Alan Salinas
Lo que representa Pedro Castillo
Su potencial político está en un radicalismo populista
El paso a segunda vuelta del candidato radical Pedro Castillo de Perú Libre ha sido una gran sorpresa para la mayoría de peruanos, que no lo esperaban. Como expliqué en mi columna “El elector postmoderno” (del 8 de abril en este mismo espacio), actualmente transitamos por un tipo de elector que no tiene ningún problema de migrar electoralmente de una preferencia política a otra. Las encuestadoras –de acuerdo a ese tipo elector– no pudieron leer lo que estaba pasando políticamente en el país; como sucedió con el fenómeno Frepap en el 2020 para las elecciones parlamentarias.
¿Qué representa Pedro Castillo organizacional y políticamente? Organizacionalmente, de acuerdo a entrevistas realizadas, y por su procedencia y profesión, representa a la figura del rondero de base (y no de la élite), que ha logrado –a través del tiempo– crear una red por toda la sierra norte, centro y sur del país, por medio de protestas contra las actividades mineras. Representa también a la figura del profesor de escuela primaria sincadilizado en una expresión disidente del gremio magisterial, como es el “Sutep Regiones”, el cual le generó protagonismo en la huelga de profesores el año 2017.
Es a través de estas organizaciones tradicionales (así como de comunidades originarias en San Martín y Cusco), del apoyo en el centro del país de Vladimir Cerrón, del MAS Cajamarca (con su vicepresidente Marco Sipán), de la facción de Movadef presente en el Conare SUTEP (con sus expresiones en Lima, centro y sur del país) y de algunos grupos antauristas que Pedro Castillo pudo movilizar operadores políticos y realizar trabajo de base para llevar adelante presentaciones en plazas públicas; y la adhesión electoral por la tradicional forma de conseguir votos, como es la “radio bemba”.
En términos políticos, como hemos podido apreciar por estas semanas, Pedro Castillo –al viejo estilo populista de dividir políticamente al país entre buenos y malos– ha polarizado aún más la cancha electoral entre “los de arriba” y “los mendigos”. Según las entrevistas realizadas, su potencial político está en su radicalismo. No pretende moderarse ni llegar a las clases medias y altas. No busca el voto del centro político; no quiere la hoja de ruta, al estilo Ollanta Humala. Dentro de ese esquema, apela a otra división política (que va acorde a la identidad negativa antifujimorista), y pone a la oferta política (de izquierda y derecha) en un mismo saco como “el fracaso de la democracia y del modelo económico”.
Hasta la fecha, le ha venido funcionando. Pero entendamos que el electorado que decide en una segunda vuelta electoral está en la costa norte y Lima. No concuerdo para nada con lo que representa política y económicamente Pedro Castillo; pero parafraseando al filósofo escolástico Baruch Spinoza: ni demonizar ni endiosar, ¡comprender! Solo así podemos saber qué hay detrás de su discurso y forma de hacer política, que han calado en cierta parte del país.
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