Manuel Erausquin
La mediocridad de la banalidad
Cuando la convicción del voto se evapora y deja espacio para el voto del menos malo
La coyuntura muchas veces viene con las malas noticias, con hechos de corrupción bajo el brazo y con la exigencia de un pronunciamiento. En varias oportunidades he esquivado tener que escribir sobre estos temas, definidos como importantes y determinantes para nuestra vida ciudadana. He preferido invocar asuntos de mayor disfrute y edificación personal: música, libros, teatro, cine, arte, fútbol e intrascendencias cotidianas. Todos estos aspectos me han provisto de un prisma para observar y pensar. Eso ha sido esencial, el poder pensar e interpretar ese día a día a través de otros ámbitos, otros territorios donde se empieza a tener otra mirada.
No es que no me interese la política, me interesa y mucho. Lo que no me interesa es la menudencia diaria que desemboca en lo irrelevante y poco productivo. Candidatos que ahora desesperados buscan formas para seducir a los electores. Muchos ahora se ponen a bailar, pero no se sabe si tendrán un buen paso en la gestión edil. No hay garantía de nada porque muy pocas ideas se han discutido. En ese sentido, lo político se ha convertido desde hace mucho en una plataforma circense con ofrecimientos engañosos y experiencias fallidas. Y el elector, está cada vez más escéptico y fregado.
Frente a esa realidad aciaga uno busca hallar cierto tipo de respuestas en los buenos libros, en los espacios que la cultura ofrece para pensar y mirar. Un ejemplo es La civilización del espectáculo, ensayo de Mario Vargas Llosa que trata de comprender las razones de la banalización de la sociedad. Dentro de los distintos temas que aborda el premio Nobel, lo político dispone de un capítulo para analizar. Distintos ángulos convergen en un giro peligroso que ha dado la política en los últimos tiempos en todo el mundo: la mediocridad de sus integrantes a nivel intelectual y humano.
“El desprestigio de la política en nuestros días no conoce fronteras y ello obedece a una realidad incontrastable: con variantes y matices propios de cada país, en casi todo el mundo, el avanzado como el subdesarrollado, el nivel intelectual, profesional y sin duda también moral de la clase política ha decaído”, opina MVLL en La civilización del espectáculo.
Quizás es un sustento conocido y repetido muchas veces, pero tiene una vigencia que alarma e inquieta. Uno lo puede ver en varios candidatos y no solo de Lima y a nivel distrital. Quienes aspiran a los gobiernos regionales no quedan fuera de producir cierta ansiedad e incluso temor. El interior del país se ha vuelto tierra de nadie en muchos lugares: extorsiones y ajustes de cuentas todos los días. Qué pasa con esos políticos, qué ocurre con esas autoridades elegidas democráticamente. Las respuestas demoran en llegar. Solo se escucha el estruendo de algún disparo.
Y este 5 de octubre nuevamente a las urnas, quizás para votar por alguien del cual no se está seguro. La convicción del voto se evapora y deja espacio para el voto del menos malo. Un drama electoral que nos persigue desde hace un buen tiempo, que se expresaba en las elecciones presidenciales pero que ahora llegó a la contienda electoral municipal por Lima. Razones pueden haber varias, el tema es hasta cuándo tendremos este tipo de escenarios. ¿Dónde están las figuras políticas representativas? Aquellas que transmiten liderazgo y una verdadera esperanza. La pregunta amenaza con sobrevivir al paso del tiempo. Eso es lo peor de todo.
Por Manuel Eráusquin (24 Set 2014)
COMENTARIOS