Juan C. Valdivia Cano

Las contradicciones de un cura volteriano

Las históricas disertaciones del Deán Valdivia

Las contradicciones de un cura volteriano
Juan C. Valdivia Cano
07 de junio del 2023


El lunes 14 de mayo de 1827, en la Academia de Ciencias y Artes de Arequipa (Academia Lauretana), Juan Gualberto Valdivia, el Deán, leyó una disertación contra el celibato, que causó escándalo en la jerarquía eclesiástica romana. Esta disertación y la otra en que se retracta muy posteriormente, tal vez pueden servir como hilos conductores para conocer algo mejor el espíritu “representativo y pintoresco” de su autor, (utilizando los calificativos de Basadre en relación a la tierra donde el Deán nació).

Tal vez no conviene enfrascarse en discusiones como: ¿qué Valdivia era el verdadero o «el correcto», o el que tenía «la verdad»? sino poner al Deán contra el Deán y examinar cada una de sus proposiciones sin caer en el «pugilato escolástico» término que le sirve a José Antonio Benito Rodríguez para negar esta posibilidad al comentar los argumentos de ambos personajes: En la polémica con Vigil, lo que nos interesa especialmente son los rasgos comunes a uno y otro.

Habría que revisar los argumentos del que dijo en 1927, a los 33 años: «El celibato clerical, y no clerical, no está mandado en las escrituras, y no hay tal derecho divino que se supone»; como del que dijo, en 1845, a los cincuenta: «Que jamás, bendito sea Dios, tuve, ni he tenido intención de oponerme a las verdades reveladas; ni he creído que alguna de mis proposiciones mereciese la nota de sospechosa en la fe»: ¿Hay alguna incongruencia moral o intelectual en este cambio?. Que el celibato clerical «no está mandado en las escrituras» es tan cierto como que en la época de Cristo no habían clérigos, ni curas, ni cosa parecida. Valdivia choca con el dogma eclesiástico, no con el espíritu de Cristo.

Podemos seguir con el adjetivo «representativo» que utiliza nuestro más Ilustre historiador al hablar de Arequipa: ¿ «representativo» de qué? Basadre lo dice con su proverbial claridad: «Como el Cuzco en la época prehispánica y como Lima en la época colonial, es Arequipa la ciudad más representativa y pintoresca de la república—, (La multitud, la ciudad y el campo a en la historia del Perú). ¿Y quién podría ser el personaje individual más representativo de esta villa republicana? Podemos responder: aquél que resume con mayor intensidad los paradójicos rasgos de su «inabordable alma histórica», como también dice Basadre de Arequipa.

Pero tal vez haya que acordar que en la Arequipa de esa época, de la época juvenil del Deán, ser republicano probablemente no sólo quería decir liberal y demócrata sino también cristiano de verdad. Nadie mejor que un cura librepensador de verdad. Nadie mejor que el Deán. Por lo demás, como afirma Eberhard Puntsch, (lúcido demócrata liberal alemán), entre liberalismo y cristianismo no hay oposición. Un liberal puede ser un estricto cristiano, aunque no está obligado a ello. ¿Pero de qué cristianismo se trata? Con toda seguridad de un cristianismo que no le impide al Deán seguir sus convicciones más íntimas. Incluso frente a los dogmas más sagrados de la institución eclesial a la que pertenecía (como el celibato). Institución en la que, como lo recuerda el Dr. Héctor Ballón Lozada, llegó a ser Diácono y presbítero, Prebendado y Supernumerario promovido a una Canonjía, elevado a las dignidades de Arcediano y Deán. («Estudio Preliminar»). Aunque de Dean no pasó, y no por falta de condiciones, que le sobraban, sino por su carácter heterodoxo e individualísimo. 

 

Para entender la actitud del Deán hay que tener en cuenta, entre otras cosas, la época y circunstancias arequipeñas. «Que el autor de la disertación en contra del celibato haya sido el Dr. Juan Gualberto Valdivia Cornejo, comenta el Dr. Ballón, implica gran entereza moral de parte de nuestro histórico personaje y lo califica como uno de los grandes campeones del librepensamiento en todo el Perú del siglo XIX, antecesor ideológico de otro preclaro sacerdote, Francisco de Paula Gonzales Vigil, del liberal Mariano Amézaga y del anarquista Manuel Gonzales Prada». Para hacernos una idea completa de dicha época, puede ser muy revelador conocer el tema de los otros dos disertantes que precedieron a Valdivia aquella vez, los dos estudiantes de Derecho: «El misterio de la Santísima Trinidad», a cargo de José Mariano Bejarano; y «Las peticiones del Padre Nuestro», a cargo de Miguel Goyzueta.

Un espíritu poderoso e independiente, sin duda, el del controvertido Deán. Y esto no solo desvirtúa, sino que se confirma con la cruel autocrítica que se impuso cuando al juzgar esta actitud juvenil, a los 50 años, señala que elaboró dicha disertación por «vanidad... con precipitación, sin corrección ninguna...sin reflexión y lleno de orgullo». Pero, claro, esa es sólo la perspectiva del hombre maduro, no la del joven sacerdote en plena edad de Cristo. Sólo podemos asegurar que en ambos casos hubo honradez y convicción, las dos perspectivas son perfectamente válidas y sanas: se recupera la energía vital de una con el sereno respeto por el orden de la otra; ambas fueron conjugadas creativamente en la obra plural y en la paradojal vida del Deán. Pero ni en esa ni esta época es fácil entender al heterodoxo, al herético. El quid está en saber si el "tránsfuga" lo hace por convicción plena o por mezquindad o interés demasiado humano.

Para el buen entendedor, la cita del Dr. Ballón (en la que lo califica de «campeón del librepensamiento») es suficiente para descartar el cinismo en las actitudes y la conducta de Valdivia. Pero además, si uno lee a cualquiera de sus biógrafos, también negará este o cualquier otro móvil malsano en su vida, con toda razón. Sin embargo, descartar el cinismo, la malicia o el interés mezquino es sólo el inicio de la pesquisa. Queda por resolver lo esencial: el sentido profundo de su retractación, que, por supuesto, no está a nuestro alcance por ahora. Lo que intentamos es sólo plantear este problema puntual.

Para ello probablemente hay que dar con el sentido profundo de su cristianismo, como ya se dijo, que en el Deán no se contradice con su talante de librepensador. Y esto quizá porque en el fondo de las corrientes políticas modernas más importantes, (liberalismo, socialismo, social cristianismo) el espíritu cristiano siempre está presente. Porque el aporte fundamental del cristianismo quizá no sea tanto el judaico sentimiento de culpa difundido por Pablo (la insalubre idea del pecado) si no el valor y sentido de la persona humana de carne y hueso cuyo mayor paradigma es Jesús de Nazaret, ese maestro de inocencia. Un cristiano puede ser un liberal si sabe que no hay cristiandad sino cristianos, seres singulares, únicos e irrepetibles. 

Y quizá haya que considerar también al Deán como un antecesor americano de personajes como don Miguel de Unamuno (otro Rector agónico), en esa tremenda idea de La agonía del cristianismo, según la cual no hay sino cristianos, es decir, individuos singulares, únicos e irrepetibles; como postula el liberalismo. No un pastor y su rebaño, sino personas, es decir, seres diferentes, aunque iguales ante el Derecho. Por eso un liberal inglés auténtico (Sir John Steel) resume en tres palabras el espíritu del liberalismo: ¡viva la diversidad! Un cristiano puede reivindicar lo mismo. Con la idea de Unamuno que también era la de Dostoievski, Kierkegaard y Nietzsche. Superado el racionalismo, vuelve el sentimiento trágico de la vida.

Juan C. Valdivia Cano
07 de junio del 2023

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