Carlos Hakansson
Lo plurinacional subyace en lo constitucional
Buscando un concepto de nación más abierto
Las constituciones del socialismo del siglo XXI surgidas en la región suelen reconocer el origen plurinacional y multiculturalidad del Estado, es el caso de Bolivia desde 2009. La Convención constitucional chilena también considera su reconocimiento formal en la redacción del nuevo texto. En el Perú, el tema se discute desde los años noventa por sectores intelectuales de la izquierda política. Si la teoría constitucional no dio a luz el concepto de nación, sino que fue obra de la teoría del Estado, nos preguntamos: ¿las constituciones nacieron para declarar un Estado plurinacional?
La historia nos recuerda que fueron los textos constitucionales post napoleónicos los que hicieron compatible lo originalmente estatal, de lo naturalmente constitucional. La idea del Estado Nacional y Soberano comenzó a asociarse con un texto constitucional de raíces y propósitos diferentes. El Estado busca la uniformidad, la ley como la máxima expresión jurídica del Estado, comprendido como el único con el uso legítimo de la fuerza; mientras la Constitución reconoce las libertades e igualdad a pesar de las diferencias accidentales entre las personas (lugar de nacimiento, sexo, origen y condición económica, social, cultural).
El fundamento ius natural de la dignidad humana en los textos constitucionales llegaría décadas después con Ley Fundamental de Bonn de 1949 y la internacionalización de los derechos humanos. En ese sentido, las constituciones desde su nacimiento fomentaron la convivencia pacífica, la inclusión, la diversidad, sin importar si eres inglés, gales, escoces (cuando todos se reconocen británicos); menos siendo neoyorquino, californiano o texano (americanos), pero todos cumpliendo unas tradiciones, principios y reglas que nos identifican y comprometen con una misma Corona (monarquía) o un mismo estilo de vida (república), respectivamente.
Si nos detenemos en sus orígenes, el derecho constitucional británico compromete la unión de principados, comunidades políticas insulares; incluso en algunos casos, como Escocia, se les reconoce un Parlamento luego de una consulta popular (1997). En comunidades políticas situadas en otro continente y países de ultramar reconocen una misma Corona a la vez de darse su propia Constitución (Canadá y Australia, respectivamente). La Commonwealth, o mancomunidad de naciones, es la unión que establece diversas relaciones entre sus miembros y que respeta la diferencias entre ellos. En los Estados Unidos, el segundo ejemplo vivo del nacimiento del constitucionalismo, se reconoce como un extenso territorio fundado y levantado por inmigrantes dónde su lema en común es la búsqueda de la libertad, la justicia y el bienestar general. El federalismo contribuyó para hacer posible esa “unión más perfecta” que reza el preámbulo constitucional (1787).
Si la Constitución y el constitucionalismo se identifican más por lo dicho en el párrafo anterior, ¿qué le añade declarar expresamente la plurinacionalidad? En la tradición anglosajona: nada, pues los padres del nacionalismo nacieron, crecieron y lucharon por la unidad en la diversidad. El federalismo también contribuyó a prevalecer está idea. En cambio, la idea de Estado surgido en la Edad Moderna tuvo un propósito opuesto, instaurar una nación por encima de otras, un territorio cercado por fronteras imaginarias, una historia, derecho, lengua oficial y la máxima concentración para el ejercicio del poder (soberanía). Desde este punto de vista, la propuesta de una Constitución para un Estado plurinacional suena redundante, sobreentendida, para el ejercicio práctico de una política y derecho que cree en la armonía entre la convivencia y la diversidad. El antecedente más remoto se encuentra en el Imperio Romano, su vasta extensión respetaba las autoridades, el derecho, la cultura y tradiciones siempre que no colisionaran con el imperio.
Los resultados de declarar formalmente la plurinacionalidad en una Constitución puede ocasionar todo lo contrario al propósito de una convivencia pacífica, fomentando la idea de refundación de una comunidad política, estableciendo un “antes” y “después”, echando la culpa de todos los males a una clase social, actos de racismo en todas direcciones produciendo mayor división y fragmentación que unidad, unos elementos más cercanos a ideologías irrespetuosas con las libertades y derechos ciudadanos, propiciando un nuevo orden, régimen e instalación de un mantra para justificar cualquier decisión revolucionaria, la palabra más recurrente por las dictaduras y dictablandas del mundo contemporáneo.
En ese sentido, un concepto e idea de nación más abierto (como por ejemplo, británicos o americanos) puede ser el paraguas que recoja, reconozca y haga suyas las diferencias compartiendo a la vez lazos que fomenten la unidad, la multiculturalidad y plurinacionalidad de forma subyacente, pacífica y armónica, contrario a una nueva forma de dominio estatal, una ideología para validar la expropiación, estatización, la extracción y monopolización de los recursos naturales, convirtiendo a sus líderes personas “más iguales que otras” (Orwell dixit) a partir de una reconstrucción de la historia que reivindica lo andino a lo hispano, cuando la riqueza se encuentra en ser fruto de ambas realidades.
En la Constitución estadounidense, la palabra “americanos” no aparece, pero sí descubrimos “América” en su preámbulo. El gentilicio "americanos" surgió con naturalidad, primero ligando su origen al ius soli y luego a la identificación con un estilo de vida y valores cívicos; al punto, que cabe la posibilidad de no haber nacido en América, pero convertirse en americano como ocurre con muchas personas públicas del cine, la televisión, el arte y las ciencias, que pese a ser inmigrantes se reconocen como tales. Finalmente, la razón de esta autoafirmación se basa en el reconocimiento histórico como una tierra de oportunidades que te acoge a condición de respetar la libertad e igualdad de los demás, por eso no devino en los nacionalismos presentes en Europa continental; al punto, que muchos inmigrantes formales y nacionalizados apoyaron la campaña presidencial del polémico Donald Trump. Sus frases más conocidas: makes America great again, o America First, identificaron a un electorado plural de origen y con sentimientos en común.
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