Mariana de los Ríos
Longlegs: entre la maestría y el exceso
Reseña de la película de terror protagonizada por Nicolas Cage
El cine de terror contemporáneo ha experimentado un renacimiento en la última década, con directores que han logrado aunar sustancia y estilo en formas muy personales. En este contexto, Longlegs (2024), dirigida por Osgood Perkins (Nueva York, 1974), hijo del reconocido actor Anthony Perkins, surge como un intento de continuar esa tendencia, mezclando elementos de horror y de thriller psicológico. Perkins, conocido por su habilidad para crear atmósferas inquietantes, como lo demostró en Gretel & Hansel (2020) y Soy la cosa bonita que vive en la casa (2016), busca consolidarse como un maestro del género con esta película, que tuvo una gran campaña de marketing intrigante.
La trama de Longlegs sigue a la agente del FBI Lee Harker, interpretada por Maika Monroe (California, 1993), una joven con habilidades psíquicas especiales que se enfrenta a un asesino en serie, el personaje interpretado por Nicolas Cage (California, 1964). La historia se desarrolla en los años noventa y combina procedimientos policiales con elementos sobrenaturales, mientras Harker investiga una serie de crímenes que han desconcertado a las autoridades durante décadas. A lo largo de la película, Harker y su jefe –el agente Carter, interpretado por Blair Underwood– desentrañan una red de simbolismo satánico y conspiraciones que apuntan a la oscura figura de Longlegs.
La película se presenta claramente como un pastiche de El silencio de los inocentes (1991), pero alternando la sobriedad del ambiente rural y las secuencias oníricas, que amplifican la tensión y el misterio. En términos formales, brilla por su uso acertado de los encuadres, la iluminación y la atmósfera. Perkins demuestra su dominio del lenguaje cinematográfico, creando un entorno visual opresivo que complementa la narrativa. Además, la obsesión de Perkins con la simetría y los triángulos, tanto en la composición como en la estructura narrativa, genera una sensación de orden misterioso, acorde con la naturaleza del mal en la historia. Todo ello se complementa con la extraña música y los desconcertantes sonidos ambientales.
Sin embargo, mientras Longlegs acierta en sus aspectos técnicos, no logra el mismo impacto en la narración, principalmente por los defectos del guion. A medida que la película avanza la historia se desmorona bajo el peso de su propia pretensión, perdiendo coherencia y dejando muchas preguntas sin respuesta. Se intenta abarcar una variedad de temas, desde el satanismo hasta el trauma generacional, pero no se profundiza en ninguno de ellos. Y el abrupto final de la película desorienta al espectador y socava el suspenso construido durante su primera mitad.
En términos de actuación, Nicolas Cage ofrece una interpretación polarizante como Longlegs. Conocido por su capacidad para representar personajes excéntricos, lleva al extremo su caracterización del asesino en serie, con una performance que oscila entre lo aterrador y lo ridículo. Su interpretación, marcada por una exageración deliberada, podría verse como una representación de una pesadilla viviente, pero corre el riesgo de alienar al espectador por su falta de verosimilitud dentro del contexto más contenido de la película. Monroe, por su parte, encarna a Harker con una frialdad y una introspección que encajan bien con el tono dominante en el film.
A pesar de sus fallos, Longlegs resulta una película interesante. Perkins demuestra un compromiso con su propia visión artística, atractiva por muchos motivos. El film logra momentos verdaderamente intensos, y sus propuestas sobre la maldad y el trauma tienen el potencial de inquietarnos, aunque la ejecución no siempre esté a la altura de sus ambiciones. Longlegs, con su enfoque estético singular, atraerá a los aficionados al cine de terror que buscan una experiencia estilizada y poco convencional, aunque puede decepcionar a aquellos que esperan una narrativa más coherente y racional.
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