Juan Sheput
La banalización del diálogo
Las conversaciones sostenidas por el gobierno con un sector de la oposición.
La palabra diálogo proviene del latín dialogus, que significa discurso racional o ciencia del discurso. El primero en utilizarla en una de sus vertientes, la dialéctica, fue Platón, quien en filosofía la definía como el intercambio de ideas para a través de ello “llegar a la verdad”. Es este último concepto el que recoge el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española cuando define al diálogo como la “plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos”. Al leer las líneas precedentes es obvio, estimado lector, que lo acontecido ayer en Palacio de Gobierno no es un diálogo.
Cuando el gobierno se desgastaba en medio de una crisis política motivada por el destape de los reglajes, los negocios privilegiados del amigo de la pareja presidencial Martín Belaúnde Lossio y el agravio permanente de un par de ministros a personajes encumbrados de la oposición, surgió el salvavidas lanzado por un grupo de partidos que, movidos por el apresuramiento, llamaban a conversaciones con las más altas instancias del gobierno. Este llamado público, que considero un error político de la oposición, sirvió para que el oficialismo tomara la propuesta y convocara a un amplio intercambio de opiniones cuyo objetivo sería construir una agenda que mejore el rumbo de las acciones gubernamentales de cara a la transferencia de poder que debe haber el próximo año. Sin embargo una vez más la falta de pericia política transformó el regalo de la oposición en un bumerang. La presidenta del consejo de ministros Ana Jara, entusiasmada con el ambiente siempre cordial del Acuerdo Nacional, luego de una reunión de este, hizo un llamado al diálogo a todas las fuerzas vivas, ampliando la convocatoria y destruyendo así lo que podría haber sido un esfuerzo focalizado de entendimiento y respeto para con las principales fuerzas políticas del país.
Al ver dicho comportamiento es obvio que el gobierno jamás entendió lo que es un diálogo. A lo largo de estos 43 meses ha pulverizado todos los escenarios en que se pudo desarrollar conversaciones. Ayer mismo la PCM Ana Jara hizo gala de la falta de equidad al lanzar un monólogo de 30 minutos en presencia de la prensa luego de lo cual la invitó a salir, dejando así a la oposición condenada a la nula difusión de sus planteamientos lo cual, por decir lo menos, es una falta de cortesía que hubiera causado el retiro de Palacio a otro tipo de oposición. Pero no fue así. Los dialogantes se contentaron con tuitear, con lo cual demostraron que su indignación es aún más estrecha que el campo que puede cobijar ciento cuarenta caracteres.
Lo que hemos visto es la banalización del diálogo, su completa trivialidad. No servirá para nada y será un digno ejemplo de lo que es parto de los montes, ese que luego de un terremoto abre las entrañas de las montañas para parir un par de ratones.
La oposición, si realmente quiere hacerse respetar, tiene que entender que es fundamental para el régimen democrático, y ello pasa por no seguirle el juego a un gobierno que simplemente la quiere utilizar.
Por Juan Sheput
10 - Feb - 2015
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