Yorry Warthon
Intromisión de Cuba en Perú
Martín Vizcarra le abrió los brazos a los “médicos” cubanos
Las protestas y manifestaciones en Cuba han dejado víctimas mortales, detenidos y desaparecidos. “Han sido secuestrados, torturados y masacrados”; narra una habitante de la isla, cuyo testimonio se filtra “clandestinamente” vía Twitter. Las redes sociales han permitido que el mundo observe, absorto, la cruel represión que se experimenta en un ambiente hostil generado por más de sesenta (60) años de régimen dictatorial. Cubanos ungidos en su propia sangre, continúan libertando territorios, como en el caso de la provincia de Camagüey. Numerosos analistas señalan a Camagüey como el primer territorio emancipado del régimen “castrista” tras décadas de sometimiento a la más honda miseria.
Tras el férreo avance de cubanos arengado al unísono el “sí se puede”, Miguel Díaz-Canel –líder del régimen castrista– recrudece la represión militarizando las calles de la Habana y demás lugares estratégicos a fin de perseguir violentamente a los protestantes. Los servicios básicos son desactivados y la isla se eclipsa en la sombra de un ejército que, utilizando desproporcionadamente la fuerza, asesina impunemente a sus compatriotas. Niños y ancianos fallecidos son reportados en diversas plataformas de comunicación.
Desde Perú, mensajes de solidaridad inundan las redes. El aliento a continuar en la pelea por la liberación cubana encandila a peruanos que agitan la bandera de la libertad desde este lado del continente. Y es que aquí también libramos una batalla sumergida en el contexto de unas elecciones presidenciales completamente turbias y sombrías.
Pero la realidad actual de ambas naciones resulta paradójica. Un sector de Perú batalla para impedir que se instale el modelo comunista que ha generado el estallido en Cuba; por otro lado, una facción de peruanos respalda y alienta febrilmente a que se lleve a cabo la anhelada proclamación de Pedro Castillo como presidente. El panorama real es que existe polarización, caos y convulsión social fruto del rechazo a la eventual formalización de Castillo en el sillón de Palacio de Gobierno. “Permitir que Pedro Castillo llegue al Ejecutivo sería caminar rumbo a los destinos de ser Cuba”, señalan quienes hoy protestan en las calles de Lima.
Al margen de ello, conviene entrar en perspectiva y tener en cuenta que la intromisión de agentes cubanos en gran parte de América Latina es una realidad. Distante a la pelea por los modelos que evitamos emular, Perú hace mucho que permitió la intromisión de inteligencia militar cubana en territorio nacional. Recordemos, sin ir muy lejos, el arribo de personal médico proveniente de la isla de Fidel Castro en plena ebullición de la primera ola de la pandemia. Para entonces, un virulento Martín Vizcarra le abría los brazos a los foráneos y hacía gala de su don de cabildeo. Un siervo predilecto del globalismo estructurado para continuar conquistando naciones.
Entonces, sí existe intromisión. A lo lejos, nos solidarizamos deseando que ese régimen dictatorial y salvaje caiga por el bien de los hermanos cubanos. Sin embargo, pocos caen en cuenta que aquí ya hacemos parte de un proyecto bolivariano desarrollado en Latinoamérica y gran parte de España. El denominado G2 que controla directamente la dictadura chavista, ha sido capaz de infiltrarse en numerosos países, y Perú es un blanco ideal por su ubicación geopolítica y recursos minerales tales como el cobre y el litio.
Hoy, el objetivo para el control y la gobernanza de los recursos minerales de la región –me atrevo a decir– se concentra masivamente en Perú. Venezuela es el claro ejemplo de despensa y quiebre por la dilapidación del petróleo. Teniendo inteligencia del G2 infiltrada en nuestro país, evitar que Castillo y Cerrón tomen el poder se ha convertido en el problema menor. El Perú despierta a tiempo, y es una obligación dar la batalla en todos los frentes.
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