J. Eduardo Ponce Vivanco
La locura del Brexit
La UE ha perdido a uno de sus socios más fuertes
La supuesta “flema” británica fue desmentida con la ofuscada decisión mayoritaria por el Brexit. Por más de un millón de votos, el Reino Unido ha decidido abandonar la Unión Europea. Un salto al vacío que será malo para Europa, malo para el mundo, y peor aún para los británicos.
Dos primeros ministros, el conservador H. Macmillan y el laborista H. Wilson, pretendieron entrar a la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), pero fueron rechazados a instancias del presidente francés Charles de Gaulle en 1961 y 1967. Insistieron con la candidatura ocho años después (1975). En 1978, el ingreso británico fue apoyado en un referéndum con el 67% del voto ciudadano. En 1992, el Reino Unido entra a la Unión Económica, pero no aceptó ser parte de la moneda única, el euro. Desde 1993 integra el Mercado Único Europeo y disfruta de la libre circulación de mercancías, servicios y capitales. A partir de ese mismo año, la CEE se convierte en la Unión Europea (UE), con 28 miembros.
El próximo octubre Gran Bretaña elegirá un nuevo primer ministro, en reemplazo de David Cameron, a quien el referéndum le costará el puesto. Será otro político quien negocie, en un plazo de dos años, los términos y condiciones de las nuevas relaciones políticas y económicas entre Londres y sus resentidos socios europeos. Más allá de las consecuencias para los propios los británicos, su decisión puede precipitar la independencia de Escocia e Irlanda del Norte, con lo que el Reino Unido perdería dos de sus cuatro componentes históricos (el Estado se reduciría a Inglaterra y Gales), lo que sería una catástrofe nacional. La UE perderá uno de sus socios más fuertes, y tendrá que esforzarse para que no ocurra lo mismo con Francia, Grecia y otros socios donde crece el antieuropeísmo populista.
Las bolsas, el dólar y el oro —primeros en sentir los efectos en el mercado— han reaccionado con más aspavientos que en la feroz crisis de 2008 por la quiebra de Lehmann Brothers. Se teme una debacle en la UE, experimento referencial de todos los sistemas de integración regional. Por doquier se daba por sentado que la sofisticada integración europea era el camino correcto y seguro; que la UE era un ancla poderosa, un mercado único de 28 países con una impresionante capacidad importadora, un bloque con el que era conveniente negociar. Lo que ahora viene es un ciclo de incertidumbre en el comercio de bienes y servicios, y en el movimiento de capitales y flujos migratorios en Europa. Un impacto sísmico sobre la economía global, que seguirá en cuidados intensivos. Un gran momento para quienes apuestan por la decadencia de Occidente. China, Rusia, Irán, Cuba, Corea del Norte, Venezuela y el ALBA deben estar de plácemes.
A la cabeza del populismo ignorante y pendenciero, Donald Trump —amenaza mundial de primer orden— ha aplaudido la decisión británica, a la par que Putin, Marine Le Pen y otros políticos menos notorios. La preocupación de EE. UU. no solo fue expresada fervientemente en Londres por Obama, cuando apoyó la permanencia británica en la UE. En actitudes sin precedentes, trece ex secretarios de Estado, ocho ex secretarios del Tesoro y cinco ex comandantes supremos de la OTAN dirigieron cartas al electorado británico con llamados similares al que hizo el presidente norteamericano. Soslayando el principio de no intervención, estas manifestaciones demuestran el justificado temor de que esa votación irracional pueda beneficiar al demagogo billonario que representará al Partido Republicano en las próximas elecciones norteamericanas.
J. Eduardo Ponce Vivanco
Ex vice canciller
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