Carlos Hakansson
La representación informal e ilegal
Un producto de la gran crisis política que atraviesa el país
Es un diagnóstico irrefutable que la representación política nacional atraviesa una profunda crisis. Se puede convenir que sus causas son la falta de arraigo territorial de los partidos políticos, la desconexión que existe entre las necesidades ciudadanas con los planes de gobierno de corte asistencial, progresistas sin saber cómo se piensa alcanzar el desarrollo. Todo ello se suma a la no reelección inmediata de congresistas, el debilitamiento de la inmunidad parlamentaria y alta mortalidad de los partidos, incluso los que fueron gobierno.
Sin embargo, la crisis aludida presenta otras manifestaciones a las que no se les presta atención. Los analistas que se detienen en el discurso sobre cómo reconectar a la ciudadanía con la cosa pública, con representantes abocados a fiscalizar las soluciones que plantea el gobierno, no toman en cuenta la presencia de agrupaciones más cercanas a la informalidad e ilegalidad que aprovechan nuestras débiles instituciones.
Si observamos el pleno del Congreso podemos distinguir bancadas ocupadas por jóvenes políticos en nuevas agrupaciones políticas, o recicladas tras una reorganización interna. Hay otras bancadas, más asentadas en el tiempo, bajo un estigma autoritario, que todavía no pueden retornar al Ejecutivo y aprovechar una segunda oportunidad. También están presentes los partidos que solo conservan el nombre, mas no la tradición de una línea ideológica marcada por su líder histórico. A ellas debemos añadir la presencia de bancadas con una agenda de protección de intereses empresariales en el ámbito educativo.
A todas estas bancadas, en los últimos años (2011 a la fecha) se suman agrupaciones que representan intereses en favor de la minería informal, cocaleros y, recientemente, apologistas del terrorismo. Su común denominador es saber cómo sacarle partido a su condición de representantes de unos intereses tan informales como ilegales. Cuando han alcanzado el premierato, no han dudado en cerrar mineras formales, cuando el objetivo es detener la extracción informal que contamina. En vez de luchar contra el narcotráfico, liberan la zona del VRAEM de la colaboración estadounidense a través de la DEA. Se trata de una forma de representación presente en nuestras instituciones democráticas, que perpetra toda una serie de actos lesivos y contrarios a los intereses nacionales.
El diagnóstico anterior nos permite diferenciar la crisis de la representación en dos tipos diferentes: formal e ilegal. La primera, que arrastra todas las aristas que hicimos mención al inicio de la columna y que evidencian una crisis; la segunda, como una forma de representación alterna, mejor organizada, con una agenda de desestabilización y reformadora hacia un nuevo orden donde impera el saqueo al erario nacional y la impunidad para seguir operando siendo ahora parte del mismo Estado y su administración pública. En ese sentido, su proyecto de nueva Constitución buscará cambiar las reglas para formalizar un nuevo régimen y su perpetuidad en el ejercicio del poder.
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