Giovanna Priale
Inclusión financiera para segmentos de menores ingresos
Una oportunidad para que hogares y empresas enfrenten la crisis
Se podría afirmar, como hipótesis y a manera de ejemplo, que la demanda de productos y servicios financieros de las personas de bajos ingresos (en este caso, de los créditos) tiende a ser inelástica (Ferrari, C. 2012). Esto equivale a afirmar que pueden estar dispuestos a pagar tasas elevadas por los créditos que solicitan, aunque no necesariamente cuenten con el flujo de ingresos necesario para pagarlo.
Asimismo, siguiendo a Ferrari (2012), se puede plantear que los costos operativos de los intermediarios financieros que incursionan en estos mercados de población de ingresos más bajos, resultan más elevados por unidad de producto, debido a los mayores gastos asociados a la cantidad de analistas, oficinas y gerentes que se requieren para atender a este tipo de público. De tal modo, Ferrari sostiene que los fondos resultan más caros cuando se emplean en micro operaciones, precisamente porque los costos operativos y los riesgos de irrecuperabilidad que deben afrontar son mayores, a fin de colocar un crédito que sea recuperable (Jensen, M y Mecling, W., 1976).
No obstante, se observa que incluso al interior de cada submercado –por ejemplo, en el caso del crédito para microempresas– la varianza de tasas de interés resulta lo suficientemente amplia como para señalar que estos mercados son imperfectos y altamente segmentados, pues es posible cobrar tasas de interés distintas en el mismo nicho de población, por el mismo producto financiero. Es posible concluir, como señala la teoría económica, que a mayor elasticidad de los demandantes (más variedad de productos sustitutos) y de los ofertantes (mayor abundancia de capitales), la tasa de interés es menor; mientras que a menor elasticidad de demanda y oferta (por ejemplo, en el caso de los mercados de microcrédito), las tasas de interés de equilibrio son mayores.
Por ello la importancia de desarrollar nuevos productos y servicios financieros (competencia), ya que estos posibilitan que el consumidor, dotado de competencias financieras (educación financiera), sea capaz de afrontar “shocks externos” (pérdida de empleo, robo) o adquirir “activos productivos” que le permitirán mejorar su capacidad de generación de ingresos (Lusardi, A y Mitchell, O., 2014).Se esperaría que la diversificación de productos y servicios financieros, así como la variedad de instituciones financieras que las ofrecen, faciliten una mayor inclusión.
Esta se podría convertir en una oportunidad para que los hogares y las empresas enfrenten y mitiguen situaciones de riesgo que afecten su capacidad de generación de ingresos (Collins, D, et al, 2011). En medio de esta pandemia que está golpeando duramente a los hogares y a las empresas, hace falta “salir de la caja” para pensar en soluciones mucho menos costosas y más eficientes para la generación de empleos productivos que posibiliten, a mediano plazo, recuperar la capacidad de ahorro y de inversión en nuevos mercados. Y en estos mercados, el uso de banca móvil, comercio electrónico e incluso, telemedicina serán las nuevas formas de transar, respetando la distancia social y las nuevas exigencias de la población.
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