Lo tradicional, desbordado

A pesar de los inconvenientes que venimos atravesando a causa de la pandemia, de los escasos recursos sanitarios para afrontarla, de una clara negligencia en cuanto a información real de la situación de pobreza, de serias limitaciones en relación al conocimiento de la cruda realidad por la que atraviesa el país en materia de educación y de reacciones negativas de muchos pobladores ante las restricciones impuestas, sabemos que este malestar en algún momento acabará y los sueños esperanzadores de tantas noches de cuarentena y toque de queda, así como las ideas de bienestar que añoramos, retornarán en circunstancias bastante distintas a las de hace pocos días. Entonces la idea de abrir nuevos surcos de progreso nos obligará a interpretar mejor la realidad y a acometer tareas para superar las dificultades evidenciadas.

En ese contexto, resulta altamente probable que las demandas o reivindicaciones adquieran otros matices. Incluso los niveles de ordenamiento de la economía, de los organismos estatales, gremios empresariales, sociales y políticos se verán obligados a romper sus tradicionales métodos de abordar y confrontar en situaciones imprevisibles. 

Algunas situaciones se van haciendo visibles; por ejemplo, en educación. ¿Era imaginable en lo inmediato utilizar la tecnología para desarrollar acciones educativas a distancia en EBR? ¿El ente rector, los organismos descentralizados y los docentes estaban preparados? Obviamente que no. A pesar de ello el Gobierno ha tomado la determinación de llevar adelante, a decir del presidente, una “educación remota no presencial que no sea necesariamente virtual”, reconociendo la ausencia de condiciones. Algunos estudiantes podrán bajar los contenidos de Internet, otros los recibirán vía radio o televisión, y a los más alejados les llegarán a casa guías y manuales. “El reto es que el Ministerio de Educación tiene que organizarse a una educación remota”. Algo confuso, pero indicó que la educación del mañana sería virtual, y por tanto hay que prepararse para ello.

Recordemos que desde los años noventa, con avances y retrocesos, hubo intentos para asumir la educación virtual. Tres décadas “perdidas” que muestran la inoperancia de la administración educativa, la comodidad de un buen sector de maestros parapetados en lo tradicional, y la hibernación en métodos tradicionales de confrontación (por parte de la dirigencia magisterial). Lo afirmado evidencia el atraso de muchos maestros frente al avance de las tecnologías de comunicación y su utilización pedagógica. También la escasa visión política y profesional de los dirigentes magisteriales, cegados en una lucha interna por el control de la Derrama Magisterial; la manipulación de los padres de familia que, a falta de una adecuada información, acompañaron a los docentes en sus reivindicaciones opositoras a capacitación, actualización y evaluación; y la mediocridad administrativa de las autoridades nacionales, regionales y locales, avalada por el silencio cómplice gubernamental.

La implementación apresurada del programa “Aprendo en casa”, limitante para la mayoría de estudiantes; al constituir –obligado por las circunstancias– un ejercicio ligero de educación informal (sin periodos definidos de implementación, en ausencia de aptitudes para la ejecución y utilización de instrumentos distanciados de los docentes, y en la orfandad estudiantil en términos de acceso) encontrará una rápida oposición en el magisterio nacional. Su dirigencia, sin mirada de futuro y alejada de los intereses de la educación, asumirá el rechazo en su pliego de reclamos, como estrategia de acumulación de fuerzas, incrementando sus posibilidades de confrontación y poniendo a prueba la capacidad de imaginación en cuanto a respuesta del órgano rector. Esperemos que las estrategias y actividades para abordarlas, encaucen los procesos de discusión y toma de decisiones, desbordando su tendencia tradicional.