Gustavo Rodríguez García
Más auto-regulación
Reflexiones sobre la necesidad de mantener mesura, poderación y criterio
Nuestro país padece de exceso de confianza en la ley. Creemos que mediante regulación pura y dura es posible lograr mejores resultados que otras alternativas inexploradas. El proceso regulatorio, sin embargo, suele verse influenciado por intereses y problemas de asimetría informativa que usualmente se traducen en leyes irreflexivas con consecuencias no queridas. Y como estas regulaciones suelen ser defectuosas los incentivos para ajustar nuestras conductas a tales leyes son bastante polémicos.
En un país como el nuestro, la auto-regulación cobra una especial importancia porque representa un gesto voluntario por trazar límites y reglas razonables. Cuando me refiero a la auto-regulación, sin embargo, quiero hacer referencia a todo tipo de auto-regulación, incluyendo a la propia mesura que los actores políticos y del mercado deben tener al esgrimir opiniones y planteamientos. Los vaivenes de la política nacional parecen reflejar que si hay algo que no existe es mesura, ponderación, criterio… en suma, auto-regulación.
Y permítanme poner un ejemplo real y personal. Hace poco emití una opinión sobre un tema en un escenario absolutamente personal. A los pocos minutos me arrepentí de la desafortunada e impulsiva declaración y la retiré. Esos pocos minutos, sin embargo, eran suficientes para que alguna persona aludida u ofendida expresara su protesta en formas que no viene al caso comentar (pero que entiendo con absoluta honestidad). Más allá de cualquier razonamiento posterior, el meollo del asunto es que no debió producirse la declaración impertinente. En otras palabras, faltó mesura, ponderación y criterio. Faltó auto-regulación de mi parte.
Cuando aquella falla, se abre el camino para pretensiones regulatorias sobre la base de juicios de terceros. Me parece una cuestión de madurez reconocer que a veces se comenten excesos y no tengo problema en admitir que la experiencia personal me ha enseñado precisamente la lección que aquí comparto. No podemos actuar en la “cabeza caliente” y menos aun en el proceso regulatorio. No podemos legislar con prejuicios. Y en un campo en el que se reclama mucha regulación contra varios males, me parece oportuno hacer un llamado a favor de más y nuevas estrategias de auto-regulación.
En otra nota, aunque no completamente desvinculada, hace unos días estuve en la ciudad de Cajamarca atendiendo un tema académico. Estoy absolutamente agradecido por el cálido recibimiento. Debo notar, no obstante, que la ciudad de Cajamarca está en una situación complicada y dicha situación es a todas luces visible. Inversión paralizada y un peligroso camino emprendido hacia el atraso. ¡Cuánto daño le ha hecho y le hace a Cajamarca el discurso radical que algunos emplean! Cajamarca no necesita una mesa de diálogo, simplemente necesita una mesa de reflexión. Ojala que la mesura y la razón imperen en Cajamarca pronto.
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