Alan Salinas
Hacia una nueva gobernabilidad
Generar un pacto entre la oferta política y la sociedad
La semana pasada hemos podido apreciar, después de la vacancia a Martín Vizcarra, que la movilización social ha generado un corto circuito en la oferta política del país. Y digo oferta política (y no clase política) porque son –en su mayoría– personas que llegaron allí con ofertas personalistas, populistas y localistas, y no programáticas de partido y de país. Vale decir, novatos antes que profesionales de la política. Y digo también corto circuito porque el 65% de peruanos –según la última encuesta del Instituto de Estudios Peruanos– no creen en las organizaciones políticas.
Esto se debe a que, desde la transición a la democracia hasta ahora, ha habido incentivos institucionales y factores estructurales (léase ley de partidos y votar por novatos cada cinco años) que han generado la proliferación de los llamados independientes. Esto no ha hecho otra cosa que socavar los cimientos de la política profesional, de la política entendida como programa y orientación a corto, mediano y largo plazo para generar políticas públicas y de Estado.
Las protestas legítimas –de la semana pasada hasta ahora– son la expresión de hartazgo por el alejamiento de los novatos políticos, que ven en la llegada al parlamento y al gobierno la posibilidad de enriquecimiento, y no de políticas públicas que canalicen las diversas demandas sociales. Esto ha generado también que el permanente conflicto –desde PPK hasta ahora– entre Ejecutivo y Legislativo lleve a tomar partido –por parte de los peruanos– por no aceptar la vacancia de Martín Vizcarra en un primer momento.
Es complejo lo que podemos apreciar en este escenario. Los políticos independientes –de todo el espectro ideológico– han querido jalar agua para su molino. Y ni qué decir de algunos medios de comunicación, que no han contribuido al entendimiento entre la legitimidad legal de las instituciones democráticas y la legitimidad social. Hay una herida abierta hasta ahora que no ha sido curada.
Los poderes fácticos alrededor de ciertos operadores y activistas en redes sociales –como son las oenegés y los llamados influencers– han generado una confrontación entre peruanos y peruanas, y entre personas que no piensan igual a los que están dentro de su agenda. Hay una especie de “cultura de cancelación” que funciona como una especie de policía política y que no convoca a una convivencia cívica. Convoca, más bien, a un canibalismo de toda índole, en el que periodistas, analistas, políticos y medios de comunicación independientes son catalogados de “fachos”. Han dividido la cancha entre buenos y malos. No hay diálogo, hay imposición.
A raíz de ese escenario, pensemos en un horizonte que permita generar un pacto entre la oferta política y la sociedad, donde se prioricen reformas políticas importantes, así como reformas económicas y sanitarias para reconstruir el país de ese marasmo en el que se encuentra. Ad portas del bicentenario de la patria, debemos pensar con madurez política el país donde vivimos.
Construyamos, no dividamos. Lleguemos a acuerdos y no a canibalismos. Intentemos hacer funcionar nuestra joven democracia. No la asesinemos.
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