Eduardo Zapata

La outsider Hillary

La outsider Hillary
Eduardo Zapata
10 de noviembre del 2016

No llegó a expresar los deseos de la gran masa de electores

A la luz de la realidad en los Estados Unidos y a la luz de una lectura desapasionada del reciente proceso político, sería saludable que entendamos que desde un principio Hillary era la outsider. El analista político no debe anteponer “lo que a él le gusta” a la lectura de los signos del discurso político. Ello produce sesgos y, por esa vía, interpretaciones no siempre acertadas y —lo que es más grave— puede generar desazones y no pocos apasionamientos que atentan contra la comprensión racional de lo que acaece.

Cuando no había sido nominado aún como candidato por el Partido Republicano, escribimos aquí, en marzo de este año: “El hecho concreto es que este tío Donald … ha sabido expresar lo que una enorme masa silente de electores no se atreve a decir. Ha sabido expresar lo que muchos de los que se dicen representantes políticos en los Estados Unidos no se atreven. Precisamente por candados supuestamente morales y una gran presión mediática de lo ‘políticamente correcto’. Que al no funcionar plenamente ya al interior del tejido norteamericano, ha obligado al establishment político, a aquellos que quieren seguir viviendo en la negación, a buscar el apoyo de la censura internacional”.

Nos referíamos, entonces, a la lectura de signos que expresaban ya desesperación y que se manifestaban no solo en la voz intensamente monocorde de los medios a favor de Hillary, sino a la fastuosa inversión publicitaria que ella realizaba. Que ya parecía doblar —como ocurrió al final— a la realizada por su oponente Trump. Conscientes de que la cosa no iba bien para ella y del temor a Trump, los asesores en comunicaciones buscaron el apoyo de las admoniciones del Vaticano y de la cancillería alemana.

En paralelo, la caricaturización de Trump pretendía ocultar las subyacencias del proceso. Y decíamos en ese mismo artículo de marzo: “Saludable resultará dejar de mirar a Trump en este juego de asociaciones maniqueas. Saludable será dejar de verlo solo como el representante blanco del millonarismo explotador. Porque su posicionamiento y el posicionamiento de su discurso en el electorado norteamericano nos obliga a mirar a Trump menos como un antihéroe y más como expresión de la insatisfacción de los electores respecto a la representación política”.

Ojalá que los partidos demócrata y republicano —y de paso los nuestros— saquen la lección debida de lo que está ocurriendo y se vuelvan a conectar con la gente. Eso pasa por entender que en estas elecciones, y en referencia al sentir del pueblo americano, Hillary y la concepción de la representación política inercial eran los auténticos outsiders. Fuera de lugar.

 

Eduardo E. Zapata Saldaña

 
Eduardo Zapata
10 de noviembre del 2016

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