Eduardo Zapata
Jason, martes 13 y la universidad
Sobre la nociva política de abrumar de exámenes a los estudiantes
Este martes 13 juegan las selecciones de fútbol de Chile y Perú. En Lima. Y mientras ello ocurra, mis alumnos de pregrado –en una prestigiosa universidad local- estarán rindiendo su examen parcial.
Debo decir que formular el examen me toma tiempo. Pues no se trata de medir lo que los alumnos “saben” de tal o cual autor o de tal o cual tema, sino de medir sus competencias y habilidades para constatar qué saben hacer con lo que creen saber. De modo que es un examen que les demandará tranquilidad, tiempo y reflexión.
Y por eso formular el examen me demanda –primero a mí- esas exigencias. Buscar un tema que de preferencia sea real y actual, y que propicie análisis y sinergias de los conocimientos para hacerle frente.
Claro que los alumnos pueden usar apuntes, libros de consulta e instrumentos electronales. Total, las respuestas no están en dichos instrumentos, sino en sus mentes. Mal haría en preguntarles acerca de algo que yo ya leí o acaso sé. Me interesa medir su cerebro.
Sin embargo –lo hemos adelantado- ese examen ha sido programado para el martes 13. Me temo que ese examen no me dirá nada. O, en el mejor de los casos, muy poco. Porque la cabeza de quienes lo rindan y mientras lo hacen estará puesta las dos horas previstas para el desarrollo de la prueba en el partido de fútbol que se juega paralelamente. Partido que no es poca cosa, porque encima se juega contra la selección de un país al que nuestra escuela continúa presentando como el enemigo eterno del Sur. A combatir y vencer. A ser derrotado alguna vez, como una suerte inconsciente de “reivindicación histórica”.
Todo esto ocurre a pesar de que no solo esta sino otras universidades cuentan hoy con ejércitos de psicopedagogos, expertos en psicologías cognitivas y laboriosos departamentos de la llamada calidad educativa. A los que, por cierto, tampoco parece preocuparles que los alumnos tengan que rendir dos o tres exámenes diarios.
Como recordamos, Jason usaba una máscara y portaba una motosierra. Y su misión era infundir terror particularmente entre estudiantes de universidades. Imagino que debe haber usado algún subterfugio para ingresar a la administración misma de las universidades. Cierto que se equivocó de día –el suyo era viernes 13- pero cumplió con su cometido de sembrar terror.
A ver si el señor Mora –General ahora experto en educación- añade un articulito a su reglamentarista ley universitaria para impedir que Jason u otros Jasons sigan sembrando terror en las universidades.
Por: Eduardo Zapata Saldaña
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