Arturo Valverde
La idea es buena
Indoamérica: el sueño de Haya de la Torre
Hace muchos años un hombre soñó con la unión de los países que forman nuestro continente, una unión en la que no existieran diferencias de ningún tipo entre sus ciudadanos. Esa idea o sueño surgió en la cabeza de un muchacho de 29 años, allá por 1924. El hombre, Víctor Raúl Haya de la Torre. El sueño: Indoamérica. Más de noventa años después de la entrega de la bandera indoamericana de Haya de la Torre a un grupo de estudiantes en México, me pregunto ¿Qué pasó con ese sueño? ¿Qué pasó con Indoamérica? ¿Qué pasa con nuestra gente hoy, en pleno siglo XXI?
Cierta vez un estudiante de economía decía que una manera de unir a Latinoamérica era instituir una moneda única, como en la Unión Europea, olvidando que los países de nuestro continente tienen un enemigo común: la ignorancia. El mejor camino para hacer realidad Indoamérica es a través de los libros, elevando el nivel intelectual de nuestra gente. ¿De qué sirve la unidad económica y política si no le damos a nuestra gente la mejor herramienta para vivir mejor, que es el conocimiento o la educación en libertad?
En España, una vez un profesor de colegio, tratando de desbaratar mi teoría, me preguntó si le entregaría un pan o un libro a una persona. Desde aquí le vuelvo a responder: yo le doy el libro. Porque ese hombre después de comerse el pan volverá por otro y otro; en cambio, el que lee aprende a generar su propia economía, tiene más capacidades.
Desde luego, hoy existe una Comunidad Andina de Naciones (CAN), con todo lo que eso pueda representar: se han reducido los conflictos bélicos, cada vez son menos los conflictos por territorios y el capital viaja de un lugar a otro, aunque lamentablemente se disemina la corrupción. Sin embargo, más allá de los problemas sociales que aquejan a cada país, aún tenemos la inmensa tarea de lograr que nuestra gente viva mejor.
Ese sueño indoamericano es también para Venezuela, la patria de Bolívar, asaltada por el chavismo de Maduro, donde hoy mueren chicos y chicas indoamericanos en las calles; donde una mujer, Lilian Tintori, lleva más de un mes sin ver a su esposo preso por la dictadura. Un día quizás alcance el Premio Nobel de la Paz.
Desde aquí cito los versos de un poeta que en su juventud abrazó el mismo sueño indoamericano: “Hay, hermanos, muchísimo que hacer”. Y me permito agregar: soñemos Indoamérica, hagamos Indoamérica.
Arturo Valverde
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