Eduardo Zapata
Institucionalidad, política y asociaciones políticas para delinquir
Sobre la corrupción en el estado y las lecciones que debemos aprender
Quienes tengan gran o mejor memoria (y por cierto edad) recordarán que en la crisis post fujimorista, los medios de comunicación se prodigaban en anunciar los innumerables casos de corrupción. Y recuerdo, por ejemplo, que un canal adelantaba el tratamiento dominical de un caso de corrupción que involucraba a un conocido abogado, presentando a este en un yate, con una camisa entreabierta que dejaba ver un lujoso collar de oro y en compañía de dos o tres guapas acompañantes.
Recordarán también la frecuencia con la que veíamos la famosa salita del SIN donde se compraban conciencias a diestra y siniestra a cambio de montañas de dinero que las cámaras de televisión se esmeraban en subrayar. Cámaras que también subrayaban absurdas colecciones de relojes finos, joyería banal y venal y mujeres codiciables atraídas por el embrujo del Poder.
Todo esto iba acompañado –por cierto- de reportajes donde se describían delitos y se les censuraba. Pero como si esta información fuese análoga a la letra chiquita de los contratos (que nadie lee) lo que iba quedando grabado en el imaginario popular era la “plata como cancha” de la que se podía disponer cuando se alcanzaba el Poder. Dinero que podía costear estilos de vida jamás imaginados para muchos.
Fueron años de este tipo de coberturas periodísticas. Donde se mostraban delitos y posibles sanciones, pero donde se ponían de relieve las mieses alcanzables con el dinero fácil. Confieso que sentía –alguna vez lo escribí- que esta suma de notas periodísticas –con sus icónicas imágenes de boato- corría el riesgo de convertirse en una auténtica escuela de corrupción. Una invitación para ella.
Los recientes sucesos políticos vinculados a la pareja presidencial parecen darnos la razón. Alguna vez también dijimos, ya antes, que estábamos no frente a un movimiento político, sino ante una asociación constituida expresamente para delinquir. Desde los orígenes, utilizando indebidamente los fondos indebidos obtenidos para la campaña política.
A estas alturas, debemos estar prevenidos respecto a movimientos que bajo el disfraz de lo político –a nivel nacional, regional o local- constituyen desde sus orígenes una sumatoria de personajes, con cualquier ideología o sin ella, que se suman a aventuras políticas en cuyo germen es fácil identificar el aprendizaje de las lecciones dejadas por la escuelita del delito difundida por más de una década. Allí se nos explicaba didácticamente no solo el qué se conseguía, sino el cómo hacerlo.
Levanto las banderas de la lucha anticorrupción, pero no vacilo en cobijarme en un vientre de alquiler o movimiento político ya inscrito, aun cuando su reputación sea, por decir lo menos, dudosa. Me presento como moralizador, pero tampoco vacilo en incorporar personajes que se han hecho públicos y conocidos mintiendo y explotando la fe pública. Quiero alcanzar el Poder para restablecer la moral, aun cuando sé que mis equipos técnicos y profesionales carecen de las competencias debidas para administrar un país y la suerte de treinta millones de peruanos. Y eso es ya corrupción. Desde la génesis de la aventura política.
A ver si volvemos a tener un poco de conciencia.
Por: Eduardo E. Zapata Saldaña
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