Aldo Llanos

La Carta 4 de San Josemaría Escrivá

Una dirección para superar la polarización entre cristianos

La Carta 4 de San Josemaría Escrivá
Aldo Llanos
14 de junio del 2024


Esta carta fue escrita el 16 de julio de 1933 y bien vale la alegría leerla en algunos fragmentos porque pueden ser una dirección para superar la polarización que vivimos entre cristianos en estos tiempos: 

Deseamos repetir siempre con el Espíritu Santo: ego cogito cogitationes pacis et non afflictionis, tengo pensamientos de paz y no de aflicción, pensamientos que buscan la concordia, que tratan de conseguir un ambiente de caridad, indispensable para que la palabra de Dios arraigue en los corazones. La caridad es el vínculo de la fraternidad, el fundamento de la paz, lo que da firmeza y permanencia a la unidad; es mayor que la fe y que la esperanza; adelanta al martirio y a todas las obras; permanecerá eternamente con nosotros en el Reino de los Cielos.

Cristo quiere que todos los hombres se salven, que nadie se pierda; y se apresura a dar su vida por todos, en un derroche de amor, que es holocausto perfecto. Jesús no quiere convencer por la fuerza y, estando junto a los hombres, entre los hombres, les mueve suavemente a seguirle, en busca de la verdadera paz y de la auténtica alegría.

Nosotros, hijas e hijos míos, hemos de hacer lo mismo, porque nos empuja esa misma caridad de Cristo: caritas Christi urget nos. Con la luz siempre nueva de la caridad, con un generoso amor a Dios y al prójimo, renovaremos, a la vista del ejemplo que nos dio el Maestro, nuestras ansias de comprender, de disculpar, de no sentirnos enemigos de nadie.

Nuestra actitud −ante las almas− se resume así, en esa expresión del Apóstol, que es casi un grito: caritas mea cum omnibus vobis in Christo Iesu!: mi cariño para todos vosotros, en Cristo Jesús. Con la caridad, seréis sembradores de paz y de alegría en el mundo, amando y defendiendo la libertad personal de las almas, la libertad que Cristo respeta y nos ganó.

Nos ha llamado en un tiempo, en el que se clama por la comprensión, y la comprensión no se vive, a veces ni entre las personas que obran de buena fe y quieren practicar la caridad, porque la caridad, más que en dar, está en comprender.

Son momentos, en los que los fanáticos y los intransigentes −incapaces de admitir razones ajenas− se curan en salud, tachando de violentos y agresivos a los que son sus víctimas. Nos ha llamado, en fin, cuando se oye hablar mucho de unidad, y quizá sea difícil concebir que pueda darse mayor desunión, no ya entre los hombres en general, sino entre los mismos católicos.

Esa entrega, que al mismo tiempo ha de ser humilde y callada, os facilitará el conocimiento de la grandeza, de la ciencia, de la perfección de Dios, y os hará también saber la pequeñez, la ignorancia, la miseria que tenemos los hombres. Aprenderéis así a comprender las flaquezas ajenas, viendo las propias; a disculpar amando, a querer tratar con todos, porque no puede haber una criatura que nos sea extraña.

Hijos míos, el celo por las almas ha de llevarnos a no sentirnos enemigos de nadie, a tener un corazón grande, universal, católico; a volar como las águilas, en alas del amor de Dios, sin encerrarnos en el gallinero de rencillas o de banderías mezquinas, que tantas veces esterilizan la acción de los que quieren trabajar por Cristo.

Es un celo tal −en una palabra− el que debemos tener, que nos llevará a darnos cuenta de que in Christo enim Iesu neque circumcisio aliquid valet neque praeputium, sed nova creatura12, que −ante la posibilidad de hacer el bien− lo que verdaderamente cuentan son las almas.

Nosotros, hijos queridísimos, hemos de tratar a todos, no hemos de sentirnos incompatibles con nadie. Hay muchas razones sobrenaturales que nos lo exigen, y ya os he recordado bastantes; quiero ahora haceros notar otra más.

Dentro del orden de la caridad −insisto−, daremos un trato lleno de cariño a los que, por ignorancia, por soberbia o por la incomprensión de otros, se acercan al error o han caído en él. Si la gente se equivoca, hijas e hijos míos, no es siempre por mala voluntad: hay ocasiones, en las que yerran, porque no tienen medios para averiguar la verdad por sí mismos; o porque encuentran más cómodo −y hemos de disculparles− repetir bobamente lo que acaban de oír o de leer, y hacen así eco a falsedades.

Es necesario conocer las razones que puedan tener. No es grato a Dios juzgar sin escuchar al reo, a veces en las sombras del secreto y en no pocas ocasiones −dada la triste debilidad humana− con testigos y acusadores que se sirven del anonimato para calumniar o difamar.

Faltaría a la verdad, hijos, si os dijera que este consejo que os doy viene sólo de experiencia ajena: lo he vivido en mi carne, pero −por gracia de Dios− puedo decir también que desde entonces amo más a la Iglesia, justamente porque hay eclesiásticos que condenan sin escuchar.

_______________________________________________

Pues que así sea, próximos al 26 de junio, fecha en la que la Iglesia Católica celebra en el santoral a San Josemaría Escrivá de Balaguer.

Aldo Llanos
14 de junio del 2024

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