Carlos Adrianzén
La soga de los mercaderes
¿Qué hizo la izquierda en el poder? Destruir oprimiendo
En primer lugar, le advierto que este artículo puede herir sus susceptibilidades. Al fin de cuentas le va a explicar que –buscando ser optimista– usted resultó solo otro cómplice del declive de estos últimos años. Me temo que, si al final de estas líneas usted discrepa, eso será irrelevante. Por todo esto, tal vez la única y mejor razón que le puedo dar para que lo lea es que es bueno saber. Hacerlo lo hará un poco más libre… y –tal vez (y solo tal vez)– sea capaz de cambiar las cosas para bien. Dicho sea de paso, algo que todo hombre libre debe tratar de hacer, si aspira a algo más que reírse tiktokeando o comentando en las redes sociales, sobre el delicioso ceviche de choros que se engulló ayer.
Hoy conversaremos sobre una frase trajinada; atribuida a un activista bolchevique del siglo pasado. Según ella, los empresarios locales le venderían -a sus asesinos comunistas- la soga con las que estos últimos los ahorcarían. Más allá del cinismo de la frasecita -despectiva, alimentadora de odios y criminal-, rasparla más allá de lo retórico, aclara las cosas en el Perú actual. Evidentemente Vladímir Ilích Uliánov no se está refiriendo a otra cosa que un trato entre un Mercader y su asesino comunista. Para el marxista, todo es ilusión salvo la toma del poder. El asesinato de un burgués (sin maquillaje para un marxista: un alienado que ya perdió su condición de ser humano) resulta justificable y hasta necesario, dentro de su histérico juicio de lo que sería la lucha de clases.
El detalle relevante aquí se asocia con la idea de un mercader asesinable. De un empresario mercantilista. Para este último todo vale. Sobre todo, y a diferencia de un empresario que respeta la libertad (ergo, la propiedad privada de otros), el oprimir a los demás, haciendo negocios con el burócrata de turno. Esta es la clave de su accionar. El mercantilista no recibe utilidades por gerenciar el riesgo en un mercado libre. Hace utilidades a través de sus tratos con burócratas ineptos o corruptos. Es pues un complemento usual del comunista. El empresario mercantilista, ama también la opresión –política y económica– a los demás. Solo gracias a ella hace utilidades. En el otro extremo, un empresario libre (capitalista o liberal clásico) no le vendería la soga a quien le va a robar su libertad. Un empresario mercantilista, como sostiene el asesino bolchevique, sí.
En las cimas del socialismo (por ejemplo, la Alemania Nacional Socialista, la Unión Soviética o la República Popular China) sus mercantilistas medraron, pero también vendieron las cuerdas con las que los ahorcaron. En los charcos del comunismo latinoamericano (nítidamente, Cuba, Nicaragua o Venezuela) … también. Con este marco es útil comprender al Perú actual y su perspectiva.
Aquí no hay muchos capitalistas. Resultan efímeros errores estadísticos en versiones micro y en macro. El asesinato gubernamental de Juan Banchero Rossi no habría sido un accidente, ni lo es la tasa actual de mortandad de las microempresas peruanas. En la Latinoamérica de estas décadas –como maldecía el misógino dictador Simón Bolívar cuando fue expectorado– proliferan los comunistas disfrazados y ladrones (Socialistas-Mercantilistas) y los mercaderes y ladrones (Mercantilismo Socialista). La frase recurrente resultaría: “ponme donde hay” (atribuida a un mercantilista venezolano).
Pero nótese: a los comunistas y a los mercantilistas los une –y los mezcla– su inclinación a la opresión económica y política. Por oprimirnos a nosotros. Así las cosas, recuerde que en el Perú actual no hay derecha, solo izquierda. Como en la Alemania Nazi previa a Adolfo Hitler. En este ambiente descompuesto juegan un rol crucial la llamada opinión económica y los gremios empresariales. Hoy en el Perú –en medio del declive asociado a seis gobiernos consecutivos de izquierda– quienes venden la soga lo hacen transfiriendo un optimismo económico infundado.
Para ellos, el declive actual no es tan declive. Un crecimiento pírrico o cercano a cero sería este año una … (incipiente) recuperación. No es casual que ciertos puntos de vista y medios locales hoy vendan –como una vía novedosa– viejas ideas económicas disparatadas. Ni es casual que nos cuenten que “el modelo resistió”. Y que existirían cuerdas separadas entre lo político y lo económico. Que, con presidentes de extrema izquierda (i.e.: Velasco, Humala, Sagasti o Castillo), estuvimos bien.
Nada más falso. En la evidencia empírica peruana, la izquierda en el gobierno (i.e.: la mayor opresión económica y política) resulta tóxica. Empobrece, desestabiliza y corrompe. Insisto, hoy no se observan gobiernos ni candidatos de derecha (baja opresión económica y política). Solo elegimos entre gobiernos y candidatos de centro-izquierda (a los que etiquetamos como de derecha -Fujimori et al). Por eso los polos Caviarada y DBA se odian tanto. Son virtualmente idénticos. A nadie le debe sorprender hoy pues nuestro atraso, inestabilidad, corrupción burocrática y debilidad institucional.
Para muestra, un botón (ver figura Uno). Recuerde que -con subidas y bajadas- registramos décadas de alejamiento del desarrollo económico. Gracias a nuestros gobiernos, creceremos mucho menos de lo que deberíamos aspirar a prosperar para desarrollarnos. Con un promedio de crecimiento del producto real por persona ligeramente mayor a cero (1.4%), en lugar de 6% o 7% estable por décadas.
¿Pero qué hizo la izquierda en el poder? Lo previsible. Destruir oprimiendo. Inyectando pócimas (perdón, Políticas Públicas) de corte mercantilista-socialista o socialista-mercantilista. Uno de sus más claros hechos estilizados lo da su impacto -con favorables y desfavorables precios externos- sobre el comportamiento de los sectores productivos primarios (Ver Figura Dos).
El objetivo residual siempre fue claro.
Vía corrupción burocrática, incumplimiento de la Ley y tolerancia selectiva a la violencia política se deterioró consistentemente el crecimiento en los sectores Agropecuario, Minería e Hidrocarburos y Pesca. Nada fue casual. Algo estructural en un manejo que buscó comprimir la clase media y enervar la incidencia de pobreza. No olvidemos que, electoralmente, la izquierda socialista y mercantilista necesita pobres. La Figura adjunta resulta auto explicativa.
Se comprime el dinamismo de tres sectores clave. Logran que estos tres rubros pierdan participación relativa en seis puntos porcentuales. Así y a pesar de la prédica de mucha opinión económica y gremial, con los últimos gobiernos de izquierda regresó la pobreza, se comprimieron los sectores primarios y la inversión privada.
Basados en un patético optimismo infundado -al subestimar el declive actual- los hacen, digamos, técnicos o neutros. Con el “aquí no pasó casi nada”. Otra vez les están dando las cuerdas para que ahorquen a los peruanos más pobres. Abramos los ojos.
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