La Convención: la rebelión continúa

La Convención es la provincia cusqueña más rica, porque en sus tierras se encuentran el Gas de Camisea y de allí parte el ducto que transporta el gas a la costa para exportarlo a precio viles, por obra de los contratos que hizo PPK en el corrupto Gobierno de Toledo. Desde hace una semana los convencianos tienen bloqueadas las carreteras, y desde el pasado lunes 24 los dirigentes de todas las organizaciones sociales han radicalizado su protesta ante la frívola respuesta del gobierno de Vizcarra, que trata de engañarlos convencianos con inaceptables soluciones a sus demandas. La estrategia del Gobierno es dividir la protesta para que el cansancio los doblegue.

La población urbana está desesperada por la radical protesta de miles de campesinos cocaleros, agricultores y jóvenes que están hartos de ver cómo se han dilapidado los recursos provenientes del canon. En cambio, los pobladores de la zona no tienen una carretera que los conecte a la costa de forma rápida y segura, no tienen un hospital de tercer nivel, ni tienen agua ni desagüe, y menos acceso al crédito agrario. Además, sienten que el gobierno regional cusqueño es tan centralista como el de Lima; por eso se escuchan voces que plantean formar una nueva región en el VRAEM.

A pesar del cansancio, las organizaciones de sociales no darán tregua ni aceptarán negociar con ministros que no tienen peso político para solucionar sus problemas, me dice el periodista Roberto Challco. Él cree que los manifestantes bloquearán las vías de acceso a Machu Picchu y que en algún momento la población saboteará el ducto de Camisea, símbolo de la corrupción en La Convención. Es decir, en La Convención se ha retornado al estado de naturaleza, por la inacción del Gobierno.

Frente a la masiva e iracunda protesta convenciana, los cusqueños han reaccionado con indiferencia, como si esta paralización fuera en el extranjero. Ni la prensa regional ni los medios de comunicación nacionales les dan importancia. La Convención no existe para el Perú oficial; además, el Gobierno no quiere renegociar los contratos de Camisea, dice Carlos Tisoc, dirigente social.

Por otro lado, la rabia está también en el norte del Perú. En Talara la población bloquea carreteras porque hace más de 15 días que no tienen agua, y hay una epidemia de enfermedades estomacales. Millones de peruanos en Trujillo, Chiclayo, Piura, Tumbes y otras localidades siguen viviendo como refugiados de una guerra. Y tampoco los medios regionales ni nacionales hacen eco de esta tragedia.

En Olmos, los pobladores se alistan para retomar las protestas por la construcción de una nueva ciudad y por la indemnización que les deben, por sus tierras expropiadas por la dictadura fujimorista para la irrigación. Una obra que no benefició a ningún agricultor, sino a un pequeño grupo de empresarios, según dicen los dirigentes locales.

En La Convención no habrá elecciones si el Gobierno no soluciona las demandas de la gente, que está cansada de engaños y traiciones de sus dirigentes, dicen los jóvenes que bloquean las carreteras. “Ahora, vamos por todo —señalan los cocaleros—, no aceptaremos una traición más”. Los colegios profesionales son los más radicales, porque según ellos este paro no será en vano.

Mientras tanto, la clase política discute cuántos senadores y diputados tendrá el nuevo Congreso bicameral, y el fujimorismo en el parlamento protege al juez supremo Hinostroza, acusado por la Fiscalía de ser el jefe de la organización criminal “Los cuellos blancos”. La clase política solo quiere mandar en el Perú, mientras los peruanos quieren gente que gobierne y solucione sus problemas. Ahora ya sabemos porqué la inmensa mayoría repudia y desprecia a los parlamentarios y a la clase política en general.