceptar las diferencias, soportar a los demás, fundamentar con argumentos nuestras opiniones o puntos de vista, sin contraponerla irracionalmente a la de otros; promover la confrontación de ideas como un modelo de discusión donde se pueda evaluar diferentes puntos de vista y se esté dispuesto a aprender en su afirmación, la confrontación de ideas es muy útil cuando existe respeto y tolerancia, al igual que un serio compromiso por alcanzar objetivos comunes; finalmente, practicar el diálogo, como la vía más efectiva para el desarrollo de relaciones constructivas y sostenibles, puesto que, a través de él, uno entrega sus mejores ideas sabiendo que las reflexiones de las otras personas las mejorarán en lugar de destruirlas.

Lo señalado, siendo tarea política y fundamentalmente educativa, compromete a los partidos políticos en tanto son la columna vertebral del funcionamiento de la democracia; correspondiéndoles como intermediarios entre los ciudadanos y sus representantes ser vigilantes del comportamiento político de su militancia a fin de que el desarrollo de sus actividades proselitistas se abstengan del uso tanto de la desinformación como del irrespeto al sistema y a quienes lo representan, poniendo en práctica la máxima: ¡las ideas se combaten con ideas!

En cuanto a nosotros como personas nos compete modificar la conducta de mantenernos silenciosos mientras los rasguños a la democracia se hacen presente y entendiendo que la transformación del entorno resulta de la transformación de uno mismo, acerquémonos con inteligencia y responsabilidad al ejercicio de una ciudadanía comprometida,  educando con el ejemplo, asumiendo como nuestro el mensaje del pensador Jiddu Krishnamurti en su afirmación: “El maestro que es sincero protegerá a los discípulos y les ayudará por todos los medios posibles a crecer hacia la verdadera clase de libertad; pero le será imposible hacer esto si él mismo está aferrado a una ideología, si es en alguna forma dogmático o egoísta”.