Eduardo Zapata
La cultura de la desconfianza
Sobre la decepción ciudadana actual y la elección presidencial del 2016.
Desde que alguien reclamó o twiteó al principio de este gobierno, en tono de pregunta y a la vez reproche, “¿Es tan difícil andar derecho?”, el decir de ese alguien supuestamente moralizador parecía estar más encaminado hacia sus propios pasos que hacia los demás. Tal vez se trataba, entonces, de la voz de su propia conciencia.
Las graduales pero constantes revelaciones en torno a la señora Nadine Heredia parecen confirmarlo.
Ya en un artículo anterior dijimos –a propósito de los primeros pasos del personaje aludido- que “nuestra vida pública estaba siendo signada por una santísima trinidad. Aquella de la rima consonántica Martín-Chocherín-Nadín (Nadine)”. Nos referíamos en ese entonces a las coincidentes relaciones y nexos lógicos que se establecían entre la también famosa expresión “Nadine me ha dado luz verde”, al poder discrecional y no tan oculto que se le asignaba a la señora Heredia y a la presencia cercana y dudosa del señor Martín Belaúnde.
Dados los viejos vínculos de cercanía y amistad entre las personas mencionadas –y ante lo sistemático y antiguo y a la vez presente de sus acciones- señalamos en otro artículo que podría hablarse hasta de una “asociación ilícita para delinquir” con disfraz político. Asunto que parecía fluir del hecho de que aun antes de constituirse el partido político que los llevó al Poder ya aparecían manejos económicos poco claros. Vinculados –en aquellos aurorales tiempos- a los dineros de Venezuela.
Los hechos presuntamente delictivos que se han venido confirmando a raíz del caso del señor Belaúnde Lossio efectivamente dan la impresión de que aquello de “andar derecho” era más bien la voz de la propia conciencia de quien subió a la nube tal expresión.
La justicia se encargará de dilucidar –hoy o mañana- las responsabilidades inherentes a los actos de los personajes aludidos. Lo grave del caso es que ya hay un veredicto ciudadano que compromete –visto el asunto en profundidad- no solo a las personas sino a la propia democracia. Que ante los ojos de la opinión pública aparece como incapaz de combatir la corrupción y –esto es lo fundamental por los resultados de esta gestión de gobierno- incapaz también de garantizar con eficiencia los servicios básicos que la población espera de un Estado: seguridad, salud y educación. En un contexto de Estado de Derecho y crecimiento económico.
Muchas encuestadoras revelan –por eso- que la gente pareciese esperar un outsider. Es más plausible pensar que la gente lo que espera no es nuevamente al personaje redentor y mesiánico porque ya votó por él y los resultados han sido lamentables en lo político, social y económico. Así las cosas, tal vez la gente prefiriese más bien un insider. Capaz , eso sí, de plantear -y tener la capacidad para realizar- las reformas estructurales que el Estado necesita para reencontrarse con sus ciudadanos. Un insider, entonces, con el liderazgo, experiencia y voluntad para plantearle al país un compromiso de reformas que satisfagan con eficiencia el reclamo ciudadano.
Ni más de lo mismo, ni “aventuras políticas”. La democracia no lo soportaría. Propuestas concretas y realizables.
Por Eduardo E. Zapata Saldaña
04 – Jun – 2015
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