Dardo López-Dolz
Hora de desenmascarar la infiltración de la izquierda
Para defender ae nuestros compatriotas y sus derechos
En Venezuela la reacción de ausentismo popular deliberado para evitar una nueva legitimación de ese monigote, títere del castrismo cubano que esta matando de hambre a la población que no puede o no quieren abandona su tierra configura un parte aguas histórico para los lideres políticos latinoamericanos. A un lado, como los de Vichy, quedaran al descubierto los espías, los asalariados y demás lacayos del neoimperialismo cubano, en evidente alianza con el expansionismo iraní. Al otro los patriotas y defensores consistentes de la vida y la libertad.
Pero no solo es la oportunidad de decidir con qué titulo desean pasar a la posteridad (Zapatero optó ya por hacer honor a la parte inferior de su apellido); también es la mejor oportunidad para empezar a hacer frente con éxito al eficiente mecanismo de generación de conflictos de cuarta generación, propulsor de la expansión de la pobreza y la conflictividad social en Iberoamerica.
Hace años, tuve el honor de servir a mi país en una función pública de relevancia; primero a cargo de los conflictos sociales que involucraban al sector salud y luego como viceministro del Interior. Fui entonces testigo de excepción y opositor tenaz del inicio del primer esfuerzo organizado y eficaz del marxismo cubano para destruir la democracia y la libertad de los peruanos.
Tras la violencia guerrillera de los cincuenta y sesenta, la inteligencia cubana —sin importar el cambio temporal de cliente único (URSS) y posterior ampliación de su cartera de clientes de oriente— habían venido perfeccionando a lo largo de los años la infiltración de activistas y topos en el magisterio, la academia, el clero y las instituciones estratégicas de la gestión estatal. Además no pocas veces suplementaban esa infiltración con el espionaje y la fabricación deliberada de situaciones comprometedoras de corrupcion o deslices sexuales para una ulterior extorsión. No obstante, solo habían logrado hacerse del poder formal por la fuerza o (en el caso de Salvador Allende) por cortos periodos de decepción y engaño electoral.
Perfeccionaron entonces un mecanismo que aprovecha las debilidades de la democracia representativa a partir de la demolición sistemática del prestigio de las clases políticas. Esto trajo el doble perjuicio del debilitamiento de esa clase política y el decrecimiento de su atractivo para los mejores hijos de cada sociedad, consiguiendo que cada vez menos de estos quieran correr el riesgo. A eso sumaron la exacerbación deliberada de los conflictos sociales, cabalgando hábilmente la evidente incapacidad de entendimiento político de las nuevas clases dirigentes empresariales y profesionales, previamente apartadas de la cosa publica por asco inducido.
También les resultó muy útil el copamiento del ámbito académico y mediático, que fueron casi totalmente abandonados por las elites, tras el debilitamiento inducido de su prestigio y rentabilidad. Todo ello les ha permitido socavar los valores estructurales de nuestras sociedades modificando hasta el lenguaje y la denominación de cosas, hechos y circunstancias para disfrazar la realidad.
Pero caído Lula, el gran coordinador financiero de este nefasto mecanismo, se tambalea Maduro, heredero de Hugo Chávez, su primer nefasto virrey, elegido y manejado por La Habana. Estamos ante uno de esos pocos momentos en la historia de los pueblos (como lo fue la reconquista de España expulsando a los moros o la victoria aliada sobre el expansionismo nazi) en que la claridad, la consistencia y los cojones deben primar en la defensa de nuestros compatriotas y sus derechos.
Llego el momento de empujar con todo.
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